11°SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Lenny Cáceres: "El lenguaje inclusivo es político"

Por Astrid Moreno
| 31 de julio de 2023
Palabras y pies en movimiento. Lenny es de La Pampa y reside en Río Negro, pero recorre el país con sus talleres y charlas sobre comunicación y género. Foto: Martín Gómez.

Lenny Cáceres planta sus ideales con las raíces firmes en la convicción de que recorrer el territorio es la única forma de hacer un periodismo feminista que realmente florezca.

 

La periodista y creadora del medio Diario Digital Femenino brindó dos espacios en modalidad taller-escucha en la provincia: uno fue Consejería Integral de Género, en el Centro de Convenciones “Monseñor Enrique Angelelli”, para más de 100 mujeres, y una actividad para periodistas en el Salón de la Puntanidad de Terrazas del Portezuelo, llamada “Comunicar es cuidar”.

 

 

—¿Cómo fue la experiencia en San Luis?

 

—Estoy feliz de que el Gobierno me haya convocado, a través de la Secretaría de la Mujer, Género y Diversidad. Trabajé con las consejeras territoriales y es algo que me hace muy feliz. Más allá de ser periodista, mi labor es con la intervención del territorio. Cuando me dijeron que tenía que hacer un taller con periodistas sobre la Ley Micaela, les dije que era imposible que me fuera de San Luis sin conocer a las compañeras. Vinieron más de 120 mujeres; fue algo enorme, muy lindo, charlado y con mucho intercambio, que a mí también me sirve como un aprendizaje. Estas cuestiones se manejan de manera horizontal, no hay seres superiores, vacas sagradas ni personas por sobre las otras: siempre el aprendizaje es un ida y vuelta.

 

 

—¿Cuál fue el eje de tu taller con periodistas en esta oportunidad y en general?

 

—Me importa mucho que se pueda hacer una revisión de las prácticas profesionales, que pongamos el foco en la ética y en los principios de la comunicación, y que podamos retomar ese camino, porque el taller se llama “Comunicar es cuidar” y no es solo cuidar, sino cuidarnos como profesionales y en nuestra imagen pública. Debemos ser los y las profesionales que queremos, no solo respetuosas sino también respetables. Entonces es necesario tener herramientas. Cuesta mucho que las personas del periodismo nos capacitemos. Después de los actores y actrices, seguimos las y los periodistas en cuestión de ego: creemos que las sabemos todas y la verdad es que, con el tiempo, nos vamos quedando atrasados porque no miramos hacia quienes nos estamos comunicando, entonces llevamos la información que nos importa a nosotras y no a la sociedad. El territorio sirve para todo, nadie se forma profesionalmente si no pone un pie en la tierra y hoy es en la perspectiva de género y en la mirada interseccional.

 

No vamos a poder tener editoras de género con un verdadero sentido si los y las periodistas no se capacitan

 

—¿Cómo ves a la provincia en materia de género?

 

—Me gusta mucho cómo trabaja San Luis y me voy feliz de haberme encontrado con tantas consejeras territoriales con formación y amorosidad en lo colectivo. Eso me llamó mucho la atención. Fue muy bueno poder estar con ellas, porque no es que me lo contaron discursivamente, sino que lo vi, cómo se tratan y participan. Otra de las cuestiones que me gustó mucho y que no en todas las provincias pasa, ni siquiera de donde yo soy, que es La Pampa, es la implementación de la Ley Micaela. Eso de poder hacerlo en formato taller, interactuando, donde podamos interpelarnos. Me pareció un lujo, sobre todo en la parte de educación. Lo que sí me parece en las provincias, en general, es que hay que empezar a trabajar con un poco de corresponsabilidad, porque a las áreas de género nos tienen siempre a un costado, como una cosa de mujeres y para mujeres. Desde ese lugar no vamos a poder tener editoras de género con un verdadero sentido si los y las periodistas no se capacitan, porque nadie las escucha.

 

 

—¿Las editoras de género están relegadas dentro de los medios?

 

—Podemos caer a un diario como editoras de género y seguro tendremos muchas tapas, pero ¿cuándo se va a poder trabajar para adentro? ¿Qué hacemos con las estrellitas varones, masculinos y hegemónicos del periodismo? No es tan fácil como decir 'nombro una editora de género porque es algo políticamente correcto'. En muchos medios donde sí hay no pueden incidir o solo en los sociales pero no en policiales, entonces siguen hablando con el mismo morbo que antes.

 

 

—No se dimensiona el alcance del periodismo de género…

 

—Lo que venía a hacer la Ley Micaela, que parece muy poco a lo que se hizo, era modificar las estructuras con las que fuimos socializados para que pudiéramos gestionar y proyectar políticas públicas de manera distinta. Un montón de gente se sentó delante de una computadora con el audio apagado para obtener el certificado; otros dijeron 'voy a trabajar género en la Secretaría de Género, pero no en la de Economía, Obras Públicas o Desarrollo Social', entonces no estoy trabajando género, sino que estoy teniendo un departamento estanco que sirve para decir que estamos cumpliendo con la legislación. Ahí es donde a las mujeres o algunas diversidades que están ocupando espacios en las áreas de género les cuesta muchísimo la articulación, poder llevar adelante los proyectos y sostener a las mujeres que están en el territorio porque no están puestos los presupuestos para esos lugares y, encima, ahora tenemos que compartirlo con masculinidades.

