15°SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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La construcción de un puente a la diversidad

La activista transfeminista fue la primera mujer trans del país en ocupar un cargo gubernamental. Embajadora de una lucha que se llevó a muchas de sus compañeras, pero que conquistó derechos e inclusión.

Por Astrid Moreno
| 03 de julio de 2023
Pionera. En 2020 asumió como subsecretaria de Políticas de Diversidad en el, entonces recién creado, Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad. Foto: internet.

Alba Rueda le dice la “ministeria” al ministerio; un ejemplo de cómo su lucha por la diversidad de géneros, así en plural, abarca todos los aspectos de su vida. El ser humano aprende a través de las palabras y es en ellas en las que se apoya la política y activista social transfeminista, que se convirtió en la primera política abiertamente trans de Argentina en ocupar un alto cargo gubernamental para afrontar la violencia social e institucional.

 

Hace unos meses, Alba intentó que la Iglesia de Salta, su provincia natal, rectificara sus registros de bautismo y confirmación según su género autopercibido, identidad que logró que figure en su DNI recién a los 35 años. Sin embargo, la causa llegó a la Corte Suprema de Justicia que reafirmó el fallo inicial: la negativa del arzobispado.

 

La actual representante especial sobre Orientación Sexual e Identidad de Géneros, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina, tiene un cargo que solo existe en pocos países y, aunque la sociedad la intenta expulsar de las instituciones, es una fiel creyente del poder del Estado, de la Iglesia y de las leyes.

 

 

—¿Cómo inició tu labor en lo gubernamental?

 

—Soy estatal desde 2006, estuve en el Ministerio de Justicia de la Nación donde hubo mesas de transversalidad sobre diversidad sexual, pero que quedaban muy en una acción voluntaria, no había una responsabilidad en la primera línea. Ahí, cuando estuve en el Inadi no recibí mi paga por dos años porque mi identidad de género no coincidía con la que decía el DNI. Luego, asumí la Subsecretaría de Políticas de Diversidad en plena pandemia, fueron dos años y medio de mucho trabajo y de un compromiso muy grande en un espacio que tenía que trabajar con uno de los sectores, sino el más, excluido de la sociedad.

 

 

—¿Cómo fue ese recorrido hasta convertirte en funcionaria?

 

—Desde las organizaciones sociales reside una agenda que rompe la desigualdad estructural que vivimos travestis, trans y LGBTIQ+. Por ejemplo, el cupo laboral trans fue la gestación y la propuesta de una idea que trajo Diana Sacayán en 2012, y que militó junto a otras organizaciones sociales para lograr la ley en la provincia de Buenos Aires tres años después. Cuando me designaron como subsecretaria, me fue inevitable asumir una postura sobre ese tema. En la pandemia trabajamos desde las áreas de Estado y el mapeo era que la comunidad pedía reconocimiento en la desigualdad que había para recibir desde alimento, hasta un acompañamiento social. Esa fue, para muchas provincias, la primera vez que se tomaba contacto con organizaciones trans y LGBTIQ+. Tuve la oportunidad de hablar con varias ministras de Desarrollo Social y uno de los pedidos era conectarse, porque no tenían referencias. El trabajo que se hizo fue crear ese puente entre las entidades que tenían que contestar la emergencia. No fue así en todos lados, por supuesto, San Luis fue particular y distinta, pero sí, en la mayoría de los lugares.

 

Soy una de las personas que puede testimoniar lo que significa vivir en un país sin derechos, con privación y exclusión (Alba Rueda, política y activista trans)

—Sos uno de los nombres que resuenan cuando se habla de las primeras activistas en defensa de los derechos de la comunidad trans…

 

—Mi documento cambió en 2011, un poco antes de la Ley de Identidad de Género, pero yo ya tenía 35 años, así que realmente fue vivir en torno a esto. Soy parte de una generación que vivió mucha violencia y persecución policial. Hay muchas compañeras de mi edad que conocí y que ya no están. Lohana Berkins y Claudia Pía Baudracco son ejemplos de mujeres excepcionales que lucharon por la defensa de los derechos de las personas trans, pero también son expresión de un momento social y político que terminó aniquilando a gran parte de nuestra población. Hubo muertes evitables y un acarreo de situaciones de

 

desigualdad en el acceso a la salud, de violencia y travesticidios. Soy una de las personas que puede testimoniar lo que significa vivir en un país sin derechos, con privación y exclusión. Sé lo que es no tener empleo, pasar hambre, vivir escondiéndose de la Policía, salir de tu casa para buscar un horizonte de reconocimiento a tu identidad de género en la sociedad.

 

 

—¿Ves un cambio en esa sociedad?

