16°SAN LUIS - Sabado 27 de Abril de 2024

16°SAN LUIS - Sabado 27 de Abril de 2024

EN VIVO

Una psicoanalista afirma que hay que tener cautela en el diagnóstico

Norma Sierra dijo que no hay que precipitarse, ya que puede tratarse de otras condiciones con características similares.

Por Leonardo Kram
| 24 de septiembre de 2023
Experiencia. Es docente e investigadora jubilada de la UNSL, y entre las asignaturas que impartió están las intervenciones educativas respecto al TEA. Foto: Gentileza.

Norma Sierra es psicóloga y psicoanalista, integrante del Observatorio sobre políticas de autismo de la Federación Americana de Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana. Ya jubilada, se desempeñó como docente e investigadora de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), y dentro de las asignaturas que impartió, detalló sobre las intervenciones educativas respecto al Trastorno del Espectro Autista (TEA). En diálogo con El Diario de la República, dijo que hay que tener cautela con los diagnósticos apresurados y dio su opinión sobre la condición desde el campo del psicoanálisis.

 

 

—¿Qué causas se cree que podrían estar detrás del TEA?

 

—En las últimas dos décadas hubo muchos avances, investigaciones, trabajo clínico en relación al autismo desde esta orientación teórica y clínica. Nosotros partimos de la idea de entender que el sujeto no viene dado de nacimiento, sino que se construye a través de procesos y operaciones psíquicas muy complejas.

 

Y el autismo sería uno de esos modos de estructuración psíquica. Por eso mismo no debe ser entendido como un déficit, sino más bien como una modalidad más de subjetividad, con sus características y funcionamiento muy específicos. Lo esencial sigue siendo la singularidad de cada sujeto. Hay tantos autismos como tantos sujetos. Cada uno es diferente.

 

 

—De todas maneras hay ciertas características en común, como la sensibilidad sonora, visual y algunas dificultades para comunicarse verbalmente, ¿no?

 

—El autismo es como una posición de defensa muy grande. El sujeto se construye en los primeros años de vida y por razones que son insondables, inconmensurables, que no pueden verificarse, hay una decisión de ese ser, que decide, no conscientemente, defenderse de cualquier contacto.

 

Hay una defensa muy grande frente a la angustia que le genera entrar en el lenguaje y en contacto con el otro. Y de ahí vienen todos los fenómenos que se conocen del autismo: no mirar, no hablar, no escuchar, no consentir al vínculo social.

 

Hay graduaciones distintas, sí, porque de hecho, hay autistas que hablan, que logran mirar y conectarse con el otro, con un gran dominio de ciertas áreas del conocimiento y de la cultura. Pero siempre hay algo que permanece en la estructura que es esta posición de defensa, de protección para que el otro no los invada, que es lo que los angustia de esa manera masiva.

 

Esto no significa que no quieran entrar en contacto con el mundo, están presentes ambos factores. Hay un deseo también de entrar en contacto, pero hay situaciones en las que esto es tan angustioso, que preferirían mantenerse en esa defensa radical.

 

 

—No se puede hablar de cura porque el autismo no es una enfermedad, es una condición, que por otro lado difiere caso a caso. Pero, ¿hay manera de que la persona logre vincularse de mejor manera con su entorno?

 

—Para el psicoanálisis, en el tratamiento terapéutico con los sujetos autistas se intenta que se logre esa apertura, a que encuentren la manera, la solución para poder vincularse sin que los invada una angustia tan grande.

 

Esta apertura puede darse por un tratamiento, pero también puede darse de otra manera. Creo que tanto el tratamiento psicológico como la educación y todo el trabajo que se hace con los autistas tiene que apuntar a eso, a lograr lo que los psicoanalistas decimos un forzamiento suave. Nunca una confrontación cuerpo a cuerpo, para que el autista logre abrirse y poder soportar ese contacto con el otro, con los objetos del mundo y fundamentalmente con la palabra.

 

Cada sujeto inventa soluciones para arreglárselas en la vida con las cosas que a uno lo angustian o lo perturban. El autista hace lo mismo. El trabajo con el autista desde nuestra perspectiva no es estándar, sino que apunta a ayudar, acompañar con ese forzamiento suave, pero que cada uno en su singularidad encuentre cuál puede ser su propia solución, su invención.

 

 

—¿Y en su experiencia esto se logra?

 

—Sí, lleva tiempo pero se logra, y es muy posible en cuanto se le da la oportunidad a las personas autistas. Hay que dar esa oportunidad a los niños, fundamentalmente para que armen ese gran trabajo que es psíquico, emocional con el otro, que tiene que construir cada uno. Lleva tiempo, hay que sostener esa decisión de acompañar al niño.

 

 

—En los últimos años se nota una mayor discusión social sobre el autismo, al punto que parece haber más casos ¿es así?

 

—En estos últimos tiempos han aumentado las consultas por sospecha o por haber detectado algunos signos de autismo. Hay algo bastante complejo en esto. Por un lado, porque sabemos que la extensión de la discusión de la cuestión del autismo crea una alerta y un llamado de atención en la que se genera una preocupación excesiva por si un niño tiene o no autismo.

 

Por otro lado, está Google, la fuente de muchos que indagan ahí, exploran y se autodiagnostican a sí mismos o a los hijos. Por suerte, muchos llegan a los profesionales, que son quienes pueden hacer un diagnóstico y discernir si realmente se trata de un autismo o se trata de otros tantísimos problemas o dificultades con las que se puede encontrar un sujeto en su conformación psíquica.

 

Hay una cuestión que a mí me llama la atención y que tiene que ver con un efecto de la pandemia en los niños. Hay muchas consultas, porque aparecen ciertas dificultades “en el lazo”. En el lazo al otro, en el propio cuerpo, al lenguaje, y aparecen ciertos signos que tienen que ver con estas tres áreas nodales en lo que es la construcción del psiquismo, que es el lenguaje, el cuerpo, la imagen del propio cuerpo y el otro.

 

Pero no necesariamente son autistas. Cuando uno empieza a trabajar con esos niños tempranamente estamos hablando de chicos muy pequeños. Uno puede discernir y discriminar si es realmente un cuadro de autismo o son dificultades que la pandemia no es que las creó, sino que las profundiza.

 

 

—Entonces quizás hay que tener un poquito de cautela respecto a pensar que hay un autismo, digamos, en aumento.

 

—Me parece que sí, que hay que tener cautela, trabajar muy seriamente con los niños pequeños, tomarse el tiempo necesario para hacer los diagnósticos, hablar con los padres, las familias, disminuir un poco los niveles de angustia, acompañar un proceso.

 

A su vez, los diagnósticos rápidos son siempre presuntivos. Hay ciertos test que se aplican en unas pocas sesiones. Después en el tratamiento, a veces de seis meses a un año, uno puede decir que no era un autismo. Había dificultades, signos de autismo, pero con el trabajo se logró ver que no se trataba de eso, sino de otras dificultades en el desarrollo.

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo