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Ricardo Canaletti: memorias del crimen

El abogado y periodista especializado en criminología y crónicas policiales cumple 38 años de experiencia entre rejas y escenas, manchadas de sangre, pero emblemáticas de la historia argentina. El conductor de "Cámara del crimen" analiza los casos más relevantes, mientras intenta no quedarse demasiado en páginas amarillas y episodios morbosos.

Por Astrid Moreno
| 14 de enero de 2024
El periodista, conocido por sus particulares y llamativos análisis de casos policiales, desbarata los episodios más trágicos y cruciales de Argentina.

Con una memoria privilegiada para fechas, nombres y lugares; Ricardo Canaletti reafirma en cada palabra que es el especialista indicado para analizar las escenas del crimen más escabrosas, y morbosas, de la historia trágica y roja de Argentina. Solo es necesario decir un apellido, un lugar potencial de asesinato o un eje temático para que la enciclopedia mental abra sus páginas y comience a relatar casos inconcebibles por lo inverosímiles o lo trágico de su cronología. Además, escribió un centenar de libros dedicados a sus investigaciones.

 

El abogado y periodista especializado en criminalística comenzó su carrera en 1986  cuando escribía crónicas policiales, debido a su conocimiento en leyes, en el diario Clarín hasta tener hoy su propio programa "Cámara del crimen".  Cubrió los casos más relevantes, como el asesinato del soldado Omar Carrasco, del colega José Luis Cabezas, el de la familia de Ricardo Barreda, María Marta García Belsunce, Ángeles Rawson y Fernando Pastorizzo, entre otros.

 

 

―El asesinato de Tomás Tello en Santa Teresita fue muy parecido al de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell, ¿cuál es el factor común? ¿Qué pasa con las juventudes en las playas argentinas?

 

―Es muy difícil sacar un denominador común más allá de la violencia y el descontrol. Pero la juventud no es culpable, sino que recibe malas políticas. En consecuencia, estamos hablando todo el tiempo de jóvenes que no trabajan ni estudian, por diversas circunstancias, y hay un descenso en el nivel educativo oficial, entendido por el colegio, y el familiar. Se han perdido los valores y los frenos inhibitorios. Esas cuestiones de no llegar nunca hasta el final, como sucedía en otras épocas, no estoy tampoco comparando, simplemente digo que antes se golpeaba para dejar una marca, no para matar, pero no porque hubiera una regla escrita. No, era conciencia pura que salía de la educación, de la familia, etcétera. Las cosas se fueron perdiendo, lamentablemente. Yo no le echo la culpa nunca a la gente, sino más bien a las políticas públicas. Si el colegio no funciona, va a haber consecuencias. También hay generaciones enteras de personas que gestionan sus emociones a través de la violencia y el descontrol. Eso me parece que es un poco lo que estamos viviendo ahora, es una visión periodística, no sociológica, ni filosófica; sino de una persona que hace muchos años está viendo este tipo de casos.

 

 

―De los tomos “Crímenes sorprendentes de la historia argentina”, podrías dar algún ejemplo de un caso que sea desconocido, pero relevante para la historia argentina o porque marcó un precedente.

 

―Siempre me llamó mucho la atención la mala investigación que hubo en casos resonantes como el de 'Martita' Stutz, la nena de 9 años que desapareció en Córdoba, en 1938. Todo lo que se podía hacer mal en una investigación se realizó en ese caso. Y, también en Córdoba, el asesinato de Norma Mirta Penjerek en 1962. Fueron casos que marcaron a la gente, la desaparición de una nena no era habitual en esa época en Argentina, fue a comprar golosinas al kiosco que quedaba cerca de su casa y no la vieron más. Mientras que Norma causó una revolución, tanto en Córdoba como en todo el país, porque se mezclaron cuestiones que tenían que ver con la droga, la prostitución y muchachas que eran secuestradas para ser sometidas a hacer películas pornográficas. Todo el mundo plantó bandera con relación a eso porque Argentina era una especie de paraíso que no podía verse manchado por algunas tendencias europeas; Argentina se creía un lugar impoluto. Norma, quien aparecería al año muerta, despertó ese tipo de conciencia. Después, también se mezclaba la cuestión política a través del secuestro de Adolf Eichmann, Penjerek es un apellido de origen judío, y se decía que el padre de Norma había colaborado con el grupo israelí que vino aquí a capturar a Adolf, el criminal de guerra nazi. Los dos casos fueron crímenes de época y marcaron un antes y después.

