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Abel Pintos y la lluvia coronaron la segunda noche del Caldenazo

“Destino San Javier”, el cuarteto merlino Solfear y Dj Alex también coparon el escenario, mojado tras una lluvia que no logró correr al público.

Por redacción
| 27 de febrero de 2022
Fotos: Juan Andrés Galli.

Unos relámpagos alucinantes, que robaban cada tanto la mirada de los jinetes y sus caballos, destellaron en la segunda noche del Festival Nacional del Caldén. Pasadas las 23, las nubes que avanzaban hacia el anfiteatro de Nueva Galia con una premura imparable y un paso voraz, amenazaban con aguar la fiesta. La pregunta no era si llovería, sino en qué cantidad y si eso detendría la fiesta que para ese entonces ya tenía las gradas, los pasillos y sus alrededores colmados.

 

 

 

En la última jineteada de la noche, mientras los rezagados la observaban desde las pantallas gigantes por la imposibilidad de acceder al predio, cayeron las primeras gotas. Les siguieron otras más intensas y una correntada de aire frío que empujó a la gente a refugiarse. Los vendedores rápidamente reemplazaron la garrapiñada, el algodón de azúcar y los choripanes de sus canastas por paraguas y pilotines. Si algo caracteriza al argentino es que sabe sacar provecho de cada situación.

 

Como digna tormenta de verano, sumado a los deseos de la gente, el agua bajó su intensidad a una leve llovizna. Fue en ese momento que Solfear, el cuarteto merlino, salió al escenario acompañados por un mar de paraguas.

 

Las nubes se fueron hacia el norte y las estrellas tomaron protagonismo en el cielo y en las tablas. Paolo Ragone, Franco Favini y Bruno Ragone, los integrantes de “Destino San Javier” e hijos del trío histórico, aparecieron con trajes en diferentes matices de grises y una parada digna de un gaucho orgulloso. Los acompañó una pareja de baile que entraba y salía de escena con vestuarios distintos para interpretar las letras con unos pasos de folclore estilizado. El momento más memorable fue, quizás, cuando la bailarina entró con un vestido blanco y se debatió por el amor de los tres cantantes en “Que sea conmigo”.

 

Los artistas intercalaron canciones de su estilo actual, un folclore moderno y romántico con tintes de bolero, con el más tradicional que hacían sus padres. Una combinación bien ejecutada que dejó contento a todos los sectores del público. Además, el trío que se comparó con Los Midachis, no perdió oportunidad para hacer bromas y sacar algunas risas húmedas, consecuencia del calor que persistió luego de la tormenta. La despedida fue con un carnavalito y espuma.

 

Abel Pintos se hizo esperar, pero valió la pena cada minuto que el público estuvo entretenido con el Dj Alex. Cuando el locutor cortó la música y anunció que primero tocaría Joaquín, un apadrinado del artista principal, se propagó un suspiro ansioso; sin embargo el cover de “Me haces bien” fue una caricia previa a los sacudones de energía que despertó la aparición del plato fuerte de la noche.

 

Sin el sombrero característico pero con esa sonrisa cálida y familiar, Abel cantó “Aquí te espero” acompañado de una guitarra criolla y su banda. Lo hizo con su voz y con el cuerpo, con el brazo libre de micrófono en permanente movimiento y el torso al ritmo de sus melodías.

 

Un murmullo constante, el más fuerte que se escuchó desde que inició el festival, acompañó a coro temas como “Oncemil” y “Sin principio ni final”.  Fueron la fuerza de los alientos de los espectadores y el ritual casi chamánico con las manos en alto orientadas al cielo como mayor expresión de goce los que terminaron por ahuyentar la tormenta.

 

Un Abel claramente emocionado quedó en silencio para disfrutar los gritos y halagos de sus fanáticos, algo que repetiría al menos tres veces en la noche. "Gracias por darnos la oportunidad de regresar a esta hermosa fiesta. Luego de la distancia y del dolor que vivimos todos es hermoso volver", manifestó y como un rey Midas pero de los aplausos el público hizo lo propio.

 

En “Aventura” llegó el tan esperado sombrero de ala ancha que abrió la noche para la segunda parte del show, la más bailable. Dejó atrás sus temas más conocidos para adentrarse en un folclore marcado: saltó, bailó y hasta hizo sentadillas de lo profundo que bajaba hasta el piso. Luego de despedirse varias veces, Abel fue ese pájaro cantor que sueña y canta hasta morir, o hasta que el público del Caldén quedara satisfecho.

 

El último tramo de la fiesta siguió fiel a un mismo género: el cuarteto. El numeroso plantel de “Dale q´ va” subió a escena para hacer los covers más festivaleros del momento como “Universo paralelo” y “Cielo” y las parejas de baile coparon la cancha. La fiesta continuó hasta entrada la madrugada con “La Farra”.

 

Tres cosas marcaron la segunda noche del festival de Nueva Galia: Abel Pintos y su emoción, la concordancia implícita y generalizada de los músicos sobre el placer de volver al Caldén luego de la pandemia y la cantidad de niños perdidos que anunciaron en el escenario y que debieron aguardar en la entrada, la carpa policial o detrás del escenario a sus padres.

 

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