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Ramón "Tito" Guiñazú: una vida dedicada al servicio del cliente

Su primer trabajo fue en un taller de arreglos de calzado. A los 12 años ingresó a la tienda La Cholita. Después pasó a Julio Sport. Se jubiló tras 53 años. Llegó a ser uno de los empleados de comercio más antiguos de San Luis.

Por Johnny Díaz
| 25 de septiembre de 2022
Guiñazú disfruta del retiro. "Me jubilé después de muchos años. Ingresé a Julio Sport cuando tenía doce años". Fotos: Martín Gómez/Gentileza.

"Cuando era chico, quería ser zapatero", dice Ramón Fidael "Tito" Guiñazú, exempleado de una casa de venta de ropa sport y uno de los trabajadores del ramo con más años en la actividad.

 

"Sí —agrega—, vivíamos a dos cuadras del taller de zapatería de los hermanos Salomón, 'Chichi' y Carlos, dos excelentes personas, jugador de fútbol uno y boxeador el otro. Yo era alumno de la Escuela Rivadavia y cada vez que pasaba por ese taller —ubicado en calle Ayacucho—, el aroma de cueros y tintas me atraía enormemente".

 

"Nací en una casa humilde y de trabajadores. De chico quise ayudar a mis padres, por eso le insistía a mi madre que quería trabajar y ella me mandaba a estudiar. Pero encontré la forma de que me acompañara a pedirles trabajo a los dueños del taller de compostura del calzado. Era un niño pero tuve la suerte que me aceptaran, ganaba unas buenas monedas y todas las propinas eran para mí; me venían muy bien para ayudar. Era poco, pero para mí era importante", dice con humildad.

 

En familia. Con su esposa y sus hijas en un recuerdo familiar.

 

"Con ellos aprendí a lustrar y a teñir zapatos. 'Chichi' colocaba medias suelas y tacos, Carlos era el costurero, un verdadero especialista. Me enseñaron a estar detrás de un mostrador. Cuando llegaba un cliente para teñir algo, Carlos o ‘Chichi’ le tomaban el trabajo y quien los empezaba era yo: los limpiaba, les pasaba un trapo con alcohol para desteñirlo, ponía la tinta y los acercaba a un mechero para el secado; después de la pomada, les sacaba brillo. Quedaban como nuevos, era un trabajo muy artesanal".

 

Audaz y con ganas de progresar, Tito, quien nació el 12 de junio de 1956, se iba con regularidad al centro, tenía curiosidad por conocer y fue así que llegó a la tienda La Cholita, propiedad de la familia Lazarte, y de forma audaz pidió trabajo. “Los dueños, al ver mi osadía y mi interés, me tomaron. Quedé como cadete. Al poco tiempo Julio se independizó para abrir Julio Sport y yo me fui con él; tenía 12 años", recuerda hoy.

 

 "Era un niño y me gustaba lo que hacía. Siempre me trataron bien, me ayudaban y fui como de la familia, en el buen sentido de la palabra. Con mi primer sueldo me compré una bicicleta pistera marca Hispano France. Recuerdo que tenía semitubo, muy de moda por esos años. No lo podía creer, era mi sueño. Así fueron pasando los años. Tuve varios compañeros de trabajo, entre ellos José Luis, Eva y Yoli, pero la que estuvo más años en la firma fue Olga Rosa Falcó de Álvarez. Compartimos muchos años en la empresa, ella había ingresado antes que yo, ahora debe estar gozando de su jubilación".

 

Tito recuerda que por esos años el negocio era visitado por mucha gente del interior de la provincia, ayudado por la cercanía de la terminal de ómnibus de San Luis. Llegaban de Luján, San Francisco y de varias localidades del norte, como también de Beazley y Zanjitas. "A veces venían y pedían ojotas o zapatillas y lo que realmente querían era alpargatas. Había que asesorarlos, darles una mano. La firma vendía una gran variedad de telas y mucha ropa de campo. Sombreros y bombachas Ombú de un paño o de dos: las de un paño eran angostas, las de dos, anchas. También vendíamos de Acrocel pero eran más para vestir. La gente del interior, el verdadero gaucho, usaba mucho el sombrero negro de paño y compraban de ala corta o de ala ancha. Eran otras épocas, obviamente".

