SAN LUIS - Viernes 03 de Mayo de 2024

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Reacción de mentes en cadena

La película que relata la vida del padre de la bomba atómica, una reflexión con destellos de ciencia y humanidad explosiva.

Por Astrid Moreno
| 14 de agosto de 2023

Y si al final sí lo destruimos después de todo?”, lanza Robert J. Oppenheimer, en el filme homónimo de tres horas, como una bomba que deja caer sobre el público y provoca una reacción mental en cadena. Qué tan cerca está el ser humano de perecer ante una bomba atómica o peor, ante las debilidades y emociones de un grupo de hombres motivados por el deseo de poder, el ego del conocimiento y la explosión de venganza. Menos luminosa, pero más letal, la explosión parece inevitable. La onda expansiva, de dimensiones desconocidas ¿o no?

 

Con su gran don para poner cara y expresiones faciales de misterio, angustia y dolor, Cillian Murphy demostró, una vez más, que es la persona ideal para encarnar personajes de época, ya sea en Gran Bretaña con una boina que esconde una cuchilla, o con sombreros de ala rígida típicos de los estadounidenses de principios de los 40. El actor se consolida cada vez más dentro de un estereotipo de rol del que, si no sale pronto, corre el riesgo de quedar encasillado, como es el caso de su compañero y antagonista, Robert Downey Jr.

 

Por primera vez se vio al ex Iron Man en el rol de un villano, el político y físico autodidacta, Lewis Strauss, quien sirvió en dos mandatos en la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos (AEC). Es él quien lleva a Oppenheimer a unas audiencias ante el gobierno por intento de conspiración con los comunistas, solo por pensar que habló mal de él delante de Albert Einstein.

 

Como una especie de dios de las exactas, los demás científicos no solo recurren a Einstein, sino que buscan su aprobación, aunque ya no lo incluyen en sus proyectos por estar pasado de moda, fue así que cuando Oppenheimer descubrió que había una posibilidad, casi nula, de no poder detener la explosión en cadena de la bomba que quería construir y que, en consecuencia, podría destruir al mundo, el físico recurre al alemán.

 

El ego de los científicos y el consiguiente deseo de venganza por humillar su inteligencia es unos de los ejes que explotará la cinta en un intento de reflejar que hasta las mentes más prodigiosas del mundo padecen de sentimientos tan mundanos como cualquier otro. Esto también incluye al rol de las mujeres, casi nulo en la película, era más probable que la bomba atómica destruyera al mundo, a que alguna de las científicas que comenzaban a emerger pudiera participar del Proyecto Manhattan más que como mecanógrafa.

 

En la película dirigida por Christopher Nolan hay dos conceptos de destruir al mundo, uno más objetivo con la bomba en sí misma, como las partes a color del filme, y otro subjetivo, como los momentos que se muestran en blanco y negro, en que la aniquilación se centra en la necesidad de poder y control. Sobre esa dualidad girará toda la historia y, como si fuera un filme de ciencia ficción, el mundo entero depende, nuevamente y para sorpresa de nadie, de Estados Unidos. Lástima que Downey Jr. dejó el traje en los estudios de Marvel.

 

Más de dos mil millones de dólares después y con Hitler muerto, los políticos y científicos más importantes discuten si aún es necesario hacer explotar la bomba, que por decisiones arbitrarias se establece Hiroshima como el principal objetivo; junto al protagonista nos enteramos luego que también atacaron Nagasaki. En un principio, Oppenhei-mer se convencerá de que su invento, que le llevó cuatro años y crear una ciudad entera llamada “Los Álamos”, es la única forma de impedir que sucedan más guerras mundiales, por supuesto, coronando a Estados Unidos como el país que logró frenar la violencia y el vencedor. Una vez detonadas, una tercera bomba cae sobre él y lo hace estallar en 200 mil partes (o muertes), como un hombre que simpatizaba con sindicatos, la adquisición de derechos de las clases obreras y las ideas comunistas de Karl Marx termina siendo el peón clave en una guerra armamentista con el facismo, e intelectual con Rusia, ya ganada.

 

En una entrevista en la que citó el texto sagrado hindú Bhagavad-Gita, Oppenheimer compara: "Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos". Sin embargo, su ego se interpone nuevamente, el verdadero aniquilador no es una persona, sino la raza humana.

 

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