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Ramos: la coartada de Núñez fue absurda, asegura la fiscal

Punto por punto, Virginia Palacios explicó en qué se basó para rebatir la versión que dio el homicida.

Por redacción
| 16 de octubre de 2022
El final. Virginia Palacios, de vestido negro con dibujos, abraza a Pamela Rodríguez, hija de Mónica, tras el fallo. Foto: Nicolás Varvara.

El martes a la noche, Federico Núñez abandonó la sala de audiencia en llanto, condenado a prisión perpetua por el homicidio de la docente Mónica Ramos. Mantuvo su inocencia hasta el final y ese mismo día, más temprano, dio su versión para contrarrestar las pruebas que finalmente lo ligaron al crimen. Como lo hizo en sus alegatos, la fiscal de Juicio Virginia Palacios le explicó a El Diario cada uno de los puntos con los que rebatió esa coartada, que asegura “no tiene explicación, no tiene razón de ser, no tiene nada”.

 

Los abogados de Núñez, Mirtha Esley y su hijo, Ricardo Gutiérrez, siempre sostuvieron que no hubo pruebas que situaran a su defendido en la escena del crimen y que ninguna de las pericias de rastros genéticos apuntó al ahora condenado. Su vinculación giraba entonces en las cámaras de seguridad de una vecina de calle Belgrano que lo mostraron merodear el domicilio de la docente y el hallazgo de un morral de su propiedad en el garaje de esa casa.

 

“En primer lugar, hay una realidad inobjetable y es que él pasó no menos de 17 veces aproximadamente por inmediaciones del domicilio de Mónica Ramos. Iba y venía, miraba hacia arriba buscando cámaras, claramente. Hizo esa secuencia, la primera vez, a partir de la hora 21 y hasta las 23 aproximadamente (de la noche del 2 de marzo), y después la repitió a partir de la hora 6 (del martes 3). Entonces dividió su coartada”, explicó Palacios.

 

Sobre el recorrido que hizo la noche anterior al crimen, dijo que se disponía a ir a jugar al fútbol cuando vio, en la esquina de Perón y Ayacucho, el vehículo de su exsuegro, padre de Florencia Allende, que llegaba al departamento en el que vivía, en Ayacucho 322. Como la relación con la mujer había terminado mal, según su versión, dijo que era hostigado constantemente por ella y su familia por el pago del alquiler del departamento que ocupaba. Como no quería enfrentarlos, merodeó por calle Belgrano hasta percatarse de que se habían marchado.

 

 Y dice “yo vivo en calle Ayacucho a la altura de la numeración 322. Esa noche yo me estaba yendo a jugar al fútbol, iba saliendo de mi casa y veo que llega el auto de Florencia con Florencia y su padre a mi edificio, e inmediatamente me voy hasta calle Belgrano y me quedo como yendo y viniendo, esperando a que se fueran”. Él lo que refiere es que Florencia lo hostigaba de manera permanente, que recibe acoso de parte de Florencia Allende y que por esa razón él había llevado a cabo esa maniobra de irse.

 

“Una de las cosas que logramos establecer con las cámaras es que entre ir y venir, el lapso de tiempo nunca jamás en la vida podía coincidir, porque se calcularon hasta los pasos que dio en el trayecto en el que iba y venía, y eso dio no menos de 100 metros. Es decir que iba hasta unos 60, 70 u 80 metros y volvía”, y que no pudo llegar hasta su departamento, ubicado a casi tres cuadras. La fiscal también puntualizó que el imputado no pudo precisar con exactitud y sin titubear el modelo del auto de su suegro; tampoco su nombre.

 

“Lo más grave es que le pedí que me explique la relación con Florencia y repitió que se sentía acosado, hostigado por ella. Le pregunté si le tenía miedo; respondió que sí”, pero al día siguiente al crimen ambos intercambiaron mensajes en los que se trataban de “amor” y “gordito”, fueron a comprar un pantalón para su hijo esa tarde, juntos, e incluso asistieron a un casamiento el fin de semana, retrucó la funcionaria.

