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Una vida dedicada a la venta de ropa deportiva

Jorge Pablo Pereyra es empleado de comercio. En su niñez fue verdulero, canillita, heladero, ayudante de albañil y calesitero. En el barrio El Lince tiene un emprendimiento para arreglar pelotas de fútbol, básquet y rugby.

Por Johnny Díaz
| 24 de abril de 2023
Experiencia en la venta. Pereyra entró a Ferrieres con 14 años. Vivió los tiempos de esplendor de la firma. Fotos: Inés Cobarrubia/Gentileza

Kacola" Pereyra es uno de los más antiguos empleados de comercio que registra la actividad en la capital sanluiseña. Su verdadero nombre es Jorge Pablo, pero ese apodo se lo pusieron sus amigos de la calle Falucho entre Junín y Pringles, y quedó para siempre. Nació el 12 de febrero de 1970, hijo de Lucila Esther Orozco y de Miguel Pereyra, y tiene seis hermanos: Miguel, Gustavo, Raúl, Laura, Roberto y Paulo.

 

“Mi otro apodo es el de ‘Jhonny’ y me lo puso una clienta que pasaba por el local. Éramos dos empleados de nombre Jorge y ella optó por ponerme ese apodo a mí porque en ese momento estaba de moda en la televisión Johny Tolengo. Además, me dicen con cariño ‘Pancita’, ‘Virus’ o ‘Dibu’”.

 

“Kacola” estudió en la escuela Lafinur, donde hizo todo el nivel primario. De noche concurría a la escuela Antártida Argentina, en el mismo edificio. Hizo hasta tercer año en una carrera de orientación comercial, pero abandonó.

 

“De niño me gustaba andar en la calle. Buscaba por todos los medios posibles ayudar en mi casa; éramos muchos y sufríamos algunas necesidades que mi madre, con mucho esfuerzo, trataba que no se notaran".

 

Su primer trabajo informal fue el de vendedor de verduras en un carro. Después lo hizo en la verdulería y carnicería de la zona, El Progreso. Con el tiempo, aprendió a despostar algunos cortes. Fue ayudante de albañil de su tío Roberto, vendió helados en la calle y trabajó en una calesita que estaba en la calle Bolívar, en una suerte de parque infantil.

 

 Después fue canillita, hacía un reparto en el centro a don Roberto Castro, que tenía su parada en la puerta de la desaparecida confitería Ocean en San Martín y Pringles. Con lo que él le daba, se iba a comer pizza a un local al lado del Colegio Nacional. También, su tío Ramón, quien trabajaba en la cerámica San José, lo ayudaba con plata a cambio de algunas tareas en la casa o mandados.

 

Todo cambió cuando el joven cumplió los 14 años: después de andar dando vueltas por muchos lugares haciendo changas y buscando algo mejor, consiguió trabajo en Ferrieres Deportes. “No se imagina la alegría que tenía. Mi primer sueldo se lo di a mi madre; me sentía orgulloso por lo que había logrado, fue emocionante".

 

"En el local, que no era de grandes dimensiones y estaba ubicado en Rivadavia 685, hacía de todo: cadetería, limpiador de vidrios, aprendiz de vendedor y limpieza. Mis compañeros de trabajo eran tres: Jorge Di Pascuale, Ramón Alcaraz y Martín Ulises García, quien después falleció trágicamente”, recuerda.

 

“En ese local se vendía ropa deportiva de las mejores marcas: Adidas, Diportto, Reebok, Le Coq Sportif y Avia, entre otras. Eran ventas casi masivas, todos querían tener o lucir alguna prenda deportiva. Resultaba chico el local; 12 años después nos trasladamos a la calle Pringles 975, frente a la plaza Pringles y al lado de Casa Tía. Fue un boom. A ese negocio se sumaron Nancy Farías y Raúl Fernández”.

 

"Con el tiempo, Ferrieres se trasladó a la calle Colón, donde estamos ahora. Es más cómodo, grande, bien iluminado y se trabaja mejor. Por unos años se seguía vendiendo muy bien, muchos compañeros se fueron en busca de mejores horizontes, porque desistieron de ese tipo de actividad comercial o porque se cansaron. Ahora están Paola Gómez, Andrés Armando y Claudia Lucero, quien es la cajera y tiene unos 8 años trabajando en la empresa. Aprovecho para recordar a Lourdes Ferrieres y a un excombatiente de Malvinas que ya se jubiló, Israel Alcaraz, una excelente persona y buen compañero".

 

Pereyra se manifiesta un poco preocupado por la caída de las ventas en el comercio y dice: "Han cambiado mucho, hay más competencias que se manejan por internet, hay más variedad y algunos casos con deslealtad. Ahora se puede encontrar de todo, por ejemplo: lo mismo que vendemos nosotros lo podés encontrar a la venta en la calle o en un negocio diciendo que son originales, pero es muy difícil que lo sea. Con el calzado pasa lo mismo, pero es más difícil, porque ya se introdujo en el mercado”, señala.

