Campi regaló risas, emociones y selfies

El camino de Martín Campilongo hacia convertirse en un artista definitivamente popular tiene instancias como las que vivió el sábado en el Cine Teatro San Luis. Por primera vez de gira por el interior del país, “Campi”, humorista completo, creador de personajes que quedaron en la retina de la gente, actor versátil, demostró sus elementos para conquistar al público.

Uno de los posibles diferenciales que tiene “Monólogos argentinos”, la obra que presentó, está en el final. Apenas bajado del escenario, el humorista recorrió la sala rodeado de sus seguidores y en el hall del teatro te sacó gustoso decenas de selfies, en algunos casos disparadas por él mismo, con teléfono ajeno. A los pocos metros sus compañeros de elenco, el titiritero Sebastián González y el músico Miguel Rausch, le pusieron ritmo al saludo con una percusión candombera hecha sobre un bidón de agua.

La presencia de Rausch en el espectáculo es, aunque breve, muy efectiva, con un sentido del ritmo que a veces es corporal y otras sobre instrumentos. González, por su parte, aporta su talento con su muñecos y elementos del teatro negro.

Pero el atractivo central es, obviamente, “Campi” y su batería de personajes que se suceden uno tras otro en casi una hora y media de obra. Cada uno tiene su particularidad y su propia personalidad, un mérito que el actor -autor también de los textos- trabajó con cuidado y dedicación.

“Monólogos argentinos” es un show ágil, divertido, que se diferencia muy sustancialmente del stand up promedio nacional y que aprovecha los elementos del teatro para crear más mundos y más sensaciones que las que ofrece alguien solo provisto de un micrófono y sus relatos cotidianos. Lo de “Campi” es otra cosa, muy distinta, que suma su capacidad para el drama que se vio en algunos papeles como el que hizo de Rodolfo Paéz, el padre de “Fito”, en la serie sobre el músico rosarino; y Domingo Cavallo en la serie que se estrenará pronto sobre el ex presidente Carlos Menem.

Un taxista que tiene tres trabajos (en taxi, en remis y en Uber) y que cree que Argentina “es el mejor país del mundo” abrió una noche por la que desfilaron “Nacho”, un cheto de barrio cerrado (“tan cerrados que murieron dos familias asfixiadas”); una abuela puteadora que parece un homenaje a Mamá Cora y un entrerriano dedicado a domar ñanduces que se convirtió en el momento más subido de tono del show.

Para el final “Campi” se guardó dos de sus personajes más conocidos. “El Negro” Claudio, inspirado en un vecino suyo de Parque Patricios que lleva una larga abstinencia sexual y come mandarinas todo el tiempo, ofrece algunos chistes que si bien no tienen el tono que exponía en “Sin codificar” redunda en el humor del tipo: “Te doy hasta que La China Suárez se enamore de hombres solteros”.

El cierre, como no podía ser de otra manera, fue con Jorge, el querible personaje que apareció en Showmatch con su revalorización de las cosas antiguas y que fue el antecedente del actual “lo viejo funciona” emitido en “El eternauta”.

En juego constante entre la emoción y el humor, el sketch de Jorge comenzó con “Campi” preparándose sobre el escenario y contando la forma en que creó al simpático abuelo, con partes del padre de un amigo que ahora es el padrino de una de sus hijas. Tan certera resultó la composición que cada vez que alguien se encuentra con el actor le dice que conoce al original, que vive en su barrio. “Incluso me mandan fotos”, dijo el actor en el escenario. “Algunos muy físicamente muy parecidos”.