 

 

Me pegó mucho el caso de Nelson Madaf, en San Luis justamente, con una condena por un crimen que nunca ocurrió

 

―Uno de los casos más relevantes en San Luis en los últimos años es la desaparición de Guadalupe Lucero…

 

―Parece que las historias se repiten. No es una cuestión de una provincia o de otra. Frente a la falta de noticias de la investigación, puedo presumir que no ha avanzado mucho como en el caso de 'Martita', y le digo así porque el diminutivo ha pasado a la historia también. Creo que hay cosas que se reiteran, no hay madre o padre que frente a la pérdida violenta de su hijo o hija, no diga: 'espero que lo que le haya pasado sea un nunca más'. Lamentablemente, siguen pasando y no son más que deseos. Decíamos que lo de Fernando Báez Sosa iba a ser un punto y aparte. Sin embargo, volvió a ocurrir y hemos tenido también otros casos en estos años. Volviendo a Guadalupe, el presumir que fue un caso de trata, eso pasa porque es un recurso consolador, en cierta medida, de que por lo menos hay una explicación que parece cerrarle a todo el mundo. Pero nunca hay pruebas. El único caso que pudo haberse aproximado a una cuestión parecida, y aún con dudas, es el de Marita Verón en Tucumán. Cuando desaparece tenía 29 años y las redes de trata buscan chicas mucho más jóvenes. Hay algo ahí que no pega, esto es sin desmerecer la lucha de nadie, sino que lo dije en cuanto a observador de este tipo de situaciones. En los 90, cuando estaba en Clarín, sobre todo en la provincia de Buenos Aires se hablaba de la famosa camioneta blanca que secuestraba a chicos para sacarles los órganos, pero no dejan de ser mitos urbanos. A la larga, estos acontecimientos tan extremos algún rastro dejan y estos no dejaron ninguno y, encima, se repiten con las décadas. No es un mito urbano lo que pasó con 'Martita', ni con Guadalupe y con tantas otras. Pero el vox populi en la calle, en el barrio, entre los vecinos y demás, de enterarse de tal cosa, de que vieron una camioneta, eso es más efecto comunitario que otra cosa.

 

 

―¿Cuál o cuáles son los crímenes más enigmáticos de la historia argentina? Esos que considerás que nunca se sabrá lo que ocurrió

 

―Hay varios, no podría nombrar uno solo, quizás el de Nisman es una respuesta fácil, pero también está el de María Cash y el de Sofía Herrera. Son casos de un gran interrogante. El de Fernanda Aguirre de Entre Ríos. Hay casos que son muy enigmáticos y que tienen más preguntas que respuestas. Ojalá Sofía aparezca, pero no hay ninguna pista; ojalá María Cash también, pero hace rato que se dejó de investigar; ojalá el tema de Nisman tenga algún avance, pero hasta la propia exmujer dijo que va a ser muy difícil que se llegue a determinar quiénes entraron a esa casa, si es que entró alguien, porque a pesar de que la Justicia Federal está investigando un homicidio, todavía hay gente que duda. 

 

 

Que la Policía recurra a médiums revela que en materia de investigación todavía estamos en una etapa primaria

 

―En estos casos es común que desde la familia hasta la propia Policía recurra a médiums o videntes...

 

―Son manotazos de ahogado en el mejor de los casos o un insulto a la inteligencia. Policías de todas las provincias que suelen recurrir a médiums en algunos casos. Me acuerdo de uno emblemático, en la provincia de Buenos Aires con la desaparición de la doctora Cecilia Giubileo en el neuropsiquiátrico Montes de Oca. En un momento de desesperación y que el público reclamaba alguna respuesta por parte de los investigadores, no hicieron más que recurrir a una vidente. Hay muchísimos casos, pero me parece que es un recurso lamentable y revela que en materia de investigación todavía estamos en una etapa primaria.