 

 2023. Con Andrés Armando, Paola Gómez y Claudia Lucero, en el negocio de la calle Colón.

 

 

A modo anecdótico recuerda que hacía lo mejor posible su trabajo: "Porque así me habían enseñado en mi casa. Había grandes y altas estanterías, y muchas veces un cliente pedía un número o color de zapatillas que estaba muy alto para mi estatura. Cuando sacaba la caja de abajo, se venía toda la pila encima mío o del cliente; era todo un tema y un motivo de risa. En otras oportunidades, ocurre que cuando uno saca un calzado de la vidriera, y esto es muy común, el cliente se lleva dos calzados izquierdos o dos derechos. Suele pasar. Después se hace el cambio; son pequeñas cosas que pasan en una actividad como la nuestra”.

 

El vendedor dice que las ventas se redujeron mucho también por la pandemia, pero insiste en que lo más preocupante es la venta de ropa que dice ser original de fábrica pero no es así, y que hay muchos negocios que tienen en sus vidrieras promocionado ropa de dudosa procedencia.

 

"Recuerdo que antes, Ferrieres Deportes vestía a casi todos los clubes de San Luis y también a escuelas; se vendía de todo y de primera calidad. Hoy lamentablemente no ingresa mercadería, muchas veces no hay ni botines, es una gran pena", dice.

 

"Yo soy un vendedor y llevo 39 años en esta actividad. Cuando vienen los clientes, dirigentes de clubes, de escuelas, cooperativas, clubes de barrio o del interior por compras grandes, yo asesoro y los derivo al dueño del local, para que él arregle todo. Tengo mucha experiencia en ventas y muchos me buscan para la compra. Si no estoy, seguro que me esperan o vuelven después. ‘Los clientes siempre tienen razón’ es un viejo dicho popular que la gente y nosotros tenemos muy presente: siempre vuelve por la atención que se le brinda".

 

"El hecho de que haya fábricas de ropa deportiva en San Luis le hace bien a la actividad, por la competencia; además, para que el cliente saque sus propias conclusiones", dice con autoridad.

 

Hay clubes que han comprado mucha ropa en Ferrieres Deportes: "El club Victoria siempre apostó a nosotros, al igual que Juventud en su mejor época, cuando estaba la mutual Mi Club. Años atrás se vendía mucho; son rachas comerciales. Muchas veces, cuando nosotros no tenemos la ropa solicitada, se pide al fabricante o al proveedor para dejar conforme al cliente".

 

Jorge Pablo Pereyra es un apasionado del fútbol y jugó mucho tiempo en los Baby representando al Sporting Club Victoria. "Pero dejé de jugar muy joven porque tenía que trabajar y no me quedaba tiempo para nada, menos para el fútbol", sostiene.

 

Añade que fue maratonista representando a la provincia en varias oportunidades. "Mi primer profesor fue Jorge Niño, en el club Huracán; tuve la oportunidad de correr en Viña del Mar, Chile y en varias provincias argentinas: Córdoba, Santa Fe, Mendoza, en Villa Gesell, provincia de Buenos Aires, y en la más importante, la maratón Adidas, donde había cientos de atletas y salí 86°. Estaba feliz y sentí que había logrado mi objetivo: llegar. Los nervios me hacían pasar malos momentos, tenía que estar muy concentrado para hacer una buena carrera. Una lesión en mi rodilla frenó mi carrera, pero igual hoy corro por diversión y por mantener mi físico; me gusta mucho”.

 

Costura. Su otra pasión es la de coser y arreglar pelotas de fútbol.

 

 

Tiene 52 años y aunque le falta un tiempo para jubilarse, piensa que sabrá disfrutar de esa condición de vida. Actualmente, lleva adelante un miniemprendimiento en su casa del barrio El Lince relacionado con el arreglo y mantenimiento de pelotas.

 

"En San Luis, soy una de las pocas personas que arreglan o 'cosen' los fútbol, pelotas de básquet, de rugby o cualquier otro tipo de pelota que necesita ser reparada para prolongar su vida útil. Es un oficio que empecé a los 14 años, me enseñó Sergio Ferrieres y después, Martín Ulises García, mi compañero de trabajo fallecido".

 

"Es una tarea que requiere concentración, paciencia y tiempo. Además de los elementos básicos, como hilo, agujas, parches, solución y algunas herramientas fáciles de comprar en cualquier ferretería. Hoy, los fútbol son sintéticos y depende del capellado (van del 1 al 4), mientras más firme es el capellado más firme es la costura. Cuando los fútbol eran de cuero y se mojaban, se hacía insoportable el uso; una pelota del número 5 parecía una del 7. Era tremendo".

 

Pereyra explica que hace tiempo también arregló botines Sacachispas o Fulvence, "pero hoy dedico un tiempo reparar los guantes de boxeo, cielo y tierra, carpas y pelotas de softbol".

 

Por último, agrega: “Siempre que puedo les digo a los más jóvenes que trabajen, disfruten y respeten, siempre con una sonrisa; es lo mejor que puede hacer un vendedor de comercio. Cuando me jubile, pienso disfrutar de lo que muchas veces no pude hacerlo. Siempre me consideré una persona muy dedicada a mi trabajo y responsable, creo que sabré disfrutar de mi futura vida de joven jubilado".

 

 

 Redacción / NTV

 

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