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Beazley, protagonista de un retorno ansiado

El ferrocarril encarna una épica que lo diferencia del resto de los transportes. Tal vez porque sea el medio de locomoción que jugó un papel clave en la primera revolución industrial, pero debe haber algo más. Personas que pueden no conocer los avatares de la historia y del papel que jugó en los primeros años del siglo piden un deseo siempre que pasa un tren.

 

Es que resulta casi imposible no percibir su paso. No solo porque son moles de más de cinco mil toneladas que se deslizan con la certeza de una braquiosaurio ante la vista. Su paso remueve la tierra y le impone una cadencia que hace inerte cualquier intento de ignorarlo.

 

Tan notorio cuando está presente como cuando se retira. La historia de cientos de pueblos en Argentina lo testimonia. El paisaje parece ideado por un artista apocalíptico y reproducido por una copista en distintos puntos del paisaje nacional. Beazley, el botón de muestra.

 

El retorno se opone a la retirada de hace 30 años con la fuerza de la ilusión de los vecinos bisleños y de todos los pueblos que quedaron casi suspendidos cuando se dictó el “ramal que para, ramal que cierra”. Allí están esos sueños, a la espera de que el jefe de estación vuelva a tocar el pito anunciando la pronta partida del tren.

 

Los vecinos de Beazley nunca dejaron de ver máquinas y vagones. Pero vagones ciegos cargados con áridos, minerales o productos de manufactura. Sin embargo, nunca perdieron la esperanza del retorno del tren.

 

Son ilusiones de romper el aislamiento, de conocer otros pueblos y de ser conocidos por otros pueblos.

 

Los bisleños coparon la estación un martes a las once de la noche empujados por esa ilusión. Esta vez “aquella estación de pueblo” espera por un tren que va a llegar, contradiciendo la cueca “A mi pueblo ferroviario” de Pedro Palacios Guevara.

 

Ahora el sueño del retorno es una realidad que se aproxima. Los sueños siguen, pero distintos.

 

De la misma magnitud homérica del esfuerzo del motor para que una formación avance un metro, es la esperanza de los pueblos que quedaron a la vera de la vía. Una esperanza tan grande que en cada pensamiento se cuela el pensamiento de la vuelta.

 

Están los que sueñan volver con el tren. Ubicando al pueblo en el mapa de Argentina: Beazley, estación entre Justo Daract y Palmira del ferrocarril San Martín. Los que sueñan ver bajar de los vagones familia, amigos y turistas.

 

“Vamos bisleños que la esperanza/ quiere en tus sueños reverdecer”, entona Palacios. La vuelta de una formación con vagones de pasajeros empuja la esperanza de Beazley y de todos los pueblos protagonistas de la vuelta del tren.

 

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