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El aire joven le sienta bien a la actividad agrícola ganadera

Juan Bautista Casale tiene 25 años y proviene de una familia de productores y docentes. Nació en Justo Daract entre animales y cultivos. Actualmente es el presidente del Ateneo de CRA.

Por María José Rodríguez
| 15 de enero de 2023
Justo Daract. En el establecimiento El Porvenir su familia produce soja y maíz. Fotos: Juan Andrés Galli.

Un viento caliente arrollador soplaba en el establecimiento “El Porvenir”, en Justo Daract. La ubicación geográfica exacta en la que nació hace 25 años y creció Juan Bautista Casale, un joven con futuro prometedor en el mundo agroganadero: solo le queda rendir la tesis en la Facultad de Ingeniería y Ciencias Agropecuarias de la UNSL, para convertirse en ingeniero agrónomo; forma parte del  Ateneo de la Sociedad Rural Río Quinto, pero además, preside el Ateneo de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).

 

“Arranqué en 2010 en el Ateneo de la Asociación Agrícola Ganadera de Justo Daract, de la mano de mi papá. Era la primera vez que se formaba, así que fui parte de la comisión fundadora”, cuenta Casale, sentado en un mesón del comedor de su casa.

 

Atentos y con una sonrisa de orgullo por el presente del joven estaba su familia. Los pilares fundamentales de tanto esfuerzo y compromiso. Su papá es Rubén José y es productor, acaba de jubilarse como profesor de la escuela agrotécnica en la que dio clases durante 35 años.

 

La mamá de Bautista se llama María Cecilia Morino, es profesora de Lengua y Literatura. “Yo acompaño cuando puedo en todo lo que hacen”, afirma y cuenta que da clases en dos colegios secundarios, uno de ellos es la escuela agraria María Auxiliadora, además adelanta que inició los trámites de la jubilación.

 

 

Todos juntos. Rubén José  Casale es la cabeza de la familia junto a María Cecilia Morino, sigue Bautista y su hermano Mateo.

 

 

El último, pero no menos importante es Mateo, que tiene 22 años, y cursa segundo año en la misma carrera que su hermano mayor. En diciembre, estuvo en pleno período de exámenes finales. “Somos muy unidos, somos de ir juntos de un lado para el otro”, dice Bautista orgulloso de su hermano menor. Mateo reconoce que “al principio de la carrera no podía decidirme, estaba entre Veterinaria y Agronomía, del ámbito rural me gusta el rubro ganadero entonces decidí ser ingeniero también”, expresa.

 

 

Inicios del presidente del Ateneo

 

“A los 13 años no tenía mucho conocimiento, mi papá fue quien me llevó al Ateneo de la Sociedad. Iniciamos con actividades solidarias, éramos varios chicos de la misma edad que tirábamos para adelante. Ahí estuve hasta que terminé la secundaria, me fui a estudiar a Villa Mercedes y tuve que dejar el Ateneo”, cuenta y sigue: “Estuve enfocado en la carrera hasta 2019. Cursaba quinto año y disponía de más tiempo, así que decidí sumarme al Ateneo de la Rural Río Quinto, ahí fui vicepresidente. Al año siguiente y en plena pandemia me eligieron como presidente, hacíamos pocas actividades. En 2021, me eligieron como presidente del Ateneo Cartez, que es el de la confederación. Este año, que fue todo presencial, nos planteamos visitar las rurales y confederaciones, considero que el sentido de pertenencia se genera así. Compartimos con otras juventudes, la de la Sociedad Rural Argentina, la de Coninagro y la Federacion Agraria, tres entidades del  gremialismo agropecuario. Coordinamos reuniones, capacitaciones y participamos en la agenda de mayores de CRA”.

 

Con las ideas y los objetivos súper claros, Bautista afirma que los ateneos son espacios que benefician a las instituciones en todo sentido: “Se nota cuando una rural tiene este tipo de espacios y cuándo no. Los jóvenes renuevan el espíritu de los organismos y brindan perspectivas a futuro. Somos los que organizamos capacitaciones, generamos recambio y ayudamos a que las intituciones crezcan. Buscamos que haya permanente formación, experiencia y trayectoria. Mejores conocimientos, dan solidez y trascendencia a las sociedades rurales. Además  proponemos nuevas ideas y formas distintas de ver la realidad. Actuamos como un complemento, pero, sobre todo, aprendemos de los grandes también”, expresa convencido.

 

 

Los recuerdos. Bautista cuenta que pasó los primeros siete años de su vida entre animales, cultivos, y subido a un tractor.

 

 

Con la agenda llena de viajes y compromisos, el joven casi ingeniero, asevera que lo que le preocupa a la juventud actual es la inestabilidad económica, la falta de seguridad, de reglas claras en la política y la falta de seriedad en muchos aspectos. “Este es un país que sufre la inflación, el dinero no alcanza, antes se podía pensar en comprar un vehículo, una propiedad e iniciar un proyecto de vida, ahora eso es casi imposible, la situación es muy dificil y considero que por eso muchos se están yendo del país, lamentablemente”, expresa.

 

Además, según pudo observar, “lo que nos preocupa y nos da tristeza, es el tema del arraigo, nosotros nos quedamos en Argentina porque consideramos que es importante sumar, sentimos que el país puede mejorar, pero se tienen que dar muchas cosas que por hoy no se están dando, la corrupción es una enfermedad con la que hay que lidiar. Son muchos los compañeros de la carrera que deciden irse del país”, asegura.

 

 

Para recibirse de ingeniero agrónomo le falta rendir la tesis que se basa en un estudio de biodiversidad, en el que el foco está puesto en los insectos en el cultivo de maíz.

 

 

Los primeros siete años de vida de Bautista transcurrieron entre animales y cultivos en establecimiento familiar, El Porvenir, ubicado en Justo Daract. “Estoy empapado del funcionamiento del sistema productivo, es una de las mejores cosas que he vivido. Recuerdo que después de esa edad iba a la ciudad y volvía con mayor fluidez, pero desde chico estaba arriba de tractores, caminaba entre los cultivos y las vacas. Entonces vas desarrollando una capacidad y tomándole el gustito a las actividades del agro”, indica, y reconoce que los últimos tiempos sus actividades “no me han dejado acercarme al campo. Amo la actividad y siempre estoy para darle una mano a mi papá o a mi tío, en lo que sea”, expresa.

 

Con los codos apoyados en la mesa, recién llegado de Río Cuarto, disfruta de un queso, un salame elaborado por su padre y un vaso de gaseosa bien fresquito.

 

“Tenemos un campo ganadero netamente en el sur, cerca de Martín de Loyola, hacemos cría y recría bovina, de la raza aberdeen angus colorado, negro y tenemos algunas caretas. Todo sobre pasturas naturales, implantadas y megatérmicas. El pasto llorón es la salvación en la que nos apoyamos y gracias a él funcionamos”, explica mientras el resto de su familia continúa concentrada en sus palabras, acompañándolo, felices de verlo nuevamente, el joven sonríe y sigue su relato: “El establecimiento está ubicado en una zona semiárida y el suelo es arenoso, poco productivo, con escasa actividad orgánica, las precipitaciones también son escasas, varían entre los 300 y 400 milímetros al año, ha ocurrido que en un año fueron solo 100 milímetros, se pone bien difícil”, afirma, y añade que son campos de grandes extensiones y con baja receptividad de animales, “ahí tenemos una 500 madres”.

 

Además en el sur producen “algo de alfalfa, la pastura se da en algunos espacios donde la napa está cerca de los dos metros de profundidad. “Generalmente la usamos de forraje, pero también se nos da muy bien la producción de semillas”, indica.

 

En la zona de Justo Daract trabajan específicamente soja y maíz, “en algún momento hicimos maní, pero hace varios años que no lo producimos. También cultivamos un poco de girasol. Todo en secano, ya que estos campos dependen exclusivamente de la lluvia, no hay sistema de riego instalado”, asegura.

 

 

El molino. El aire caliente soplaba en el establecimiento ubicado en Justo Daract.

 

 

Sobre una superficie de 540 hectáreas implantan, en cantidades iguales, maíz y soja. “Dejamos algo en el campo, destinamos una parte a los toros y a la etapa de recría, pero no llevamos al feedlot porque no se justifica hacer tanto movimiento. El engorde lo hacemos a corral, porque así lo requiere el mercado”, explica.

 

El joven reconoce que de todas las actividades rurales, no puede elegir una sola: “Me gusta la ganadería y la agricultura, el manejo de los animales, tener que arriarlos, vacunarlos, hacer el encierre, es lo que me llama la atención y me encanta hacer cultivo de cereales. Todo como lo que tenemos acá, más la protección vegetal, el manejo de plagas, aplicaciones y la implementación de extrategias para reducirlas. Me gusta todo lo que tiene que ver con protección vegetal, fitopatología y zoología, entre otros temas” Es algo que me llama mucho la atención”, dice.

 

También le gusta la innovación tecnológica aplicada a la producción, puesta al servicio de la eficientización de procesos y toma de decisiones, los detectores de malezas, “la tecnología en sí ha avanzado mucho el último tiempo y es fundamental para producir más y mejor. Son herramientas que tienen su costo, pero llegaron para quedarse. Si no son más accesibles es por el contexto país”, indica.

 

La relación que el joven tiene con su padre para trabajar es estrecha, “es muy buena, abierta a los cambios, nos deja participar e implementar nuevas ideas, le gusta que nosotros entremos al campo y le pongamos nuestra impronta”, expresa.

 

 

Las raíces de Bautista

 

“Históricamente el campo era mixto, hacíamos cría, recría en invernada y algo de agricultura, con el cambio de paradigmas a través de los años, el inicio de la siembra directa y el uso de agroquímicos, decidimos abocarnos a todo, por eso buscamos campos al sur”, recuerda Rubén José, el padre de Bautista y sigue: “Como profesional no me dediqué mucho a la agricultura exclusivamente, hemos hecho servicios, tengo sembradora, pero no pulverizadora ni cosechadora, solamente hacemos siembra”.

 

 

Dulce hogar. Recién llegado de Río Cuarto, Bautista recibió a la revista El Campo.

 

 

El padre de Casale cuenta que hace unos años, cuando el sistema productivo era más convencional, “decidimos extendernos hacia el sur, además alquilamos por un tiempo. Solíamos producir sorgo granífero e hicimos muchas hectáreas, después dejó de valer y dejamos de hacerlo. Lo que fuimos alquilando para hacer alfalfa, terminamos comprándolo. Ahora llegamos a la ganadería, yo me perfilo más a este sector”, asegura el hombre que también tiene ascendencia rural.

 

“El campo no es tan grande y quizás no alcance para que se desarrolle todo aquí. Primero estará la profesión y mis hijos aplican al trabajo del campo, en un futuro me imagino algo más intensivo. Si no, podrán trabajar en algo relacionado a la profesión y tener el campo como una opción para aplicar la experiencia”, concluye Rubén.

 

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