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La flor de lis, María Magdalena y los Templarios

Uno de los símbolos que más ha llamado la atención a lo largo de la historia es la flor de lis. Es muy común verla en rejas, en esculturas e incluso muchos la portan en dijes o anillos, sin conocer en profundidad el sentido del ícono.

 

Hay quienes la atribuyen a la realeza francesa, ya que antiguamente se aplicaba en escudos y se asociaba en particular al rey Luis VII, en el siglo XII. Sin embargo, ahondar en la noción del símbolo arroja datos más reveladores.

 

La flor de lis representa al lirio, que a su vez rememora a María Magdalena, la discípula de Cristo que dejó enseñanzas centrales en el plano espiritual, pero que al mismo tiempo fue silenciada y hasta tergiversada por el devenir político, social y religioso.

 

María Magdalena fue la primera persona que vio a Jesús resucitado y en la fe se la reconoce como apostolorum apostola (apóstol de apóstoles). De hecho, es considerada santa por la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa y la Comunión Anglicana. En el año 2016, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó un decreto por el que se elevó la celebración de Santa María Magdalena al grado de fiesta en el calendario, por disposición del Papa Francisco.

 

La “madre de madres”, como se la honra en distintas corrientes, también es clave para la filosofía y la espiritualidad de distintos sectores del gnosticismo.

 

En este sentido, varios consideran a la flor de lis como un símbolo divino. En ella se grafica la trinidad y la unión del cielo y la tierra. Distintas escuelas espirituales remarcan que cuando Jesús le comunicó a María Magdalena que llegó su hora, le dejó encargada la misión de transmitir la sabiduría; esa sería la clave de la flor de lis. Pero, ¿qué relación tiene con los Templarios?

 

La Orden de los Pobres Compañeros de Cristo del Templo de Salomón (en latín Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici), cuyos miembros son conocidos como los Caballeros Templarios, nació en 1118 (obtuvo reconocimiento papal en 1129); fue creada por 8 caballeros y 1 fundador. Surgió con el fin de servir a la cristiandad y proteger a los peregrinos que iban a Tierra Santa.

 

Llegaron a Jerusalén recién tomada por la primera cruzada y sin ninguna objeción, les permitieron ocupar el predio del viejo Templo de Salomón, que fue destruido por el general Tito en el año 66 después de Cristo (justo 33 años tras la crucifixión). Sobre ese espacio sagrado para las religiones abrahámicas, arrancó una fascinante historia de misterio.

 

Los Templarios mantenían la dualidad. Eran monjes y guerreros, protegían o destruían. Una suerte de yin y yang; eran místicos y sabían que había un mundo paralelo. Desde muy adentro en la historia, la flor de lis tuvo protagonismo en la orden.

 

María Magdalena es patrona de los Templarios y a ella se atribuye la flor de lis. Además, en una época donde el patriarcado dominaba, los caballeros la reivindicaron. Para la orden, la cabeza piramidal del movimiento cristiano naciente, desde los esenios y los primeros gnósticos, era María Magdalena.

 

Si bien la historia oficial dice que los Templarios se disolvieron en 1312, distintos teóricos aseguran que en realidad lo que caducó fue el reconocimiento papal; en ese momento, la orden pasó a ser una sociedad secreta. Así, al día de hoy los caballeros mantienen vivo el fuego de la flor de lis. La siguen usando en distintos elementos y conforma el estudio místico central de su desarrollo espiritual.

 

Indefectiblemente, cada vez que veo la flor de lis ya no la miro con los mismos ojos neófitos.

 

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