 

 

—¿Cómo nació Diario Digital Femenino?

 

—Estuve desde 2003 hasta 2005 a cargo de un seminario sobre 'violencia doméstica y escolar' en la Universidad de La Pampa. Abrimos un ateneo donde formamos 22 equipos de trabajo que coordiné y era una referencia para las pibas que hacían tesis de grado, monografías y trabajos prácticos. Me pasaba que venían, me contaban sus trabajos y cuando leía la información, era muy incompleta o desde una mirada muy positivista. Ahí pensé 'soy comunicadora y hago trabajo en el territorio, tengo la responsabilidad de armar un espacio que sea cuidado, revisado, concreto y científicamente avalado'. Como se estaban poniendo de moda estas temáticas, los chicos y chicas encontraban cualquier cosa; lo tuve en mente y en 2012 lo armé con un compañero que sabía de páginas web. Cuando nos sentamos, lo hicimos en cuatro días.

 

Lo que venía a hacer la Ley Micaela, que parece muy poco a lo que se hizo, era modificar las estructuras

 

—¿Por qué a tu medio le pusiste femenino y no feminista o de género?

 

—Sabía de qué quería hablar y tenía muy claro que era feminista. Pero también entendía que no me podía poner un diario digital feminista, porque eso iba a limitar la audiencia. Yo tenía que poner un espacio que les llamara la atención a las mujeres, que hablara de ellas y que lo consumieran. Fui muy cuestionada durante los primeros años por el nombre: las compañeras feministas me decían que no la tenía clara, que no sabía de qué hablaba. A veces me dejaban explicarlo, pero muchas veces me criticaban directamente. El feminismo es la posibilidad de ser quien quiero ser, pero cuando lo decido, tengo que ser lo mejor que puedo y eso no es gratis, porque cuando te realizás como persona y te apasionás con algo, vas a tener un rol protagónico y tenés que bancarte muchas cosas. Por eso se llama Diario Digital Femenino, porque está dirigido al género femenino y después, cuando entren, empiecen a ver de género.

 

 

—¿Qué opinás de la división del encuentro de mujeres y disidencias entre plurinacional y nacional?

 

—No estoy de acuerdo en las divisiones. En la medida en que nosotras no trabajemos de manera horizontal no vamos a lograr nada. Podemos tener cada una sus posturas y respetarnos, porque tampoco está bueno que usemos la palabra tolerancia, es un concepto muy soberbio: quiere decir que desde un lugar de superioridad soportamos a un otro que piensa distinto. Me parece un horror que haya habido dos encuentros. Por cuestiones personales, no vine a ninguno de los dos. Si hubiera tenido que venir a uno, hubiese elegido el pluri, porque si te cuento que mi trabajo es el territorio no puedo estar sectorizada, pero también respeto y escucho la mirada de esas compañeras del otro espacio. Algunas posturas me parecen sólidas, otras no.

 

 

—¿Qué opinás del lenguaje inclusivo y el uso de la e?

 

—Que hay que formarse. No podemos pensar que salimos de la universidad y ya somos Rodolfo Walsh; es parte de la ética profesional actualizarse e ir para donde va la sociedad y los movimientos sociales con sus paradigmas mundiales. Uno no se puede quedar con que escribe bien. Es clave poder comprender que el lenguaje inclusivo, y el no sexista, sobre todo, son políticos. No le pido a nadie que escriba con la e, estoy diciendo que incluya con la comunicación creativa e inclusiva. Hay palabras que son claves para poder tratar estas temáticas como, por ejemplo, nombrar personas. Todavía se ven títulos donde dicen 'un abuelo fue...'; no es tu abuelo y no podés tratar a las personas mayores como abuelos. Escuchamos decir 'abuso sexual infantil' y está todo mal. No se puede decir abuso cuando hablamos de niñeces y adolescencias, porque abuso es el exceso de algo que podías usar. Es violencia sexual. No podemos hablar de algo infantil que en el plano de lo simbólico queda entre pares y oculta al adulto violento. Esa formación hay que tenerla, porque si no no podemos modificar estructuras desde la comunicación, por más talleres de género que se hagan.

 

 

—Se siguen nombrando los casos como a las víctimas...

 

—Sí y ponemos el foco en ellas. Como pudimos erradicar con mucha lucha el tema del crimen pasional, ahora inventaron la toxicidad, entonces seguimos diciendo sin nombrar las cosas por su nombre. Cuando digo que algo es tóxico hablo como si fuera algo entre pares y no es así. Hay una cuestión de una violencia que ejerce un varón sobre una mujer y una reacción de esta. No es toxicidad, es un violento y la reacción de una mujer que está siendo sometida. Siempre se busca, desde el periodismo, dibujar las cosas y no nombrarlas como son. Hay un tipo que ganó plata sacando el tema de lo tóxico, ahora se puso de moda y todos hablan de eso. Yo me intoxico con una comida en mal estado, no con un tipo que me violenta psicológica o físicamente.

 

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