 

—Sí, todo ese contexto es parte de una generación que vivió también una agenda política y que en los años de militancia y activismo pude ver cómo fue cambiando gracias a la lucha. Matrimonio Igualitario, Ley de Cupo Trans, de Género, el archivo de la memoria trans, incluso la asociación de lucha de la identidad, vi todo el trabajo que se hizo. Hoy tenemos una ministeria, con subsecretarías y muchas áreas de diversidad. Hay personas LGBTIQ+ valiosas ocupando espacios de toma de decisiones, ese terreno ganado podemos verlo. Hay una síntesis de los cambios sociales, culturales y políticos a partir de una agenda social que son muy poderosos. Pero no hay que quedarse con eso, sino que hay que seguir poniendo en valor este recorrido a las nuevas generaciones.

 

 

—Hablás de cupo laboral, pero primero tuvieron que exigir derechos más fundamentales como a la vida y el acceso a la salud.

 

—Uno de los datos tiene que ver con que el ministerio, cuando recién se creó, tenía en su agenda de prioridades el trabajo al tema de violencia por motivos de géneros. El desafío era reconocer que la violencia hacia la comunidad no solo se reducía a los ámbitos del hogar, sino también con la acción de la violencia institucional; ese trabajo permitió una coordinación en contra de todas las violencias. Había muchas dificultades para crear consensos parlamentarios en las provincias porque involucraban temas complicados como la prostitución y las trabajadoras sexuales. Pudimos poner en marcha un plan de acción contra las violencias donde el concepto de la diversidad sexual era parte estructurante. Había otro desafío, salir de solo nombrar a la diversidad a crear una concientización dentro de los espacios, porque cuando se hablaba de violencia era hablar principalmente de las mujeres. Fue así que participamos en una solución amistosa que hizo el Estado nacional con respecto a uno de los casos que estaba en la Corte Interamericana, que era el de Octavio Romero, un compañero gay que en 2010, cuando se aprueba la Ley de Matrimonio Igualitario, declara en su ámbito laboral, la Prefectura Argentina, que se iba a casar con su pareja. Unos días después aparece ahogado en el río con signos de violencia, los familiares llevaron esto al ámbito internacional y Argentina, antes de pasar el caso a la Corte, propone una solución amistosa la que involucra al Ministerio de la Mujer, Diversidad y Género y era la creación de un protocolo de lineamientos que aborden las violencias con enfoque en prevención de travesticidios.

 

San Luis fue una de las provincias que tuvo enormes avances con respecto a la agenda de la diversidad (Alba Rueda, política y activista trans)

—¿Cómo fue el trabajo con San Luis?

 

—El ministerio cuenta con un espacio federal en el que participan las máximas autoridades de cada una de las provincias en materia de género y diversidad. A mí me emocionó muchísimo saber que en ese espacio estuviese Ayelén Mazzina, una lesbiana, joven y política, que tenía tanto compromiso y amor especialmente para las personas trans. Nuestro primer vínculo fue reconocernos en la diversidad y en una agenda política, que prácticamente no necesitaba un trabajo de concientización. Al contrario, estábamos muy pendientes de lo que surgía del vínculo con las organizaciones sociales, era muy evidente que se necesitaba un abordaje en salud, implementar el cupo trans en los ámbito estatales, especialmente con adultas mayores, y un relevamiento sobre la población trans. Con Ayelén era una comunicación casi de avisos mutuos de qué estábamos haciendo, fue muy productivo en el sentido de poder llevar agendas comunes. Sin dudas, San Luis fue una de las provincias que tuvo enormes avances con respecto a la agenda de la diversidad y un trabajo con las organizaciones, con el cupo y el ámbito de salud y educativo muy valioso. Fue una provincia que lideró sin duda una agenda de transversalidad y eso se hace cuando hay personas comprometidas que entienden las urgencias y los tiempos, la conciencia en torno a esto.

 

 

—¿Cómo fue cuando te enteraste que Ayelén había sido elegida como ministra?

 

—Cuando fue designada, yo ya estaba en la Cancillería argentina, la coordinación con ella primero fue afectuosa, de mucho reconocimiento desde el afecto, y también, por supuesto, sabiendo que nosotros con ella en su rol de ministra queríamos reafirmar el rol funcional que creemos mucho en la política del peronismo, en torno a la diversidad sexual y son los gobiernos populares los que dan respuesta a tanta necesidad y desigualdad que existe, esa construcción responde a personas comprometidas, líderes y sin duda, la ministra Mazzina es una de ellas. Para mí fue estar a disposición de la visión que ella tenía para desarrollar su tiempo de gestión.

 

 

 

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