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La verdadera perpetua

Con los ocho jóvenes que mataron a golpes al estudiante de derecho condenados la Justicia cumplió su parte; ahora queda que la sociedad, los clubes deportivos y el estado se hagan responsables de su parte.

Por Astrid Moreno
| 13 de febrero de 2023
Fotos: Internet/Télam.

“Cuando vos salís, yo no duermo hasta que llegás a casa”. Esa es una de las frases más reproducidas por un padre a un hijo. El 18 de enero de 2020 Fernando Báez Sosa salió a bailar a un boliche de Villa Gesell; cerca de las 4:40 lo asesinaron a golpes ocho jóvenes ¿Cuándo volverán a dormir Silvino Báez y Graciela Sosa?

 

A casi una semana del veredicto que condenó a Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Luciano y Ciro Pertossi a perpetua y a Blas Cinalli, Ayrton Viollaz y Lucas Pertossi a 15 años de prisión por ser partícipes secundarios del homicidio; lo que parece significar un cierre del caso, una paz incompleta para la familia de Fernando y una respuesta al reclamo masivo e incansable de gran parte de la sociedad, es solo una pequeña parte del problema real y todavía más doloroso. Y es que la violencia entre jóvenes no termina con los ocho, mal llamados, rugbiers.

 

Con el veredicto aún caliente en los oídos y la imagen de Thomsen desmayado al enterarse de que pasará los próximos 35 años en la cárcel latente en la retina es pertinente preguntar ¿y ahora, qué?

 

“Graciela no sabe qué va a pasar, tenían la cabeza puesta en el 6 de febrero (fecha del veredicto). Después no saben qué será de sus vidas”, contó Fabián Améndola, abogado de los padres de Fernando e integrante del equipo de Fernando Burlando.

 

Por lo pronto, esporádicamente saldrán noticias de la vida de los jóvenes en la cárcel y cada aniversario del fallecimiento de Fernando los medios lo recordarán. Y también, según detalló el abogado, para la familia Báez Sosa, y para las miles de personas que marcharon o compartieron en sus redes el cartel homónimo, “Justicia es perpetua”. Silvino y Cristina continuarán con las medidas legales y el siguiente paso es elevar un recurso al Tribunal de Casación.

 

 

 

“Es terrible lo que nos pesa pedir una pena de prisión perpetua para unos pibes de 20 años. Lo que pasa es que tenemos muy en claro que, más allá de la edad, son responsables de una muerte. Duele tremendamente que se arruinen la vida matando a una persona, pero más nos duele la pérdida de la vida de Fernando”, sentenció Fabián.

 

Facundo Améndola, abogado e hijo mayor de Fabián, respondió acertadamente a la familia de los  entonces imputados cuando dijo en los alegatos: “No venimos a curar dolor con más dolor, como dijeron. Si no a curar dolor con justicia por Fernando Báez Sosa”. Y el Tribunal pagó, a medias según la familia de la víctima, su deuda en nombre de la Justicia. Ahora, queda una mayor: la de la sociedad, la de los padres, los clubes deportivos y la del Estado.

 

A fines de enero de 2020 Graciela habló en los medios nacionales. Contó que su hijo había ingresado a la escuela de Derecho y que su ilusión era convertirse en un abogado como Burlando. Esto llegó a oídos del profesional quien contactó a su equipo. A los pocos días, Fabián se reunió con la familia Báez Sosa y, desde ese momento, el estudio entero se puso a disposición de los padres y del caso.

 

Sobre los tres años que estuvieron junto a Silvino y Graciela, el abogado resumió: “Fue un recorrido largo, se forjó una relación que va más allá de lo profesional. Hemos acompañado en todo lo que pudimos y entendimos qué necesitaba la familia. Transitamos junto con ellos tantas cosas al punto tal que no puedo decir que me duele como a ellos, porque es algo que solo podés imaginarte, pero estamos muy cerca”.

 

 

El segundo viaje de egresados

 

Hace ya varios años que Villa Gesell es considerada por los adolescentes como un “segundo viaje de egresados”. En Buenos Aires, los jóvenes que finalizan sus estudios secundarios organizan unas vacaciones con sus amigos en la ciudad de la costa atlántica. Durante todo el año es un destino más familiar, pero la segunda quincena de enero la suelen copar jóvenes de entre 17 y 20 años que alternan sus noches entre los varios boliches de la zona.

 

“Nos caracterizamos por recibir una gran cantidad de jóvenes, somos el tercer destino turístico del país. Entre los chicos hay modas y costumbres. Generalmente alquilan un departamento y se van solos”, comentó Gustavo Barrera, quien es intendente de Villa Gesell desde 2015.

 

En la temporada, en la costa atlántica, se establece un operativo denominado “De sol a sol” y consta de la distribución de policía local, efectivos de la provincia y equipo de salud en puntos estratégicos. En los lugares bailables la presencia policial es constante.

