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"El Reino": el arte de forzar milagros

Una historia con mensaje predecible, como cancionero de misa y un elenco de primeros nombres que quedó desperdiciado, la serie no termina de cumplir las expectativas generadas.

Por Astrid Moreno
| 10 de abril de 2023
Foto: Gentileza.

“Dame, Cristo. Dame el fuego de tu amor", interpreta el pastor Bastian, uno de los nuevos personajes de la segunda temporada de "El Reino". Sin embargo, lo único que se prende en llamas, a modo de purgatorio poético —además de la inesperada, pero atrapante actuación de Juan Ingaramo—, es el país.

 

En esta realidad no tan alternativa, que sucede varios años después de la primera temporada, Emilio Vásquez (Diego Peretti) finalmente es el presidente de Argentina. Cada vez más lejos de la iglesia, pero no de su fe titánica, encuentra nuevos fieles de uniforme verde y mano dura que prometen ayudarlo a purgar la nación. A pocas semanas de haber cumplido 40 años de democracia ininterrumpida, la producción escrita por Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro sirve como una radiografía y un buen recordatorio de lo que es, y fue, un golpe de estado.

 

Como recalcó la escritora luego de las fuertes críticas de las iglesias evangélicas en la primera temporada, “El Reino” no es una serie de religión, sino de poder, y una de sus herramientas es la fe que mueve montañas, pero también agita y controla a las masas al ritmo de un pegajoso cancionero que confeccionan unos pocos. En un esfuerzo de remarcar que no es una agresión directa a la religión es que entra el personaje de Tadeo Vázquez (Peter Lanzani), quien está a más de una “s” de distancia de su antagónico, el presidente. Demasiado pronto se definen los roles que desempeñará cada uno y los obvios destinos y rumbos que tomarán.

 

Tadeo es una especie de vocero de los pobres y defensor de la bondad divina que refleja el otro lado de la iglesia: la del pueblo. Obviamente se convierte en líder y guía sin quererlo mientras ayuda en protestas obreras, reclama por niños de la comunidad de los pueblos originarios que fueron asesinados por la Policía y ayuda a exponer las violaciones a menores ejercidas por el presidente.

 

Por oposición está Emilio, un pedófilo que se enriqueció ilícitamente y llegó al poder de forma muy dudosa. Peretti es el primer actor desperdiciado de la serie, con su habilidad para hacer escenas dramáticas y comedia, el solo hecho de que fuera un pastor evangélico abría un abanico de situaciones en las que podía lucir estas facetas y de las que solo se vio un destello. En cambio, quedó disminuido por una fascinación enfermiza que tenía con uno de los jóvenes que abusó y a quien calificaba como el mesías.

 

Los únicos destellos de humor estuvieron bien explotados en Ingaramo y su versión cuartetera y moderna de ser pastor con temas pegadizos y outfits metalizados. Por fin una producción argentina contrata a un verdadero cordobés para interpretar a un personaje de esa provincia.

 

La figura de Emilio quedó relegada por dos personas que lo rodean: su esposa Elena (Mercedes Morán) y el chofer (Diego Velázquez) —ellos tampoco terminan de tomar vuelo, no por falta de potencial, sino por malas decisiones y desperdicio de escenas—. Es la compañera del pastor quien siembra la mayor duda: cuánto de “La Iglesia del reino de la luz” fue construido en una genuina creencia y cuánto forma parte de una estafa, el mejor ejemplo es cuando explica que, en ocasiones, la iglesia fuerza algunos milagros para fortalecer la fe. Además, es al único personaje que vemos rezar en solitario.

 

Nada más sorprenderá de los protagonistas y acá es donde la doble P tomó el camino fácil y uno que se venía deconstruyendo: el malo lo será hasta el final y el bueno, también. En cambio, las sorpresas de la serie de Netflix recaerán en lo paranormal y los milagros de Tadeo que, rememorando sus inicios crismorenescos, demuestra que con la bondad todo se puede, incluso revivir una flor con solo tocarla.

 

Rubén Osorio (Joaquín Furriel), el infiltrado del gobierno de Estados Unidos que le maneja la comunicación a Emilio, se lleva el resto de las escenas inconexas y paralelas a la historia principal; tiene visiones, las personas a las que asesinó lo persiguen. Mientras el país y su construido presidente bananero se viene a pique, él se pasa casi toda la serie acosando a su psicóloga.

 

“El Reino” se presentó con una temática que, por la gran aparición en los últimos años de iglesias evangélicas en Argentina, capturó rápidamente la atención del público. En el transcurso de la primera temporada la historia cobró un rumbo interesante, pero nunca llegó a explotar; la esperanza renacía en esta segunda, y última, tanda de capítulos

 

Si algo dejó como enseñanza, es que la fe es lo último que se pierde (o casi). Bendiciones, hermanos.

 

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