Emoción: así fue el último día de trabajo de un preceptor que forjó 39 años de historia
César Garro compartió con la comunidad de la Escuela Técnica Nº 28 "Gral. Juan Martín de Pueyrredón", un encuentro que desbordó los corazones. Firmó el libro de oro, izó por última vez el Pabellón Nacional y selló el cariño de los estudiantes.
Llegar al último día de trabajo configura una instancia atravesada por múltiples emociones. Una mezcla de alegría por el camino recorrido y cierta nostalgia o melancolía por aquellas cosas que marcaron lo más profundo del corazón. Al mirar atrás, se ve una vida vivida dignamente y al mirar al futuro, se avizoran nuevos senderos por recorrer. Pero cuando ese momento clave se comparte con el afecto de la gente, la emotividad supera cualquier expectativa. Así lo pasó César Garro, un preceptor de La Toma que se jubiló después de 39 años de servicio.
La Escuela Técnica Nº 28 "Gral. Juan Martín de Pueyrredón", preparó una despedida como se merece, con todos los honores y el sentimiento de la comunidad educativa. En un acto que se desarrolló en el SUM, participaron de una jornada inolvidable, que quedó sellada en el corazón de estudiantes, docentes, personal, pero sobre todo, en el corazón de César, a quien -en una coincidencia unánime- definen como un "tipazo". Qué bueno que alguien pueda decir de una persona que es un "tipazo". Aunque tal vez no lo perciba, ese es uno de los tantos logros de César.
"Nos reunimos para despedirte con muchísimo cariño, queremos agradecerte por todos estos años de entrega, dedicación, sabiduría y guía. Tu labor como preceptor ha sido fundamental para el desarrollo de nuestros estudiantes y para el buen funcionamiento de esta institución. Nos llevamos el recuerdo de tu cariño, paciencia y profesionalismo. Te deseamos una jubilación llena de alegría, salud, nuevas experiencias. No olvides que siempre serás bienvenido en esta casa", manifestó la directora, Dioly Domínguez.
César firmó el libro de oro de la institución; previamente ya había izado por última vez el Pabellón Nacional, en una instancia que se fundió entre lágrimas y mucha emoción. Los alumnos, según precisó el portal Identidad Tomense, lo coronaron con un cántico que resonará dulce -por siempre- en sus oídos: "No se va, César no se va, César no se va, César no se va".
Muchas veces se habla de la educación en términos utópicos. En idearios que no se alcanzan. En mediciones estadísticas que no tienen alma. Los expertos se preocupan por marcar los mejores sondeos en los estudios educativos. Si los chicos saben tal o cual concepto, si las evaluaciones arrojan tal o cual resultado. Cuestiones que con el paso de los años, nadie recuerda. Pero pocos advierten lo profundo que deja la escuela, el ejemplo de las personas íntegras.
Eso enseña mucho más que cualquier estructura. Y ese es justamente el legado de César, un preceptor querido por todos los alumnos, por todos sus compañeros de trabajo, que ha enseñado con sus propios actos de vida. Su impronta es algo que ningún estudiante olvida, aún con el paso del tiempo. Todos los que lo conocen, saben de su sonrisa infinita, que siempre levanta el ánimo. No por algo, chicos y chicas de todas las edades (y ex alumnos que ya peinan algunas canas) lo tienen presente con gran afabilidad.
Seguramente su jubilación inspirará a los tomenses que tienen la misión de educar. Cada compañero de trabajo replicará de algún modo aquello que más lo marcó de César. Pero también seguirá educando en la calle, como lo hace siempre, con ese don de buena gente con el que se lo ve a diario.
Y por qué no, quienes hayan recorrido estas líneas, también se dejen motivar por su historia.


Más Noticias