 

El volumen del despliegue se calcula según la cantidad de turistas que se esperan ese año. Según informó Barrera este verano, a pesar de que Villa Gesell es un punto convocante en sí, tuvo menos cantidad de turistas que épocas anteriores pero el intendente lo adjudica a otros motivos y no al asesinato del estudiante de Abogacía.

 

El día que mataron a Fernando había policías en la Avenida 3 y Calle 102, frente al boliche Le Brique. “En el operativo estaba diagramado ese espacio. El crimen sucedió en simultáneo al momento en que la policía fue llamada por otro hecho de violencia que sucedía a la vuelta del local. Cuando regresaron ya se había producido el asesinato”, recordó Barrera.

 

La pelea había iniciado dentro del establecimiento bailable, los patovicas echaron a los 11 jóvenes y a Fernando, una vez fuera este último había dado por terminada la pelea. Sin embargo, a los 15 minutos ocho de ellos volverían para matarlo a golpes.

 

Cinco días después del crimen de Fernando, Barrera decretó alcohol cero en la playa, la calle, estadios, eventos culturales y recreativos y los espacios públicos. Tampoco podía consumirse dentro de los vehículos. Ese mismo día, el 23 de enero, Sergio Berni, ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, supervisó un operativo que concluyó en el cierre y clausura de Le Brique.

 

“Nosotros no hemos, todavía, emprendido alguna medida contra el boliche y no sé si será una intención de los padres de Fernando. Sé que el municipio echó mano para que se clausurara. De todas formas, esto tiene que ser un llamado de atención para los boliches, no puede ser que ante una pelea se la saquen de encima echándolos a la calle”, reclamó Améndola.

 

El local reabrió brevemente en febrero de 2020 y luego volvió a cerrar. En la actualidad el espacio está en desuso. Tres años después, en la fachada aún se observa el cartel con el nombre de la disco; en la pared negra que lo acompaña está escrito en amarillo: “Justicia x Fernando”.

 

“Todos queremos que se haga justicia. Acá el caso generó una gran conmoción, nuestro municipio da servicios turísticos y la idea que tenemos los gesellinos es que aquellos que nos visitan vengan a divertirse y a pasarla bien. Lo último que queremos es que suceda una muerte”, remarcó el Intendente.

 

Las peleas a las salidas de los boliches se convirtieron en una constante. Según informó Claudio Izaguirre, titular de la Asociación Antidrogas de la República Argentina, en el país suceden cerca de 90 peleas o ataques en grupo por día. La mayoría de ellos a la salida de un local bailable.

 

“Este número se potencia en época de vacaciones porque todos los días son sábados. Entonces, todos los días vemos estos eventos que terminan en el hospital o en las casas con los chicos molidos a golpes. El problema es que cada vez que ganan una pelea se envalentonan y ya no alcanza con darse piñas sino que, además, el ‘enemigo’ no se debe levantar”, remarcó Izaguirre.

 

La muerte de Fernando remitió a los puntanos a un hecho muy parecido sucedido el 28 de julio de 2002. Ese día, un estudiante llamado Fabio Bea tampoco se levantó más. El joven fue asesinado a golpes en la puerta de un boliche de la calle Ciudad del Rosario con una mecánica muy parecida a la usada por los condenados de Villa Gesell. Una patota que tenía como cruel pasatiempo atacar a jóvenes en las noches lo golpeó con tal fiereza que le provocó la muerte.

 

El asesinato del joven causó una reacción instantánea y por entonces inusual de la sociedad puntana, que salió a la calle a reclamar justicia en marchas que fueron multitudinarias y que comenzaban en la Universidad Nacional de San Luis y terminaban en el edificio del Poder Judicial.

 

En simultáneo, se reforzaron los controles de los locales nocturnos lo que llevó que algunos tuvieran que cerrar durante varios fines de semana y se estableció más seguridad policial para los horarios de salida.

 

 

La culpa es de los ¿rugbiers?

 

Es complejo, si no imposible ya, encontrar el momento en el que se apodó a los ocho condenados como “rugbiers”. Ya sea como una forma fácil de englobarlos o con el objetivo de encasillarlos dentro de un estereotipo: el pibe con dinero y con cuerpo prominente, capaz de crear una defensa irrompible o de romper a golpes una vida; se coló tanto en la mente de la gente que el deporte comenzó a ser señalado.

 

“Que practiquen rugby es una circunstancia que realmente no hace al caso, podrían haber jugado al fútbol. El tema es que, evidentemente, hay algunos grupos minoritarios dentro del deporte que son de salir en grupo y patotear, pero no son asesinos. El deporte no tiene nada que ver, son dos cosas que hay que diferenciar muy bien”, comentó Améndola.

 

En febrero de 2020, la Unión Argentina de Rugby (UAR) anunció un programa de control de las violencias, que luego distribuyó en las 25 uniones del país, para erradicar la violencia en el deporte. Constaba de varios ejes: violencia, violencia de género, abusos, bullying, acoso, discriminación y el abuso de alcohol y sustancias. Estaba dirigido a jugadores, entrenadores, dirigentes, referís, asistentes, colaboradores y padres.