 

 

Sobre el morral

 

“Florencia es totalmente verosímil en su relato y se ha mantenido intacto durante todo el tiempo, y acá viene la cuestión del morral”. En 2017, contó Allende en su declaración, Núñez llegó golpeado a la vivienda que compartían y dijo que cuatro hombres lo habían asaltado. Fue a hacer la denuncia junto a su hermano, pero antes se sacó el morral que habitualmente usaba y lo escondió arriba de un placard para asentar que se lo habían arrebatado. Según la testigo, la estrategia era utilizar el hecho de inseguridad como excusa para cobrar dinero de la aseguradora de trabajo.

 

Cuando a Allende le exhibieron en el juicio el morral hallado en la casa de Ramos, no dudó en decir que era el de su ex y el mismo que había escondido en 2017, y que luego empezó a usar nuevamente.

 

En su testimonio, el homicida dijo que la mañana del crimen salió de su departamento a las 6:30 de la mañana rumbo a la casa de una ex, con 8 mil pesos que le debía dentro de su morral. Tomó Belgrano y dos casas antes de llegar a Sarmiento, contó, se lo robaron dos hombres que se movilizaban en una camioneta. “Le pedí las características de la camioneta y no las recuerda. Dio muy pocos datos, solo dijo que eran personas grandes, uno como de 60 años, quien tenía un tatuaje que no pudo describir, y que le robaron el morral. ¿Qué da a entender? Que ese morral que le robaron esa mañana con un arma de fuego es el que aparece en la escena del hecho, pero resulta ser que en 2017 le habían robado un morral por el que fue a hacer una denuncia, que nunca apareció, y que Florencia dice que vio cuando lo escondió. Entonces el morral que apareció en la escena del hecho es el que le robaron allá por 2017”, retrucó.

 

A ese presunto hecho delictivo Núñez lo usó para explicar que las cámaras de la vecina de Mónica lo hayan captado desde las 6 de la mañana pasando frente a la vivienda.

 

 

Una causa armada

 

Si él no fue el asesino, ¿por qué cree que terminó siendo involucrado en el hecho? Núñez respondió que fue por haber mantenido una relación con la mujer de un policía 5 años antes del homicidio y que esa persona se la había jurado.

 

Ante preguntas de Palacios, el acusado dijo que la mujer se llamaba Rosa, después dijo “Rosi”, pero no mencionó su apellido. Dijo que se vieron unas tres veces, una de ellas en Sky, pero nunca precisó dónde mantenían sus encuentros. También que se conocieron por amigos en común, mencionó a un tal Pablo, pero nunca se explayó.

 

A pesar de que la pareja policía de “Rosi” lo amenazó diciéndole que en algo lo iba a enganchar, Núñez nunca lo denunció porque, se excusó, era miembro de la fuerza.

 

El 8 de marzo de 2020, día en que lo detuvieron, el acusado dijo que, sentado en la sede de la División Homicidios, ese hombre apareció y le dijo “te dije que la ibas a pagar”. Preguntado sobre la identidad, Núñez lo nombró por su apellido, Camargo, sin nombre de pila, dando a entender que trabaja en esa repartición. “En 14 años que trabajo en la Justicia, y particularmente con la División Homicidios, no conozco a ningún Camargo que haya pasado por ahí”, sostuvo la fiscal. En la edición del miércoles, este medio incurrió en el error de asociar a esa persona que nombró con Matías Camargo, un efectivo de la Policía Científica que declaró en la segunda audiencia del debate, cuando en realidad no fue así.

 

“Lo amenaza un policía y no hizo la denuncia; le robaron en 2017 un morral y no lo denuncia, o sí lo denuncia, pero ese documento no aparece; le roban a mano armada el día del hecho, el mismo u otro morral, no lo sabemos, y tampoco denuncia; lo persigue y acosa Florencia Allende, pero no lo denuncia. Quizás si hubiese denunciado algo de eso se hubiera salvado”, lanzó Palacios. “Trató de establecer una coartada que no tiene ni ton ni son”, cerró.

 

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