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Los nombres del odio: dolores individuales que son colectivos

La contracara de las paredes que gritan tanta violencia que  hasta dejaron a otros y a otras sin voz. 

Por Astrid Moreno
| 15 de mayo de 2022
En las paredes. El Centro Cultural Casa Azul tomó un fragmento de la placa vandalizada en memoria de la joven trans asesinada y la puso en su fachada. Foto: El Diario.

La fachada de Casa Azul es la de una casona antigua ubicada en el centro de San Luis, un gran contraste con los pensamientos modernos y revolucionarios de quienes la habitan. En el flanco derecho de la puerta de ingreso hay una placa. Está rota, incompleta y a la mitad; está fragmentada entre aquellos que la quebraron y quienes tomaron esa pieza y la resignificaron. Lamentablemente, hay más de un mármol de distancia entre unos y otros. “Montoro” y “(t)ravesticidio” todavía se pueden leer.  No bastó con matar a Azul, sino que también había que asesinar cualquier registro de su existencia. Nunca hay suficiente fuego para consumir al odio.

 

Este martes es el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia. Hasta el 17 de mayo de 1990 la homosexualidad era considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una enfermedad mental. Ese día el organismo la retiró de la lista, pero no de las mentes. Suprimir el nombre de un papel no elimina años de violencia, física y verbal, permitida y hasta justificada.

 

Pablo de Cruz es psicólogo y asesor en salud de la Defensoría LGBT en la Ciudad de Buenos Aires y de la Federación Argentina LGBT (Falgbt). El especialista definió que los conceptos homofobia, transfobia y bifobia no provienen del constructo de la salud mental, sino que son tipos de violencias “basadas en el rechazo, la intolerancia y la agresividad respecto con lo diverso, distinto y aquello que no hace espejo en nuestra propias prácticas, formas de vida y de gozar”.

 

Según las últimas investigaciones del Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, hubo 53 casos registrados (asesinatos, suicidios y violencia física) en Argentina durante el primer semestre de 2021. El 1,86 por ciento de los casos ocurrió en San Luis. Esto la posiciona entre las tres provincias con menos ataques hacia las diversidades junto a Misiones y Santiago del Estero.

 

De los 53 crímenes de odio, el 76 por ciento corresponde a mujeres trans (travestis, transexuales y transgéneros); en segundo lugar, con el 11 por ciento, están los varones gays; luego, con el 9 por ciento de los casos, le siguen los varones trans; y por último, con el 4 por ciento, las lesbianas. Del total de los casos, doce de ellos fueron asesinatos: ocho de mujeres trans, tres a varones gay y un varón trans.

 

El odio a quienes viven libremente sus preferencias sexuales e identidad de género no estará justificado en una lista de la OMS, una organización tan atrasada como sus integrantes, sino que aparece en las paredes de la ciudad de San Luis, a través de grafitis que gritan “tragasables” y “putos”,  pero que esconden violencia; en la cara ensangrentada de Leo García que circuló por las redes sociales el año pasado luego de que un grupo de hombres le diera una golpiza al grito de “homosexual”; y, en las amigas y compañeras de Azul Montoro que quedaron en la zona roja de la ciudad de Córdoba. Una de ellas, hace poco fue rociada y prendida fuego por “trava”. El abogado de la defensa la trató de “él” en el juicio.

 

También está en las últimas palabras del asesino de Montoro. “Como hombre me encantan las mujeres, no me gustan los homosexuales, no tengo nada en contra de las mujeres, ni de los que están ahí atrás (amigas trans y trabajadoras sexuales de Azul)”, dijo Fabián Alejandro Casiva el 22 de agosto de 2019, cuando hizo uso de sus últimas palabras ante el jurado luego de pedir disculpas a la familia de Azul por haberla asesinado. Ese mismo día lo condenaron a cadena perpetua por el cargo de femicidio.

 

Dos años antes, el 18 de octubre de 2017, Fabián fue a la zona roja de Córdoba, donde trabajaba Azul, la contrató por sus servicios de acompañante y juntos se fueron en moto hasta el departamento de la joven. En algún momento de la interacción y, según sugiere la investigación judicial, el asesino se negó a pagar por el servicio. Tomó un cuchillo, que hasta el día de hoy no fue encontrado, y la apuñaló 17 veces.

