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"Él siempre me pegaba", dijo la ex de Rosendo en el juicio

La mujer relató el calvario que vivió desde que quedó embarazada. El exlegislador admitió que le saqueó la casa, pero negó ser un delincuente.

Por redacción
| 18 de octubre de 2022
Massimino. Contó que más de una vez pensó que el acusado la mataría. Foto: Fer Miranda.

A casi dos años exactos de haber sido encarcelado, Ariel Omar Rosendo comenzó a ser juzgado por los jueces de la Cámara Penal 2 de Villa Mercedes. Si hacia el final del debate oral el Tribunal resuelve que el exsenador por el Departamento Pedernera es efectivamente culpable de "Robo doblemente calificado por ser en poblado y en banda", "Desobediencia de  una orden judicial" y "Violación de las medidas antipandémicas", todo enmarcado en un contexto de violencia de género, sus años en el Penal podrían extenderse; al menos diez años según pidió la fiscal de primera instancia. Ayer, en la apertura del juicio, nadie se quedó callado. El acusado reconoció haber entrado a saquear la casa de su expareja Ivana Massimino y, a su vez, la mujer contó el calvario que vivió durante y después de su relación con el hombre. Contó que la golpeaba, la amenazaba, la ninguneaba y que, más de una vez, pensó que la iba a matar.

 

En la audiencia de apertura nadie se guardó nada. El acusado y los dos denunciantes hablaron. Antes de ello, el fiscal Maximiliano Bazla ratificó la acusación que hizo, en su momento, la fiscal Daniela Torres por los tres delitos que le endilgan al exlegislador y que fueron cometidos la mañana del 18 de mayo de 2020. Luego los defensores, Marcos Juárez y Ramiro Rubio, plantearon la incorporación de nuevas pruebas, algo a lo que el fiscal, la abogada de Massimino, Leticia Latini y los representantes de Smata (Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor), Omar Uría y Guillermo Alfredo Gatica, se opusieron.

 

 

Foto: Fer Miranda.

 

 

Después, cuando el presidente de la Cámara, Aníbal Astudillo, le preguntó a Rosendo si iba a decir algunas palabras, el hombre no desaprovechó la oportunidad. "Reconozco haber entrado al domicilio, donde sabía vivir con mi hija", admitió sobre lo que hizo en Italia 426, lugar al que no podía ir porque allí vivía su ex, a quien tenía prohibido acercarse por una restricción que le había impuesto un Juzgado de Familia.

 

“Nosotros entramos con un solo fin, que era retirar las pertenencias de mi hija, la documentación, sus afectos. Más precisamente su mascota, que al día de hoy todavía no la tiene”, se justificó sobre el hecho de que para ingresar a la vivienda violentó la cerradura de la puerta principal. Si bien en esa casa supo vivir con su familia cuando era delegado de Smata, la vivienda es, en realidad, propiedad de ese sindicato.

 

“Tengo que reconocer que cometí un error. No creí en ese momento que entrando en un domicilio donde no había nadie estaba infringiendo la restricción”, intentó justificarse e hizo una pausa para beber agua y retomar la voz que un leve lagrimeo pareció quitarle. Lo decía porque estaba al tanto de que Massimino, la madre de su hija, no estaba en la morada, sino en San Luis.

 

"Sé que me equivoqué, no debí haber entrado a esa casa. Pero no soy un delincuente", expresó y aclaró nuevamente que no robó nada de allí, ni el calzado ni la ropa interior de su expareja, que solo sacó "insumos de su hija".

 

Massimino, en cambio, declaró todo lo opuesto. La mujer contó que conoció a Rosendo en Buenos Aires, cuando ella trabajaba como secretaria del delegado de Smata. Relató que apenas quedó embarazada, el acusado "se borró". Así, afrontó la gestación de su hija como pudo, hasta que no vio otra alternativa que mudarse con los padres del imputado.

 

Eso fue hasta 2008, cuando nació la nena. Una vez que se mudó a San Luis, donde a Rosendo lo habían nombrado representante de Smata, empezó la pesadilla que le provocó numerosos llantos durante la audiencia. "Sufrí mucha violencia de parte de esta persona. Me encerraba en el garaje, me arrastraba de los pelos, me arañaba. Él siempre me pegaba y me pegaba fuerte", contó.

 

En el tiempo que vivió con él nunca pudo trabajar, porque él se lo impedía. "Me trataba como si yo fuera una planta. Para lo único que yo servía, según él, era para limpiar la casa y cuidar a la nena", narró.

 

Dijo que intentó separarse del exsenador muchas veces, pero sus amenazas la frenaron. "Me decía que adónde iba a ir yo si él me había sacado de la villa y que me iba volver a Buenos Aires con una mano atrás y otra adelante", recordó. Y a cada una de sus palabras le temía, dijo, porque estaba al tanto de que también había amenazado a su anterior pareja y que cumplía porque "siempre se vengaba".

 

El 16 de agosto de 2019, luego de que el exlegislador la encerrara en el garaje para casi atropellarla con su vehículo, Massimino consiguió que un Juzgado de Familia le impusiera a él una orden que le impedía acercarse a ella y a los lugares que frecuentaba.

 

Pero ahí empezó otra lucha, la de la tenencia de su hija. "Me dio en donde más dolía, me sacó a mi hija", dijo. Fue luego de que Rosendo convenciera a la nena para que denunciara a su propia madre.

 

Sobre el 18 de mayo en cuestión narró que ella estaba en San Luis, cuando ocurrió el saqueo. Una vez que llegó a la vivienda de Italia 426 vio que su ex no había tenido piedad y le sustrajo todo. "Se llevó todo. Los televisores, las camas, hasta los respaldares. Me llevó hasta la ropa interior y después yo tenía que ver cómo usaban mis prendas los familiares y amigas de él ¿algo más denigrante que eso?", expresó.

 

 

 

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