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Así vale la pena que te roben

La murga que ganó el concurso del carnaval uruguayo este año cantó sin tapujos sobre la pobreza, la gestión de Luis Lacalle Pou y la despreocupación estatal sobre un tema preocupante: la salud mental.

Por Miguel Garro
| 27 de marzo de 2023
Foto: Internet.

El espectáculo inigualable que es el carnaval uruguayo consiste, además, en una competencia cultural que mide la actualidad y la ironía; el vestuario y la inventiva; la poesía y el maquillaje, y la música y la escenografía. En esa globalidad, Asaltantes con Patente, la murga que lleva 95 años en la categoría, obtuvo el primer puesto este año y revalidó su firme propuesta. En 2022, había conseguido un triunfazo.

 

Con una obra repleta de ironía que tiene a la pobreza y la salud mental como ejes, el conjunto consiguió el decimoquinto título de su historia y se convirtió en la segunda murga más ganadora del certamen montevideano, detrás de la histórica Patos Cabreros, que lidera la tabla con 16 primeros puestos. Para conseguirlo, tuvo que aventajarse a La Gran Muñeca, la murga que este año repatrió al gran Eduardo “Pitufo” Lombardo y convenció a Pablo “Pinocho” Routin —un reconocido cupletero que llevaba algunos años alejado de los tablados— y a otros títulos con peso en el concurso como La Trasnochada, Curtidores de Hongos y Queso Magro. Aunque tuvo el camino un tanto despojado por la decisión de Agarrate Catalina de no participar en la competencia para hacer gira por todo el continente.

 

Asaltantes con Patente debe su nombre a una banda delictiva comandada por el argentino Miguel Arcángel Roscigna, uno de los primeros anarquistas expropiadores del país, que en 1928 (el mismo año en que nació la murga) cometió un violento asalto en una casa de cambio de pleno centro de Montevideo con tres personas asesinadas como saldo que causó una inmensa conmoción en la tranquila capital uruguaya. Desde entonces, y pese a lo chocante de su denominación, la murga se convirtió en una de las preferidas de la gente.

 

El show que presentó para el concurso 2023 se llamó “¿Quién da más?”, a propósito de la idea de los remates que la sociedad uruguaya vive en la educación (hay en marcha en el país vecino una polémica reforma educativa), la economía y, sobre todo, a los ojos de la murga, en la salud mental.

 

Con el humor como punto de partida y de llegada, en el espectáculo se menciona también la injerencia de los medios de comunicación en un muy divertido cuplé que enumera muchas de las noticias que se dieron en Uruguay y el modo en que una fue tapando a la otra. Otro de los temas que se exponen es la relación entre las clases sociales más pudientes y las menos beneficiadas.

 

Siempre con el canto y el grito como expresión, los textos encuentran muchas coincidencias entre ricos y pobres: ambos bandos tienen abonos a DirecTV, crían a muchos hijos, tienen un televisor grande, se casan entre parientes, hacen ayunos intermitentes, son muy creyentes, consideran “muy robable” a la clase media y gozan de muchos subsidios y beneficios otorgados por el Estado.

 

Todo lo que dice el coro está expuesto en un marco poético que se inicia en una primera frase de la presentación tan hermosa como dolorida: “Garganta de sueño roto/ jurándole amor a la luna llena” es el literario inicio de una aventura que a partir de ese momento se despliega en un mundo de color, brillo, serpentinas y compromiso social.

 

Los responsables escénicos del espectáculo son Germán Medina, figura medianamente conocida en Uruguay por su labor como conductor de programas televisivos, y Maximiliano Pérez, murguista de profesión que en la medianía de su edad logró la consagración luego de años de trajín. Ambos son los pilotos de una nave que nunca descarrila y que se está acostumbrando a ganar los primeros premios del carnaval.

 

El momento serio de “¿Quién da más?” estuvo apuntado a un tema que preocupa especialmente en Uruguay. Aunque la murga se dio tiempo para bromear con las sesiones de los psicólogos y lo que cobran, la aparente despreocupación que el Estado manifiesta por los pacientes con patologías mentales fue expuesta con un canto que tuvo la cualidad de erizar la piel. Puede que esos tres minutos de canción gritada hayan sido lo mejor de todo el carnaval montevideano, lo que es mucho decir.

 

Una murga con tanta historia debió recorrer distancias no solo temporales, sino también espaciales. Fue así que en 2013, Asaltantes con Patente llegó a San Luis para brindar su show, que había ganado el carnaval de su país en la última consagración antes del doblete actual.

 

Aquella formación era un cuadrazo que tenía entre sus filas a Marcelo Pallarés, un histórico murguista con años de experiencia que todavía pasea su voz por el carnaval; Pablo Aguirrezabal, notable cupletero que obtuvo el premio como figura máxima de carnaval; Pablo Riquero, por entonces director y arreglador de la murga, con una incipiente carrera solista, y Álvaro Imbert, actualmente en Agarrate Catalina, entre otros.

 

La actuación fue un fiasco que debió suspenderse por el frío cruel de aquel septiembre de hace una década, por los constantes cambios de escenarios que impulsó la pésima organización de la gestión que por entonces comandaba la delegación provincial del Instituto Nacional del Teatro y por la escasa difusión que se le dio a un momento que no se volvería a repetir en la historia cultural de la provincia.

 

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