15°SAN LUIS - Sabado 27 de Abril de 2024

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Soñar vale la pena

Match 64. El último. El que todos quieren jugar y al que apenas llegan dos equipos.

 

Estoy sentado en el balcón del fútbol mundial: block 508, pupitre 190 del sector A. Primera fila de prensa. Vista al centro de la cancha. Alfombra roja imaginaria. La realidad supera la ficción.

 

Los hinchas albicelestes cantan y los franceses miran asombrados. También gritan los europeos, pero no se los escucha.

 

De las gargantas criollas y de las internacionales que alientan por nosotros, hay un 'Muchaaaachos...' que traspasa.

 

Argentina juega y sonríe.

 

Scaloni planifica y Deschamps sufre.

 

Pase de acá, de allá... y de allá para acá. Hay profundidad y el rival casi no visita la casa de "Dibu".

 

Hay dos goles en el primer tiempo y un paseo lucido de futbolistas que juegan elegante y marcando presencia.

 

Hay una sensación de disfrute que invade el Lusail Stadium.

 

Si algunos disfrutan, hay otros que sufren y esos son los que empuñan banderas azules, rojas y blancas.

 

Hay más toques y más minutos que pasan. Pero también hay un equipo, del otro lado, voraz. Y en un par de zarpazos aplaca a las bestias de celeste y blanco.

 

La “Scaloneta” vivió 80 minutos en cielo y en los 10' finales pasó al infierno, sin parada intermedia.

 

Nadie entiende nada. Las miradas no ven. Los oídos no escuchan.

 

El final de 90 minutos llega. Pero no es el final. Hay que seguir. Y lo que sigue son 30’ de puro vértigo. Se jugó el alargue con el corazón en la mano y la cabeza en el delirio.

 

Volvemos al éxtasis con el 3-2 y regresamos al dolor en el 3-3. Todo en un rato. Un rato que no pasa en un rato.

 

Soy una de las 88.966 personas que están en Lusail Stadium, en la final de todos los tiempos. Y escribo que todo estaba escrito. No hay forma que haya sido casual. Bajó Diego escoltado por el "Tata" Brown y José Luis Cucciufo, y a los tres les dio el último empujón el "Búfalo" Funes. Así entramos en ese mano a mano de once pasos que pone a los arqueros en pared de fusilamiento. A casi todos les pasa, menos a "Dibu", que se agiganta y se apodera de la escena.

 

Y la final al final termina. Y al chico 10 le sacan la única foto que le faltaba.

 

Los corazones salen del cuerpo y se abrazan con el alma, y luego de flotar en el aire espeso de Doha regresan juntos, y juntos vuelven en forma de grito, emoción y llanto.

 

La noche mágica de Lusail, la del 18 de diciembre de 2022, cohesionó al pueblo argentino como una identidad.

 

Todo el país fue uno solo. Todos por una vez quisimos lo mismo.

 

En la sala de prensa nos juntamos una banda de periodistas argentinos que saltamos, nos abrazamos y festejamos. Los colegas del mundo filman y dejan paralizado el momento en sus lentes fotográficas.

 

Ahí andan los compatriotas, caminan inflados y flotando por calles de nubes en el cielo terrenal de Doha.

 

Voy de madrugada por The Pearl, la magnífica isla artificial de Qatar. Viajo con los pies en la tierra y con la bandera de Argentina, unas de las tres que llevé al Mundial, flameando y haciendo las veces de capa, y al paso todos felicitan por el logro futbolístico. Cuando digo todos, es todos: nadie ajeno a la bandera de la patria de Messi.

 

A un año de aquello... aún tengo la imagen de "Dibu" Martínez abriendo su pierna izquierda y evitando la amargura deportiva.

 

Todavía veo a Leo Messi acariciando y besando la copa. La copa que mira y toca. La Copa que deja loca a toda la República Argentina.

 

La pelota que mandó Montiel a besar la red gloriosa, aún anida en fondo de la casa de piolas.

 

En el ambiente qatarí los jeques seguirán siendo los dueños de todas las decisiones. Pero el alegrón y la marca registrada que les dejó Messi y la Selección valen tanto como las toneladas de barriles de petróleo que vieron emerger a su nación.

 

Viajo en el tiempo y esa noche tiene el eco de la sonrisa y de la felicidad Argentina.

 

Entro en shock... Scaloni se llevó la bandera… la que le di antes del primer partido, que es la misma que llevó empuñando y mostró en la conferencia de prensa tras ser campeón mundial.

 

Esa bandera viajó con el plantel rumbo al festejo en Argentina.

 

San Luis, de alguna manera, viajó con ese símbolo en la delegación.

 

Me duermo y sueño… sueño que somos campeones del mundo.

 

Me despierto y pienso… pienso si no es un sueño.

 

 

 

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