 

 

―Se cumple un nuevo aniversario del asesinato de José Luis Cabezas. ¿Cómo fue la interna de cubrir ese caso?

 

―Fue una bomba, sacando la época de la dictadura donde desaparecían personas de cualquier oficio, que maten a un periodista por su trabajo creo que fue inédito y fue una conmoción. Aún así, a pesar de la conmoción causada y presión, claro va a haber presiones para que se resuelva un crimen de ese tipo, trataron de desviar las cosas hacia 'Pepita' la Pistolera, una mujer conocida de Mar del Plata que regenteaba prostíbulos y que tenía antecedentes penales. No tenía nada que ver, pero hacían todo eso para desviar el verdadero objetivo del crimen, que primero fue tratar de consentir los deseos de Yabrán y mantener su privacidad y la otra cuestión de ocultar a quienes cometieron el crimen, una banda civil policial de Los Horneros. El sentimiento fue de mucha indignación, pelea, nervios y tristeza.

 

 

―Desde “Cámara del crimen” les llegan muchos pedidos de familiares de víctimas para tratar sus casos,  ¿cómo es el criterio de selección?

 

―Primero es importante aclarar que no somos una oficina pública. Pero esto ocurre porque a las víctimas o a los familiares no les prestan oídos. Entonces son muchos los casos que recurren a la prensa. En realidad, deberían ser para una oficina pública, que existe, pero no les dan bolilla. Nosotros no estamos y no podemos solucionar estos temas, no es nuestra función, sí lo es comunicar, analizar y criticar cuando nos parece que es una circunstancia que tenga que ver con la seguridad pública, sea de la Policía o sea de la Justicia. Estamos para eso, lo demás no nos compete. De todas formas, no puedo contestarle así a una persona que está buscando ayuda, descargar su pesar u orientarse para ver hacia dónde apuntar. Es un trabajo en conjunto. La verdad es que sí elegimos, está mal hacerlo y decirlo, pero la cantidad de casos es tan grande que no podemos con todo. De acuerdo con mi experiencia y desde que empecé a hacer periodismo, la situación cada vez es peor. No sé si es nuestra función o no cargar con ciertos casos. Yo creo que no. Pero no hay caso que no te deje de pegar o de sentirlo de alguna manera, La vamos llevando como se puede.

 

 

―Cuando fue el caso de Ángeles Rawson dijiste que fue uno de los casos que más te impactó. ¿Sigue siendo así? ¿Hay algún otro?

 

―Sí, el de Ángeles Rawson fue por el lugar donde ocurrió y donde vivo, en la Capital Federal. Era una chica de 16 años de clase media, que la maten y la tiren a la basura fue inédito en su momento. También me pegó mucho el caso de Nelson Madaf, en San Luis justamente, con un crimen que nunca ocurrió y un acusado que nunca hizo nada, porque el asesinato no sucedió. Había desaparecido una chica y en el año 89 le echaron la culpa a Madaf, que en ese entonces era un pibe que trabajaba haciendo ladrillos, él fue preso y ella apareció a los años viva y en otra provincia. Ese caso me impactó porque el crimen no existió. Una especie de crimen de Cuenca, como ocurrió en España, pero argentino, fueron condenados dos pastores por la desaparición de un tercero que en realidad se había ido a otro pueblo, no había nada raro, pero los amigos se comieron doce años de prisión. Acá, con Nelson, pasó algo parecido.

 

 

―El tema del morbo, ¿dónde está el límite?

 

―Si hay tanto consumo quiere decir que algo pasa con el morbo. El morbo te remite a lo desagradable, entonces, hay que tratar de no serlo, pero igual contar lo que pasa. En consecuencia, a veces no hay forma de no entrar en el morbo. No hay que quedarse en eso, en todo caso se toca y se sale de lo amarillo. Una violación es morbosa; los delitos de sangre, muchos de ellos lo son; es difícil hablar de asesinato limpio. Sí, hay morbo en este tipo de cosas. Pero está bien. El lenguaje te da formas de no caer en eso, sobre todo el escrito, y si caes, no quedarte en eso. También a la política le pasa algo parecido.

