15°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

15°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

EN VIVO

Tiempo de hermanos

Con su hermana Romina, quien vive en San Luis, continuó la obra de su madre, Liliana, y finalizó una de sus sagas más famosas de la literatura juvenil argentina. Tras la repentina muerte de la escritora que residía en El Trapiche, tomaron la difícil decisión, que requirió mucha organización, pero representó un espacio de sanación.

Por Astrid Moreno
| 04 de julio de 2022
La familia Bodoc en San Luis. Romina y Galileo a los extremos y Liliana en el centro junto a su marido.

Liliana Bodoc se sentaba en su escritorio frente a una amplia ventana que daba al río El Trapiche. Era la puerta hacia paisajes impensados donde dragones y humanos convivían en paz. Un día esa fraternidad se rompió y un niño, que apareció entre los árboles y montes de la sierra puntana, se posicionó como el posible "elegido" destinado a salvar al mundo de un enfrentamiento entre bocas en llamas y la civilización.

 

Liliana fue la creadora de la novela épica fantástica "Tiempo de dragones", que en un principio estaba pensada como una tetralogía, pero al fallecer la escritora por un paro cardíaco en 2018, el tercer libro se vio abruptamente frenado. Un año después, sus hijos, Galileo y Romina, retomaron la historia, a la que le dieron un cierre y la presentaron en la 46ª Feria Internacional del Libro junto a un emotivo homenaje a su madre.

 

La escritora, nacida en Santa Fe, se mudó a los diez años a Mendoza en donde tuvo a sus hijos. Luego, la familia Bodoc se trasladó a Buenos Aires. Cansados de la vorágine de la gran ciudad, Liliana y su pareja decidieron comprar una casa en El Trapiche y emigrar a la sierra puntana. Más tarde se les sumaría Romina, quien aún vive en San Luis, al igual que su padre. Galileo decidió quedarse en Buenos Aires, pero considera a la tierra donde vive su familia como su verdadero hogar.

 

Fue Galileo quien se tomó un tiempo para charlar con Cooltura sobre el proceso de continuar el tercer y último libro de la saga, llamado "Las crónicas del mundo".

 

—¿Cómo fue la decisión de continuar la tercera entrega de "Tiempo de dragones"?
—Se trató justamente de eso, de tomar decisiones. La saga iba a ser una tetralogía, quedó inconcluso el tercer libro y por un año no fuimos capaces de tomarlo. Pero ahora, volvemos por la insistencia de los lectores que nos preguntaron si íbamos a publicar lo que quedaba de la saga, entonces nos preguntamos si era atinado. La primera decisión fue publicar el texto inconcluso. Con base en eso tuvimos la idea de escribir un epílogo, que de alguna manera completará al lector del vacío tremendo que había dejado Lili. Estaba con mucho detalle y muy cuidada la escritura, pero el corte era abrupto. A nosotros mismos como editores nos había impactado mucho ese abismo que quedaba. Para hacer el epílogo nos pusimos a investigar toda la saga, vimos los personajes, la trama, la subtrama, las líneas que habían quedado inconclusas y, en ese trabajo, tuvimos una especie de epifanía porque entendimos que reconocimos a nuestra madre, a Liliana y lo que ella pensaba sobre la autoría. Era una cuestión insistente que tenía hace años: que era un diálogo entre voces, la polifonía, ella lo soñaba desde siempre y nos había propuesto hacer alguna vez una obra poliactoral en conjunto. Nos dimos cuenta que si hacíamos esa formalidad de presentar el libro inconcluso, no habíamos entendido nada de lo que nos había enseñado a lo largo de la vida y como persona de la cultura y artista.

 

—¿Cómo pasaron del epílogo a escribir el final de la trilogía?
—Pensamos con mi hermana "¿qué haría Lili?" entonces se nos cruzó meternos en la ficción, terminarla y escribir la saga. Era una decisión súper compleja, desafiante y que invitaba a un montón de trabajo muy riguroso. Luego llegó la segunda decisión que fue fundamental, vamos a hacerlo, pero no intentando continuar como si no hubiera pasado nada, ni ocultar los hilos, sino todo lo contrario, vamos a insertar en la ficción un rompimiento del narrador, así tal cual pasó en la vida real. Para ello tomamos un personaje que ya había compuesto Lili, una niña aprendiz de alquimista, y la nombramos como la heredera de esa gran crónica, dentro de la ficción. Cambiamos el narrador y eso nos dio mucha libertad y potestad para seguir escribiendo. Pasaron dos años de trabajo muy arduo que coincidió con la pandemia y que de alguna manera nos dio el espacio y el tiempo de enfocarnos en ese laburo.

