16°SAN LUIS - Miércoles 24 de Abril de 2024

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El mensaje en "La ballena"

La película “La ballena” pega fuerte en el mentón como gancho de boxeador experimentado y galardonado. La cinta del oscarizado Brendan Fraser es una hermosa oda que invita a la reflexión sobre un tema cotidiano que golpea a los ciudadanos de cerca.

 

Charlie, el personaje interpretado por el actor, es un hombre gay, con obesidad mórbida y una escasa vida social debido a estos factores que lo hundieron en un oscuro túnel.

 

Si bien el tema de la obesidad es recurrente dentro de la trama, el círculo íntimo de Charlie no ve lo verdaderamente importante, que es la trama de la cinta: la depresión.

 

Apostado en un sillón, con poca movilidad física y hasta un trabajo realizado desde allí, el personaje está anclado en su océano sentimental, un Moby Dick en una marea de lágrimas.

 

El mensaje que transmite el director Darren Aronofsky no es otro que la dicotomía entre la depresión y la vida. La depresión paraliza, hunde la moral y perturba la estabilidad social. La depresión es dañina, no es nada nuevo.

 

Pero sí es novedoso algo tan sencillo, y que nunca hacemos, como el ponerse en el lugar del otro, en dar una mano y, sobre todo, escuchar. Las señales no siempre suelen ser claras y los pedidos de ayuda pueden estar escondidos en un manto de sonrisa forzada o lágrimas profundas. Entonces ¿de qué lado de la vereda se puede parar?

 

La película es triste, es cierto. Pero también cuenta con un mensaje de superación. El dar un paso adelante para modificar algo ya es un logro. Porque el primer paso es el fundamental, el más difícil y el único para generar un cambio. Depende de la persona misma, pero también de las señales recibidas por los terceros.

 

No por algo el filme ganó un premio al mejor maquillaje, porque Fraser realmente parecía un tipo obeso. Y celebro que se haya animado a contar una historia de esta naturaleza.

 

Es un relojito de principio a fin, en el que seguramente alguna lágrima se escape. Por el sentido compartido, por la lucha, por lo que sea. Las batallas se ganan combatiendo, más allá de los resultados.

 

No está mal hundirse para volver a salir a flote. Lo que no debería negociarse es la actitud. Mientras estamos de pie, siempre hay esperanzas de combatir. Y eso solo ya es una victoria por sí sola.

 

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