 

Desde la Asociación Sanluiseña de Rugby evitaron dialogar con El Diario pero Ignacio Campos, presidente del Chancay Rugby Club, explicó en qué consistió el lineamiento que arribó desde la UAR hace ya tres años y a pocos días del crimen.

 

“Se bajaron protocolos para todos los clubes, formamos equipos de asistencia psicológica y deportiva, realizamos capacitaciones y actividades en familia y como institución. Trabajamos en la formación integral, además de como deportistas, de personas con valores”, detalló.

 

El concepto de familia es una de las raíces más llamativas del caso por varios motivos. Primero por la corta edad de los agresores, Luciano Perto-ssi, por mencionar uno, era apenas mayor de edad al momento de la golpiza; segundo, los constantes reclamos de los padres de los condenados que adjudicaron al acoso mediático, y no al accionar de sus hijos, el perder empleos y contraer enfermedades; y tercero, la falta de empatía que tuvieron con Silvino y Graciela.

 

“La responsabilidad, entiendo yo, penalmente no la tiene ninguno, los que actuaron fueron sus hijos y por eso ellos estuvieron sentados ante el Tribunal. Ahora, como padres, evidentemente hay una responsabilidad porque no pueden estar ajenos a las conductas que venían desarrollando sus hijos, desde hacía un tiempo en adelante. En el juicio se dejó en claro que ya habían agredido físicamente con anterioridad. Esas situaciones de una escalada de violencia importante no te pueden ser desconocidas”, resaltó el abogado de la familia Báez.

 

En los alegatos, los ocho jóvenes pidieron disculpas, algunos se animaron a nombrar a Fernando y a su familia. Otros, como Thomsen, lo hicieron más generalizado. Ninguno asumió la responsabilidad y argumentaron que no tuvieron intención de matar.

 

Sobre qué sintió la familia de Fernando, el abogado respondió: “No hubo disculpas sinceras ni sentidas o dirigidas siquiera a la familia de la víctima. Cuando uno pide perdón, porque cometió un error e hirió a alguien, a quien se dirige es justamente a la persona que te tiene que disculpar porque querés sacarte esa culpa de encima. Acá los imputados se dirigieron al tribunal y sus expresiones tuvieron que ver más con un pedido de clemencia por la eventualidad de la pena que otra cosa”.

 

Améndola tiene tres hijos, Agustina, Federico y Facundo, todos ellos son abogados. Este último fue quien analizó todo el material de los teléfonos de los rugbiers. Gracias a eso pudo identificar a Tomás Colazo y en dónde estaba parado al momento del ataque. Además, detectó en un video a Luciano Pertossi mientras le pegaba a Fernando, lo que permitió calificarlo como el octavo agresor.

 

Es por eso que se ganó el derecho de sumarse a los alegatos. Allí pronunció la replicada frase “queremos curar dolor con justicia” que le generó a su padre orgullo y le dio la seguridad de haber criado a una buena persona.

 

“Cuando me dicen que cualquier hijo nuestro puede haber sido Fernando o uno de los rugbiers yo digo que es mentira. Ningún hijo mío haría eso, que esté involucrado en una pelea puede ser pero nadie, con dos dedos de frente, puede pensar que darle patadas en la cabeza por un minuto a una persona que está desvanecida en el suelo se puede naturalizar como una pelea común. Eso es un asesinato”, sentenció.

 

 

No es otro nombre más

 

Micaela García, Justina Lo Cane, Brisa Barrionuevo, Omar Carrasco y, el más reciente, Lucio Dupuy son algunas de las víctimas que, por lo trágico de lo sucedido, marcaron un punto sin retorno en la historia del país. Actualmente, esos nombres remiten a leyes y amparos para evitar que otros u otras sean vulnerados.

 

“La conmoción pública que causó el asesinato de Fernando es el síntoma de un problema que está sufriendo la sociedad. Esta exposición tiene que generar, sí o sí, una modificación a partir de la intervención de las autoridades públicas”, reflexionó Améndola. Y prometió: “Nosotros vamos a trabajar para que no exista otro Fernando”.

 

Para el presidente de Chancay Rugby Club que un niño, un adolescente o un joven esté dentro de un club deportivo es igual a uno menos en la calle. Ignacio está convencido que los establecimientos deportivos, independientemente de la disciplina, son los espacios adecuados para canalizar la violencia, inculcar valores y educar el carácter.

 

En coincidencia, el intendente de Villa Gesell aportó: “Hay que explicarle a los chicos el valor de la vida y la integridad física, no vale la pena pelearse cuando la idea es que se vayan de vacaciones y se diviertan en paz. Es mucho más complejo lo que está pasando como sociedad y ahí la cuestión es más amplia porque tiene que ver con la familia, los clubes y la política”.

 

Ojalá el nombre de Fernando Báez Sosa no se pierda en aniversarios o que se recurra a él solo para añadir a las futuras acciones de los ocho condenados; ojalá que sea sinónimo de justicia; ojalá que resuene en los oídos de cada joven del país que piense siquiera en golpear a otro; ojalá que su nombre no se calle como silenciaron su vida.

 

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