 

—¿Les permitió encontrar sus voces como escritores?
— Escribir literatura no lo habíamos hecho antes de manera profesional, mi hermana es antropóloga, entonces tiene un ejercicio de escritura muy adiestrado, y yo soy actor y dramaturgo. Hace años que vengo escribiendo mucho, pero más que eso nos fuimos dando cuenta del enorme aprendizaje que habíamos adquirido transitando con Lili su paso por la literatura. Nos dimos cuenta de que hubo una especie de escuela silenciosa de nuestra vida con ella con lo que empezamos a encontrar un montón de herramientas para abordar este libro. Tomar otro narrador nos dio libertad y nos quitó la presión de tener que estar a la altura magistral, que era un poco soberbio el pretenderlo. Sin embargo, tomando esta decisión y es más por las devoluciones que nos empiezan a llegar, que el final del libro cumple con las expectativas que propone la saga.

 

—¿Planean retomar la escritura?
—Con este tercer tomo la idea es cerrar la historia y la saga. Tiene el doble del primero y el segundo. Nos sentimos conformes y nos invitó a todo este proceso de tanto aprendizaje y descubrimiento que seguramente continuaremos el legado literario, aunque no creo que en esta historia haya cosas nuevas por vivir.

 

—¿Presenta una complejidad particular escribir literatura infantil?
—La literatura infantil tiene un estigma de que son géneros menores y sin embargo hay grandes autores infantiles y juveniles, entre ellos Liliana. Es una obra muy amplia para todo tipo de lector, rangos etarios y siempre se metió con temas importantes y trascendentales, aun en los textos para primeros lectores. Quizás el mayor desafío es no subestimar al público. Si bien hay que amoldar el lenguaje, no licuar los contenidos, ni hablar de tonterías. Liliana habló del amor, la muerte, el poder, la pobreza y la guerra y lo hizo para niños y niñas, el gran aprendizaje es el desafío que tiene el género épico fantástico.

 

—¿Y las complejidades emocionales?
—Fue muy difícil volver a escuchar audios de Lili, ver videos y verla a ella. Sin embargo, cuando tomamos esta decisión nos alegró el alma porque imaginamos que ella nos estaría aplaudiendo y sería una decisión que nos empujaría a tomar, nos sentimos mucho más cómodos y de alguna manera trabajar sobre esta saga fue también un acto de sanación emocional. Lo vivimos así y nos permitió reconectarnos con toda su obra, con los lectores, sus charlas que fueron muchas y se pueden encontrar en las redes. Fue un desafío emocional, pero también fue una buena decisión trabajar sobre una herida que es difícil de abordar.

 

—Encarar este proyecto, ¿cómo modificó la relación entre hermanos?
—Nosotros nos queremos mucho, somos muy unidos y tenemos una historia de trabajos creativos en común. Esta no es la primera vez que creamos juntos y de hecho con Lili trabajamos mucho colectivamente, pero nunca un trabajo de esta envergadura. Pudimos repartir el trabajo de una manera equilibrada, justa y apropiada para el pensamiento de cada uno, yo desarrollé uno más artístico y Romina uno más científico. Sostenernos en esa dualidad fue lo que nos ayudó a fluir perfectamente y realmente no nos encontramos con ningún obstáculo entre el acuerdo que hicimos los dos, porque lo hicimos inteligentemente. Yo me puse a escribir la parte más dura, el relato de las batallas, las situaciones de los personajes, las muertes y los viajes, y Romina tomó el rol de esta narradora nueva y que va interviniendo durante todo el libro y es la parte más filosófica y antropológica, luego nos fuimos leyendo mutuamente, corrigiendo y aportando. Fue un trabajo muy fluido.