 

“Le perforó la tráquea y le cortó uno de los pómulos entero. Azul estaba tirada, boca abajo y semidesnuda, lo que quiere decir que él seguramente quiso acceder carnalmente, pero no lo logró porque la víctima no tenía signos de acto sexual”, detalló Tomás Aramayo, abogado de la familia de Montoro, en diálogo con Tinta Violeta.

 

El caso de Azul generó un ruido distinto y un cambio, quizás no para los que están ahora, sino para los que van a venir (Tomás Aramayo- abogado de la familia de Azul Montoro)

Fabián robó el teléfono de la víctima y lo utilizó para burlarse de los posteos de dolor de los amigos y familiares de Azul, que acababan de encontrar a la joven trans muerta en su departamento. “Le cabe”, escribió en uno de ellos y reaccionó con emojis de risas.

 

El primer juicio lo declaró como inimputable; pero Tomás, quien tomó el caso ad honorem como querellante particular a través de la familia, objetó y pidió una nueva pericia. El asesino utilizaba hace años un certificado falsificado de esquizofrenia para evadir a la Justicia.

 

Luego de una nueva pericia, la Justicia sentenció que el acusado era plenamente consciente de sus actos. Lo declararon imputable y la fiscalía fue por el cargo de femicidio, y no travesticidio.

 

“No hace diferencia en la sentencia, en ambos hubiera recibido cadena perpetua, lo que tiene de alguna manera simbólica es el reconocimiento: que a una persona que quería ser mujer desde niña la ley la trate como tal”, resaltó Tomás. Algo que remarcó como poco frecuente en la Justicia, un lugar al que describió como estanco y violento hacia la mujer.

 

El caso de Azul hizo historia. Por primera vez, en Córdoba, se usó la figura de femicidio para el crimen de una mujer trans. El abogado recordó a la perfección la declaración de la madre de la joven: “Dijo ‘ella siempre fue una nena desde el día uno y yo nunca se lo prohibí. La apoyé desde que tenía cinco años a llevar ese camino, yo la vestí de mujer y le enseñé a pintarse”.

 

 

“Poner mi cara ensangrentada en las redes sociales fue la mejor defensa”

 

En noviembre de 2021, el cantante Leo García posteó en sus redes un video con el rostro ensangrentado. El artista denunció haber sido golpeado “por homosexual” en un bar de General Rodríguez, el partido bonaerense en el que vive. Según detalló, un hombre infirió que lo quería seducir y con sus amigos comenzaron a agredirlo.

 

“La golpiza fue tan fuerte que perdí la conciencia y nunca supe quiénes fueron. Debo admitir que tuve miedo. Han matado jóvenes afuera de un boliche, muchas chicas trans fueron asesinadas y la Justicia siempre oculta estas cosas”, contó y agregó que por este último motivo decidió no hacer la denuncia en la Policía, donde sentía que solo sería revictimizado, sino que utilizó las redes sociales para defenderse.

 

La víctima siempre se auto-acusa. Cuando me pegaron pensé que había sido por mi culpa, porque soy muy extravagante (Leo García- Cantane y compositor)

Sin embargo, lo que más le dolió fue lo que sucedió unos meses después. Leo ingresó como participante al reality “El hotel de los famosos”, pero debió abandonarlo por las burlas y agresiones verbales que sufría por parte de algunos de sus compañeros.

 

“Me hacían bullying por ser homosexual, uno de los participantes hacía ademanes como haciéndose el maricón, quebraba las muñecas y se reía”, contó y agregó que lo peor fue la minimización por parte de sus compañeros, quienes justificaban la violencia como una broma.

 

“No deja de ser una falta de respeto el hacer comentarios en ‘joda’. A mí la agresión verbal me dolió más que la física porque el trauma lo vengo cargando desde que soy chico. Siempre me discriminaron por ser diferente”, lamentó.

