15°SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Un libro para devorar

La escritora y comunicadora presentó su nuevo texto "La Odisea del hambre", una novela distópica que replantea el vínculo de los argentinos, y la sociedad, con la comida y el cuerpo.

Por Astrid Moreno
| 28 de enero de 2024

Qué sucedería si se le quita la humanidad al ritual de la comida? "La odisea del hambre" lleva al extremo la actual obsesión de la sociedad de consumo alimentario; calorías, proteínas, ejercicio y restricciones etarias; la pesadilla de las redes sociales hecha realidad.

 

Mariela Ghenadenik presentó su primera novela ficcional y eligió revivir un género que parecía anclado en el 2010,   el futurista distópico, para invitar a reflexionar sobre el vínculo actual con la comida.

 

 

―Las plazas saludables fueron una inspiración para "La odisea del hambre", ¿cómo nació esta novela?

 

―Es difícil saber exactamente cómo, cuándo, en qué momento. En general las novelas me aparecen y voy viendo qué me pasa con eso. En este caso me pasó de estar en un parque y ver estas plazas que tienen todos estos elementos para hacer ejercicio y me sonó como que de pronto un poco extraño, como que lo vi desde otra perspectiva, no naturalizada. ¿Qué pasaría si en vez de que sea opcional fuera obligatorio esto de hacer ejercicio, de pedalear, de cuidarse? Yo voy a las plazas porque llevo a mis hijos para que se entretengan, de repente siempre está lleno de personas que van como autómatas corriendo para liberar un poco de tensiones y dispersarse y mantenerse en forma, o por las motivaciones que fuera. Cuando uno mira las cosas de afuera, que es un ejercicio que normalmente como escritora hago, me lo pongo a ver como lo vería alguien que tiene ojos nuevos respecto de esto y me parece un poco extraño. Entonces de ahí empezó un poquito esta idea de decir: qué nos está pasando con esta obsesión por querer controlar tanto nuestro cuerpo, cómo nos vemos, cómo es lo que comemos, lo que entra, lo que sale, qué composición tiene, cómo está hecho, cómo fue fabricado, cómo fue cultivado. Hay una industria enorme en relación a toda esta paranoia y creo que un poco me surgió desde ahí.

 

 

―¿Por qué la decisión de hacer una novela con una temática futurista de un universo distópico, un género explotado por el 2010?

 

―No fue necesariamente una decisión por el género en sí mismo. La historia me fue llevando hacia un lugar de absurdo cuando me puse a explorar y a desmalezar a dónde me transportaban estas imágenes, esta locura y el espiral de obsesión por controlar qué comemos. Me fue llevando eso hacia un lugar de absurdo y eso hacia el género distópico, de lo posible/imposible y que a la vez tiene esta cosa de podría ser y que genera tanto escalofrío.

 

 

―Situaste varias escenas de tu libro en espacios naturales argentinos como el Río de la Plata y el Delta…

 

―En todas mis novelas está el Río de la Plata, tal vez porque me encanta. Es un río que tiene mucha vida. Me gusta el Delta también, esa vitalidad, que el agua sea marrón porque lleva tierra, que esa tierra construye islas. Creo que es una cuestión puramente personal que el Delta es exuberante, está lleno de flores y de vitalidad. Eso se contrapone contra toda esta escenografía de campo de concentración que hay en la novela.

 

 

―El libro toca y lleva al extremo dos temas actuales: la gerontofobia y el cuerpo, ¿por qué esa elección?

 

―Hay una gran parte de la sociedad que está como muy preocupada y muy obsesionada con la comida, haciendo a un lado los desórdenes alimentarios, yo no me refiero a ese aspecto porque no es la idea de la novela. El objetivo de la novela era un poco llevar a cuestionar toda esta obsesión con la comida y cómo deja de estar recubierto de todo este significado de símbolos, de tradición, de memorias, para pasar a convertirse en algo puramente funcional. Lo veo muchísimo, sobre todo en las redes. Tiene que ver con el control de los cuerpos y se mete con uno de los aspectos más primitivos, que es el acto de comer, que implica dos necesidades básicas, que es resolver el hambre y la necesidad de estar con el otro. La novela se pregunta qué pasa cuando perdemos el significado de las cosas, cuando se deshumaniza la comida y se deshumanizan a las personas.

 

La gerontofobia tiene que ver con esta pelea entre generaciones. Que la generación de cristal, que no se autollama así. En la novela hay una revalorización de la vejez, lo que hay es una idea de ilustrar esta sociedad del control, que se mete con los impulsos vitales. Decidir cuánto vivo es algo que hasta ahora no tenemos libertad de decidir, al menos por ahora. Tenía que ver más que nada con esto de establecer las reglas de vida de esta sociedad, de este mundo, donde hay una superpoblación y que hay que limitar y graduar cómo y cuántos habitamos este planeta.

 

 

―Si bien hay una justificación científica en la novela sobre controlar el peso, ¿cómo es tu vínculo con la comida y el ejercicio?

 

―Es una relación que me gustaría que fuera diferente. Si fuera por mí, disfrutaría mucho más de estar en la naturaleza y de caminar. No es posible en la rutina de obligaciones, pero sí hay que compensar estar tanto tiempo sentada, así que es algo que hago con regularidad. A mí lo que me gusta es eso, estar en la naturaleza o, en todo caso, bailar, que haya una conexión con el cuerpo, no una cosa mecánica. El gimnasio y las actividades que no son deporte lo que proponen es una relación mecánica y eso me aburre bastante. Me gustaría que fuera diferente la posibilidad de hacer ejercicio. Y respecto de la comida, la comida para mí tiene todo un significado de algo lindo, de hogar, de refugio. En la novela hay una figura de la abuela, aunque no tiene nada que ver con mi abuela, pero sí lo que está presente son los platos que se nombran en una de las partes de la novela. Son recetas de mi abuela, que era muy particular su forma de cocinar. Es una manera de que ella esté ahí presente, pero en realidad lo que yo quería mostrar con la novela tiene que ver con recuperar todo ese espacio de amor, de disfrute. La comida para mí es eso, un espacio de disfrute, de sabores, de compartir, de tradición, de recuerdos, de memorias, de cosas que atraviesan el tiempo.

 

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