 

Y agrega: "Otra prenda que tenía mucha salida eran las largas fajas negras, de buena trama y tejidas. Según decían los criollos, esas fajas servían para proteger los riñones, posibles hernias, de abrigo para la cintura y hasta de defensa en casos de peligro".

 

Elegante. Tito y una fina estampa en la década del 70.

 

"Con el tiempo, muchas de esas prendas dejaron de venderse o su venta disminuyó. Hoy ha vuelto la moda gauchesca, por lo que la firma puso énfasis en la venta de ropa sport, camisas marca Polo y jeans Palo; también Lewis, Ufo Lee y toda la línea de vaqueros far west, como se les decía antes. Existen otras marcas, pero creo que esas eran las de más salida", agrega risueñamente.

 

"Hace poco tiempo me jubilé después de más de 53 años de trabajo, siempre en la casa de Julio Lazarte. No dejo de pasar siempre por el negocio, voy un par de horas por la mañana, no puedo olvidar que ahí pasé gran parte de mi vida y tengo muy buenos recuerdos. Pregunto si necesitan algo. Siempre estoy, es como una terapia".

 

Ramón, más conocido por Tito, dice llevar una vida tranquila rodeado de sus seres queridos y de sus amigos. “Como buen jubilado, aprovecho de disfrutar de mi señora, de mis hijas, mis yernos y de mis nietos: Genaro, Juan Ignacio y Santino. En ocasiones nos vamos a El Volcán, donde mi hija María Eugenia tiene una casita. Allá pasamos los fines de semana, aprovechamos a hacer un buen asadito y por las tardes, unos buenos mates, siempre acompañados de mis yernos: Martín Romero y Juan Quiroga, de quienes rescato la buena onda. Son muy buenas personas, no tengo nada que decir", cuenta.

 

En la escuela. Alumno de 4º grado de la escuela Rivadavia.

 

Tito se está recuperando de un problema cardiaco: no hace mucho le colocaron un desfibrilador interno después de una larga y costosa operación. "Gracias a Dios me siento muy bien, no puedo hacer tareas pesadas, pero llevo una vida normal", señala tocándose el pecho.

 

"Me operaron en el hospital Sagrado Corazón, en Buenos Aires, a través de Osecac, mi obra social, en plena pandemia. En todo momento me acompañó mi esposa y estoy en franca recuperación después de haber sorteado algunos inconvenientes propios del posoperatorio".

 

Cuenta que el inconveniente que tuvo pudo haber ocurrido cuando fue al baño del hotel donde se hospedaba con la intención de ducharse y sufrió un resbalón. “Al hacer un movimiento raro o difícil, el desfibrilador sufrió algún problema. Creo que fue aquel resbalón en el hotel y comencé a sentir fuertes puntadas en el pecho, a la altura de la tetilla izquierda. Fui una consulta con el doctor Cordero y después de unos estudios vieron que se había desprendido un pequeño cable de la cajita que es el desfibrilador. Informamos a la obra social lo que había pasado y tuve que ser intervenido nuevamente, pero esta vez en la clínica Aconcagua de Villa Mercedes". Tito explica que por los controles sanitarios de la COVID-19, los traslados debían ser programados y con las autorizaciones correspondientes, pero que nunca tuvo inconvenientes mayores: "La operación demoró más de cuatro horas y al otro día me dieron de alta por el tema de pandemia. Y acá estoy, muy bien de salud y con los cuidados del caso”.

 

En acción. Tito seleccionando ropa antes de armar una vidriera en su lugar de trabajo, una empresa familiar muy arraigada en la ciudad de San Luis.

 

Tito, hijo de María Herrera y de Ramón Fidael Guiñazú, tiene seis hermanos: Francisco (“Pancho”), Oscar, Alejandro (“El Negro”), Julio y Gloria.

 

Finalmente, entiende: “A mi familia, a mis amigos y a mis patrones nunca les fallé, ellos fueron buenos y cumplidores, y yo también. Me siento bien y en paz en todo sentido. No me olvido de mis amigos del bar, con quienes comparto siempre un café acompañado de largas charlas y discusiones bien intencionadas. Soy un agradecido de la vida y a mis colegas les deseo un excelente Día del Empleado de Comercio”.

 

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