 

—¿Cómo fue crecer con una madre tan creativa?
—Siempre fue una madre muy especial, muy creativa en su maternidad y muy poética. Siempre nos invitó a escribir y hacer teatro mucho antes de ser una persona pública o conocida, algo que recién llegó a sus 40 años. Yo no transité mi infancia con una madre conocida, sino que puedo decir que Liliana a pesar de hacerse cada vez más conocida no perdió nunca la esencia, la enorme humildad de la que todas las personas que la conocieron hablan y de la empatía muy grande que tenía y poco frecuente en estos tiempos. Fuimos transitando como hijos y como lectores su desarrollo como escritora. Yo puedo separar el enorme amor como madre, el agradecimiento por como fue ella con nosotros, como nos educó y sentirme un lector más y disfrutar de su literatura, realmente confieso que reí y lloré con sus libros igual que cualquier lector. Creo que todavía no terminamos de caer porque, a pesar de su desaparición física, crece cada día más como ente cultural y artístico. De alguna manera sigue absolutamente viva en ese aspecto, no nos da el tiempo de darnos el lujo de la pena que no permite avanzar o el no querer hacer nada, sino que nos pone en acción, nos obliga a continuar su legado que es el más feliz que nos pudo haber tocado. Nos sentimos honrados y unos privilegiados.

 

—¿Cómo fue su llegada a San Luis?
—Nosotros nacimos en Mendoza y desde pequeños íbamos de vacaciones a El Trapiche, nos enamoramos de ese lugar, su río, el verde y quedó instalado en nuestra familia ese amor por las sierras puntanas en general, pero específicamente por ese pueblo. Yo me vine a Buenos Aires a vivir, luego Romi, y después mis padres a quienes los saturó la ciudad y tomaron la decisión, como ambos trabajaban freelance, de vivir en El Trapiche. Compraron una casa y se instalaron, luego mi hermana decidió ir a San Luis, donde tuvo sus hijos. Ella y mi papá siguen allá, yo nunca viví, pero es mi segundo lugar. Es un espacio de mucha conexión para mí con mi familia y la naturaleza. Es sagrado para nosotros y hemos ido aprendiendo a amar San Luis como un hogar.

 

—¿Ha inspirado el paisaje puntano algún escenario de las historias de tu mamá?
—Sí, realmente sí. No directamente, porque en la literatura de Lili podemos encontrar rasgos de las personas que conocía, de paisajes que conoció y muchas miradas creativas. Por ejemplo, alguna vez le preguntaron si ella había ido a conocer las pirámides aztecas y mayas para escribir “La saga de los confines'' y ella confesó que no, pero al leerla pareciera que sí. Ella viajó con su imaginación y bastó con eso. Lili escribía sentada frente a una ventana mirando el río El Trapiche y esa belleza verde del pueblo, uno puede reconocer paisajes similares en varios de sus libros y también mendocinos. Hay elementos, aunque no de manera directa.

 

—¿Cuál es el próximo paso?
—Yo dirijo un grupo de teatro que está cumpliendo 20 años, se llama “Tres gatos locos”, con el que hacemos varias obras de Lili, como la saga “Sucedió en colores” y “El espejo africano”. Trabajamos y viajamos mucho a escuelas y festivales, es nuestro legado como grupo teatral continuar con su palabra. Tengo mucho que hacer también con la obra editada de Lili, con más de treinta libros publicados y hay algunos inéditos que ya iremos viendo cómo publicarlos. Este ejercicio nos enamoró de la tarea de escribir literatura y no creo que fuéramos capaces de abandonar esa hermosa habilidad.

 

—¿Podrías adelantar sobre estos textos inéditos?
—Son textos cortos, hay una novela inédita que se publicó en Cuba porque Liliana viajó a La Habana a una feria del libro, y como ella era una amante de la historia cubana decidió escribir un libro para ellos y donarlo a una editorial local estatal y se publicó solamente allí. Se llama “Una isla en el tiempo” y hoy tenemos de nuevo esos derechos así que probablemente lo publiquemos. Lo otro todavía no lo tenemos masticado como para que pueda anticipar demasiado, pero se podría sintetizar en que tenemos Liliana Bodoc para rato.

 

—Hablás de ella como Liliana y no como mamá…
—La razón es que trabajé con ella muchos años, fui su agente y representante y en los ámbitos formales y laborales de las editoriales es raro hablar de mi mamá entonces me acostumbré a decirle Liliana, pero si charlamos en un café diría mi mamá con todo el amor del mundo. No la llamo así por ningún problema, sino por cuestión de formalidad en lo laboral. Era nuestra madre y nuestra amiga, por eso también me siento cómodo de llamarla por su nombre.

 

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Temas de nota:

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo