SAN LUIS - Sabado 04 de Mayo de 2024

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Fantasía incontrolable

La actriz, hermana de Luisa Kuliok, tiene su propia escuela de sexo, es especialista en juegos eróticos y hace shows teatrales, videos y libros aconsejando sobre el erotismo. A comienzos de la pandemia se mudó a Merlo.

Por Astrid Moreno
| 09 de octubre de 2023
La especialista en juegos eróticos cuenta su vida como creadora de una escuela de sexo en las sierras merlinas.

Con una voz que solo podría pertenecer a una Kullock, o Kuliok, como adaptó el apellido su hermana Luisa, Paola habla de su vida con un despojo digno de quien no tiene nada que esconder ni avergonzarse. Como un libro abierto, la mujer de 52 años cuenta en sus páginas de libros sobre consejos sexuales y shows teatrales los mitos y las verdades del erotismo, y su pasado como masajista "con final feliz".

 

Autodeclarada una profesional de la masturbación, comenzó dando masajes eróticos, organizando despedidas de soltera y con talleres sobre erotismo y striptease. Publicó "Sexo: ¡ponele ganas!", con la editorial Penguin Random House, y da cursos online y presenciales.

 

 

―Tenés tu escuela de sexo. ¿Cómo surgió?

 

―La tengo hace 18 años. Hice masajes a hombres durante 10 años de mi vida y siempre tuve facilidad para hablar de sexo sin que la gente se ofenda. Entonces escuché, aprendí y vi mucho. Luego, durante tres años atendí a parejas con fantasías controladas y ayudé a que muchas parejas tuvieran su primera experiencia de trío. En aquel momento, si me preguntás si lo hice mirando al marketing, digo que no, para nada. Simplemente pensé en ganar experiencia y conocimiento en esto que descubrí que quería hacer. En esa época no tenía computadora, había que ir a los cíber a ver las cosas. Así que estaba bastante limitada, entonces lo empecé a hacer a mi manera. Yo lo que quería era que fuera un espacio donde las mujeres (en aquel momento estaba dirigida solamente a ellas) pudieran hablar de ciertos temas y aprender determinadas cosas como a hacer masajes eróticos, juegos y strip tease. Mi primera clase fue para mujeres que querían hacerlo en la intimidad y no para personas que se quisieran dedicar a hacerlo arriba del escenario.

 

 

―¿Cómo nació el trabajo de masajista?

 

―Era muy joven y estaba buscando trabajo. En aquel momento se buscaba por el diario, en los avisos de empleo, y entonces había una sección que se llamaba rubro 60, que no era el famoso rubro 59 (de oferta sexual) del que todos hablan. Vi un aviso un domingo a la noche, que decía "se busca señorita para trabajar en el mejor spa de Buenos Aires" y te decían que ellos te capacitaban. Y como soy pisciana con ascendente en piscis, eso del contacto físico me encantaba y la idea de poder hacer masajes me resultaba estimulante. Ese mismo lunes me presenté a la entrevista. Era un lugar sumamente reconocido y serio de Buenos Aires; me tomaron y el martes comencé. Me mandaron a uno de los salones que tenían, para que me capacitara, y las chicas me trataban muy mal. Si ya soy cocorita a esta edad, a mis 52 años, en esa época, que tenía veinte, fui con el jefe y le dije que no me gustaba que me maltrataran así, que estaba por renunciar; por suerte, no lo hice. Al tiempo, empecé a trabajar en uno de los tres mejores lugares de masajes de Buenos Aires. Eran masajes descontracturantes reales, sin ningún otro servicio; todo sumamente serio. Incluso, cuando me dieron mi delantal y me puse a trabajar, me dijeron expresamente que no podía hacer ningún servicio extra ni aceptar dinero.

 

 

―¿Y cómo fue la transición a ofrecer masajes con final feliz?

 

―En esa época, venían los hombres y nos ofrecían plata, y yo decía que no. Hasta que un día, se me acercó un señor y me ofreció 50 dólares a cambio de masturbarlo; en ese momento, al igual que ahora, siempre cobrar en dólares implicaba mucha plata. Me dijo: “Si no lo hacés vos, me voy con otra”. Obviamente, le dije que no, pero vi con quién se había ido, entonces logré hablar con ella y le pregunté cómo funcionaba. Ahí me di cuenta de que, como los gabinetes estaban abiertos, para que el gerente no viera que estaba haciendo nada, tenía que tocar al cliente de forma muy rápida entre pasada y pasada del recorrido de nuestro jefe.

 

Si te pescaban, te echaban. Todas lo hacían, pero no se podía hacer, entonces era una masturbación rápida y la competencia era feroz, porque ganábamos muy bien, a nivel de ponerte la traba para que te cayeras de la escalera.

 

 

―¿Alguna vez tuviste problemas con la ley?

 

―Jamás. Tampoco aportábamos a la Policía. En aquel momento, el masaje era de pies a cabeza, por todo el cuerpo y solamente con la mano. Trabajaba en horarios supernormales y como había empezado en un buen lugar, eso hizo que me recibieran en todos lados; hasta que puse mi propio espacio, donde atendía por recomendación.

 

 

―¿Cómo era la recepción de tus parejas sobre tu profesión en aquella época?

 

—Cuando recién arranqué, llegué a mi casa y le conté a mi pareja cómo era ese negocio, esperando la típica respuesta de que no quería que lo hiciera. Él, con quien estaba hacía tres años, me dijo que no le molestaba; incluso salimos por cinco años más. Me separé por cuestiones completamente ajenas a mi laburo y me daba mucha tranquilidad y mucha seguridad que mi pareja estuviera al tanto de lo que estaba haciendo, porque no puedo mentir sobre lo que hago ocho horas de mi vida, como la mayoría de las chicas, quienes decían que eran secretarias, profesoras o recepcionistas. Las chicas mentían un montón y es muy triste, porque es tu trabajo, ganás dinero dignamente y a veces ni siquiera podían gastarlo en cosas importantes para no contar de qué trabajaban. Yo tuve la enorme suerte de que mis parejas me apoyaran. De hecho, la primera capacitación de masajes eróticos la hice con mi primera pareja. Con mi segundo marido, en realidad de quien me separé, seguimos trabajando juntos y siendo amigos.

 

 

 

―Hay quienes consideran a los masajes con final feliz como prostitución…

 

―Sí. El tema es que yo no tengo problemas con la prostitución. Yo digo siempre que estoy a favor de la prostitución y en contra de la trata de personas. Entonces, como mujer adulta que soy y que era en ese momento, mayor de edad, elegí hacer eso. Creo que hay muchas mujeres que hoy por hoy también lo elegirían si no estuvieran tan condicionadas por un montón de cosas. Y no me avergüenzo de haberlo hecho, porque si no hubiera hecho esto, no podría estar dando clases. Era necesario que lo hiciera. Aprendí mucho de la gente y de los hombres, de escuchar historias, porque durante los últimos años, cuando yo tenía mi lugar de trabajo, tenía una mecedora y apenas llegaban se sentaban y yo los escuchaba. También tuve la enorme suerte de trabajar en un centro de estética, donde me reconcilié con las mujeres, porque venía con toda esa carga de competencia por los clientes. Y un día, dejé los masajes y trabajé en un hermoso lugar, donde en vez de competir, había que colaborar. Y ahí aprendí lo maravilloso que es la colaboración entre mujeres. Después, decidí que ya estaba para enseñar y empezaron a hacer notas; luego vino el teatro, escribir libros y todo se fue dando.

 

 

―¿Qué implica la fantasía controlada?

 

―La gente tiene muchas fantasías de tríos, básicamente porque es la fantasía socialmente permitida. Pero, el problema es que falta la táctica. Porque podemos fantasear todos con acostarnos con un cuartel de bomberos, Aquaman o quien se nos dé la gana, pero tenés que ir bombero por bombero y preguntarle si se quieren acostar con vos. Entonces, la fantasía está todo bárbaro, pero en la vida real es otra cosa. Ahí empiezan los miedos. Mi tarea era jugar con las reglas de la mujer, que habitualmente no eran las reglas del hombre, muy ligadas al porno. Los hombres normalmente tienen una fantasía de cómo las mujeres tienen sexo que no es real, entonces nosotros recreábamos eso de manera artística, por decirlo de alguna manera, para que esa primera experiencia fuera placentera para ambas personas y que no fuera incómoda.

 

 

―¿Cómo fue la decisión de mudarte a Merlo, en San Luis?

 

―Me bajé de un crucero el 18 de marzo de 2020 y dos días después cerraron todo. Tenía fechas de teatro y se cortó todo, así que tuve que aprender cosas que no manejaba muy bien, confieso, como fue la parte de las redes y a trabajar por internet. En paralelo, mi hermana vive acá en Merlo con el marido, hace nueve años. Entonces, pensé "voy a ir allá y voy a estar en un lugar maravilloso, acompañada de la gente que quiero, con mis perros", y me mandé. Ahora, trabajo para todo el país de manera virtual, tengo libros hechos digitalmente, videos donde enseño y doy clases por Zoom. Doy consultas acá también, por supuesto, y hago shows acá en Merlo y en zonas cercanas.

 

 

―¿Cómo fue la recepción de tu profesión en tu familia?

 

―Ahora ya hablamos más comúnmente de sexo, pero hace 20 años no era tan común lo de los masajes, obviamente no era voxpópuli. Si bien todos sabían que yo hacía masajes, esto lo cuento ahora más popularmente habiendo pasado el tiempo, pero cuando empecé siempre me propuse ser honesta y correcta con las cosas que hacía. Trato de cuidar a la gente y de que nada de lo que yo diga se preste a un doble mensaje. Al ser tan clara, me empezaron a conocer por las despedidas de soltera que organizaba. Entonces, amigas de Luisa, actores y actrices, me empezaron a contratar para las despedidas. Y gente que yo no sabía quién era, pero que está vinculada desde otros lugares con mis hermanas y mi familia. Como lo hice siempre con mucha seriedad, nunca hubo ningún problema, porque siempre tengo la misma línea de conducta. Esto soy, esto hago, esto enseño. De hecho, mi papá iba siempre al teatro y teníamos un paso de comedia; a la gente le asombraba mucho que me fuera a escuchar. Entonces, yo pedía un aplauso para él, como si fuera la primera vez que me visitaba, y la gente se asombraba.

 

 

Para seguir hablando de sexo...

 

Cinco de las influencers más destacadas de Argentina que utilizan sus redes para hablar y difundir sobre erotismo, juguetes sexuales, relaciones y placeres.

 

 

"Cecilia Ce"

La psicóloga, sexóloga y comunicadora con más de un millón de seguidores en Instagram es un fenómeno editorial y teatral. Publicó tres libros y también brinda shows sobre sexo proporcionalmente informativos y divertidos.

 

 

"Flor de Gineco"

La ginecóloga y sexóloga Florencia Salort despeja dudas e interrogantes a través de las redes sociales. También da charlas y cursos que tienen como finalidad mejorar la autoestima, la motivación y las relaciones. Tiene dos libros publicados y un show con el que recorre el país.

 

 

"Sol Despeinada"

Sol Ferreyra, o popularmente conocida como “Sol Despeinada”, es una médica e influencer que utiliza sus redes sociales para comunicar sobre la educación sexual y el feminismo. Recurre al humor y la ironía para desmitificar mitos e informar.

 

 

"Edsexualparatodxs"

María Agustina Berberian es médica, educadora sexual y comunicadora. Da asesoría en salud sexual de forma presencial y online. Además, con sus 100 mil seguidores en Instagram, aunque con menos humor que las influencers de la lista, sus mensajes son igual de efectivos.

 

 

"Gineconline"

La doctora Melisa Pereyra es ginecóloga y obstetra, pero además es la influencer que responde las preguntas de las “vaginnials” acerca de salud sexual y reproductiva, y otros temas que les interesan: desde el color del flujo hasta las mejores formas de autogestionarse el placer.

 

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