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Su mamá murió cumpliendo una promesa; ahora completó el recorrido con su sobrina

En un profundo acto de esperanza, Juan Alberto Molina Páez concretó la tradicional caminata -de unos 40 kilómetros- junto a su sobrina, Ludmila Abigaíl Barroso. Una historia de fe y amor. 

Por redacción
| 01 de mayo de 2025
Ludmila y Juan, en plena peregrinación. Foto: gentileza Juan Alberto Molina Páez.

Cualquiera que intente explicar con palabras las sensaciones que genera la fe y la devoción en el Santo Cristo de la Quebrada, por más esfuerzo que haga, no logra definir por completo la consumación de un acto espiritual tan grande. Como si lo divino atravesara lo humano, parece que la gramática o el lenguaje no pueden graficar lo trascendente. Ahora bien, contar esas mismas vivencias pero con una historia de vida tan impactante, es aún más desafiante y complejo. Juan Alberto Molina Páez, un vecino de San Luis, abrió su corazón y compartió su peregrinación con su sobrina, Ludmila Abigaíl Barroso. Una caminata que estuvo atravesada por un detalle muy particular, que conmueve a todos los que descubren sus pasos. 

 


"Mi vieja falleció yendo a la Villa cuando yo tenía 8 meses, en 1988. Murió días después de su cumpleaños, que era el 29 de abril. Ahora hice el recorrido caminando con mi sobrina, nieta de mi mamá. En su momento, dije que iba a ir 10 años caminando y lo cumplí. He ido 13 veces a la Villa, ahora lo hice para acompañar a mi sobrina", dijo Molina Páez en diálogo con El Diario de la República.

 

 

Ludmila y Juan, en los instantes posteriores a la llegada a la Villa. Foto: gentileza Juan Alberto Molina Páez.

 


Si bien él era muy pequeño cuando su mamá perdió la vida, siempre quedó marcado en él la huella de su legado. Arminda Ernestina Páez, dejó la herencia de la importancia de la fe, la clave de la esperanza y el camino infinito del amor, ese amor con el que Molina Páez alimenta día a día su corazón. Así, siente que su madre está presente en lo cotidiano.  

 


Por ello, fue inevitable que pensara en Arminda, a lo largo del recorrido. Ella no pudo cumplir con su promesa, pero su hijo completa el recorrido desde hace ya varios años. También, durante la travesía, recordó insistentemente a su papá. "Me encomiendo a él, que lo tengo en el cielo. Y le voy pidiendo en el camino que me ayude a llegar. Siempre siento que está a mi lado, me encomiendo a él porque es mi ídolo", remarcó.

 


El pedido que dejó a los pies del Santo Cristo de la Quebrada, estuvo mezclado por deseos y agradecimientos. Le rezó con la esperanza de la buena salud, de la prosperidad pero sobre todo por el bienestar familiar. Y como siempre, dio las gracias por la semilla de fe que germina en todos los que conocieron a su mamá.

 

 

Arminda Ernestina Páez, murió mientras cumplía una promesa al Santo Cristo de la Quebrada, en 1988. 

 

 

Promesa cumplida

 


Molina Páez y su sobrina, llegaron este jueves a las 7:10 de la mañana a Villa de la Quebrada. Fue inevitable la emoción y las sonrisas se soltaron infrenables entre la multitud que llegaba a los pies del Santo Cristo. 

 


"Llegué bien, costó poco, pensé que iba a ser más complicado", contó Ludmila Abigaíl, quien cumple 18 años el 4 de mayo.

 


"Llegamos con toda la fe. Completamos el recorrido que no pudo terminar mi mamá", concluyó Molina Páez con gran emoción. 
 

 

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