 

Hay cuestiones que son obscenas, más que morbosas. En los casos de corrupción son todos obscenos, se están robando la plata delante de tus ojos. De todas maneras, sin confundir las cosas, estamos hablando de casos criminales, a mí no me gusta hablar de casos policiales porque parece que se remite a una sola fuente que es la Policía y para contar un caso tenés muchas fuentes. Se supone que el periodista es una persona formada y eso te da herramientas para explicar cosas escabrosas de una manera que no cause tanto impacto.

 

 

 

―¿Las crisis económicas son desencadenantes de crímenes?

 

―Sí, históricamente, en todos los países, el delito que más se comete es el de hurto y robo. Argentina no es la excepción. Los papeles que se forman y los sumarios, más del 70 por ciento son por estos delitos. En 2002 se marcó un récord de crímenes en el país como consecuencia del desastre de diciembre de 2001. Al año siguiente se vieron los efectos, fue el año de mayor cantidad de hechos criminales que hubo registrado. Las crisis sociales lamentablemente llevan a un pico de estadísticas en este sentido.

 

 

―Se vienen a la mente casos como el de María Marta García Belsunce. ¿Qué tienen los barrios privados que despiertan tanto interés?

 

―No dejan de ser lugares aislados donde la Policía no entra. No estoy diciendo que porque entre la Policía no va a haber crímenes. Son pequeñas comunidades que hasta se autoabastecen, hay un atractivo que al ser de esa naturaleza dan para el misterio. A pesar de que no era un barrio cerrado, también está el caso de Nora Dalmasso. No es casualidad que el de ella y el de María Marta ambos estén impunes. El de Fernando Farré que mató a su mujer, Claudia, de 72 puñaladas fue en una casa quinta dentro de un country. En ese en particular quedó todo a la vista, porque la génesis del hecho era una reunión donde iban a participar abogados y había más gente. Pero yo les veo esa característica, el hecho de ser un lugar aislado o cerrado le da cierto misterio a todo.

 

 

Son muchos los casos de familiares que recurren a la prensa por un caso. En realidad, deberían ir a una oficina pública, que existe, pero no les dan bolilla

 

―Nahir Galarza, ¿por qué nombrar el caso por su nombre y no por el de la víctima, como suele hacerse con los femicidios? ¿Es violencia machista?

 

―Primero, que se nombre el caso por ella es por un invento de la prensa, es una inclinación. Porque es una chica de muy pocos años acusada de matar a su novio, porque es atractiva, porque negó todo y después dijo que sí, se mantuvo fría con una imagen gélida y toda una serie de cuestiones que hicieron que los periodistas la pusieran a ella en el foco. A veces, uno no puede ir contra la corriente porque confunde al público. Por el lado de la violencia machista, yo creo que no fue así, la sentencia es impecable, la detención perpetua contra ella. La que ejercía violencia era ella contra él. Después puede decir lo que quiera en su defensa, pero no hay nada probado. Incluso ahora, que le está echando la culpa al padre. La sentencia de condena perpetua es impecable. Lo lamento mucho por su corta edad, pero ella es responsable de los actos que comete y acá no hay ninguna duda en cuanto a las pruebas. Obviamente, el día de mañana la Corte da vuelta y hay que volver a verlo, pero yo no me meto las palabras en ningún lado. Sigo manteniendo lo mismo. Para mí, la sentencia de condena es impecable.

 

 

―¿Está con algún nuevo libro en puerta?

 

―Sí, entregué uno que va a salir este año, presuntamente para la Feria del Libro. El título todavía no está del todo definido, pero tiene que ver con pasiones fantásticas o mortales, una cosa así. Son una serie de relatos.

 

 

―¿Tiene que ver con esto del mal llamado "crimen pasional"?

 

―No necesariamente. Hay un tema con la palabra pasión. No siempre se refiere a amor o a relación de pareja. Yo no puedo decir que si un barra brava mata a una persona es un crimen pasional porque es muy fanático de Boca. Eso no cambia ningún eje.

 

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