 

 

Lo que odian las paredes

 

¿Cuándo está justificado el utilizar las paredes? Luego de las marchas feministas es frecuente escuchar el “las paredes se limpian, las pibas no vuelven”. Y es cierto, pero también hace mucho tiempo que los muros de la ciudad piden justicia, gritan necesidades y, también, odian. La diferencia está en el para qué. Pedir por una vida podría ser un uso válido del espacio común, pero recurrir a ellos solo para agredir a otro u otra visto como distinto es, también, una forma de violencia y un crimen de odio.

 

En la madrugada del 9 de marzo de 2021, un día después de la marcha por el Día de la Mujer, una autodenominada “brigada mata progres” vandalizó la fachada del Centro Cultural Casa Azul. Pintaron con aerosol mensajes homofóbicos y antisemitas, rompieron un vidrio y utilizaron los carteles de la marcha para comenzar un incendio en la entrada al espacio. 

 

“En la práctica se los atribuimos a una agrupación que es ‘Por la patria San Luis’. Nunca hicimos la acusación formal, pero hay una causa federal abierta que todavía no llegó a nada. Se trata de gente que tiene una forma de pensar muy cerrada, donde lo diverso y lo que se sale a cierta normalidad no es tolerado y es atacado, como ser puto”, contó Martín Aragón, dueño de Casa Azul.

 

El año pasado, en el que fue el tercer ataque al espacio, Martín realizó la denuncia, ya que sintió que la agresión había ido un paso más allá. El dueño resaltó que no quiere que los agresores vayan presos, sino que se visibilicen los rostros de quienes violentaron el edificio.

 

En el último ataque, “la brigada mata progres” también dañó la placa en conmemoración a Azul Montoro que había en la plaza Pringles y llevó un fragmento al centro cultural. “Lo que hicieron fue súper simbólico, no era un ataque directo a Azul, sino lo que esa placa significaba. Cuando salí estaba colocada como si fuera una lápida en la ventana”, contó.

 

Tras el asalto, la Municipalidad de San Luis colocó una nueva placa en la plaza Pringles mientras que los integrantes de la casa cultural se quedaron con el fragmento vandalizado.

 

Si bien las agresiones son preocupantes, para Martín lo más importante es resaltar que el espacio sea visto como un lugar seguro, de inclusión y aceptación para la comunidad LGBT y las diversidades.

 

 

La contracara de la discriminación

 

¿Se puede revertir una conducta homodiante o transodiante? “Si una persona logra problematizar su rechazo es probable que mejore en la forma de abordar sus manifestaciones o actitudes. Pero también es importante ubicar el origen. La salud mental está en consonancia a actitudes de odio más que con el constructo de, por ejemplo, homofobia, cuando la palabra ‘fobia’ no tiene nada que ver”, respondió el psicólogo De Cruz.

 

El especialista también destacó que, en ocasiones, el victimario tiene tal desconexión con las consecuencias de su aversión a la diferencia que no admite la posibilidad de modificar su abordaje sobre el tema. Es por eso que las instituciones deben responder ante eso.

 

Por su parte, Leo García reflexionó: “Uno puede ser compasivo con el discriminador y decir le faltó cultura, educación o algo para reaccionar de ese modo, pero a veces es difícil. La libertad, la posibilidad al arte, el ser empático e inclusivo nos permiten entender del amor y yo creo que tiene que ver con buscarle la contracara a la discriminación”.

 

Los integrantes de Casa Azul son el claro ejemplo de lo que manifiesta el músico. En las tres ocasiones que el espacio fue vandalizado, hicieron una convocatoria para pintar la fachada, pero sin tapar los escritos violentos, sino resignificándolos. “Dimos vuelta el mensaje”, resumió Martín.

 

En el caso de los padres de Azul, la pérdida y el dolor son aún mayor. Hoy, cinco años después del asesinato, el abogado de la familia asegura que no tienen rencor hacia el femicida. 

 

“Hace poco vinieron a visitarme y la mamá me dijo: ‘Si mi hija murió por esto, será para algo”, contó Aramayo y finalizó: “Yo creo que es así. El caso de Azul generó un ruido distinto y un cambio quizás no para los que están ahora, sino para los que van a venir”.

 

 

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