SAN LUIS - Viernes 03 de Mayo de 2024

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Calderón Battini y el Escudo de San Luis

Su creación nació de una charla entre amigos. La madera de nogal fue traída de El Durazno. Más de cuatro años demoró su construcción. La pieza es única y fue tallada totalmente a mano.

Por Johnny Díaz
| 24 de abril de 2022
A los 84 años, el escultor mira el álbum de fotografías cuando hacía el escudo. Foto: Nicolás Varvara.

Los méritos muchas veces no son las medallas, los pergaminos o los diplomas... son el reconocimiento de la gente del pueblo", dice Alfredo Enrique "El Gato" Calderón Battini, al referirse al acto del lunes, celebrado en el Salón de la Puntanidad, en el que donó a la provincia un Escudo de San Luis de su autoría, tallado en madera de nogal.

 

Visiblemente emocionado, todavía recuerda la ceremonia en la que le agradeció a su amigo y exalumno, Alberto Rodríguez Saá, el reconocimiento de instaurar su creación en un espacio donde todos lo pueden visitar.

 

Hoy, a los 84 años, el profesor dice que todo comenzó en su casa, durante una charla entre amigos, en la que uno de ellos, Luis Amitrano, le sugirió que debía hacer algo que identificara a los sanluiseños y que quedara perenne en la historia local.

 

 

Detalles. El maestro, con su esposa Diana Mabel, frente a la inmensidad del escudo de madera de nogal.

 

 

“Así nació —revela— la idea del Escudo de San Luis. Había mucho para hacer, era un proyecto, pero nos pusimos manos a la obra. Aproveché que mi tío Juan Tomás Battini, secretario de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, tenía en un campo en El Durazno, con varios nogales".

 

"Traje todo lo que podía servir en una camioneta de un amigo y las dejé en el patio, las tuve un tiempo más para que se terminaran de secar; elegí esa madera porque es noble y buena", evoca en la tranquilidad de su casa de la calle 9 de Julio.

 

Con toda humildad, dice que nunca había hecho algo similar. “Jamás trabajé o tallé una madera, pero llegado el momento me sentí inspirado, con ganas y fuerzas para emprender semejante proyecto. Fue algo innato que me salió de muy adentro; Dios fue mi guía”, asegura.

 

 

Manos a la obra. El escultor, trabajando en la unión de los ramos de laureles.

 

 

“Así, en silencio y pensando cada paso a seguir, comencé a tallar, buscando siempre no equivocarme, pensando en nuestra historia, en nuestra puntanidad, con herramientas caseras, formones y gubias", sostiene y añade: "Llegué a tener más de 3 mil herramientas para trabajar la madera, hice hacer un aparejo con un herrero de apellido Ríos, quien tenía su taller en calle San Martín, entre 9 de Julio y Ayacucho".

 

"El Gato" rememora aquellos momentos haciendo figuras con sus manos como si quisiera dibujar la estructura metálica. "De alguna manera debía tener algo que lo sostuviera y lo pudiera girar. Además, colgarlo en el interior de un dormitorio que después se convirtió en un taller. No tenía ni un plano, todo estaba en mis manos y en mi mente, pese a que todos los días mis amigos aportaban ideas, pero yo seguía firme hacia lo que me mandaba Dios”, insiste sobre el inicio de la obra, que finalmente mide poco más de un metro noventa de alto por uno cuarenta y cinco de ancho, y tiene un peso considerable.

 

 

Con su esposa Diana Mabel. "Ella siempre colaboró y acompañó en todo el proceso del tallado".

 

 

Calderón Battini cuenta que cuando tallaba sus brazos no alcanzaban, por lo que tuvo que fabricar un caballete para hacer la cara del sol y las ramas de laurel, símbolo de la gloria, el poder y el éxito, hasta que un día vino el verdulero y mirando desde la puerta le dijo "parece que son ramas de verdad". “¡Bárbaro! me dije, y me di cuenta que estaba en el camino correcto”.

 

“Yo lo hice utilizando ideas propias, contra la luz y la sombra, esa era mi técnica. Hacía lo que mi mente me dictaba, mis secretos eran la paciencia y la perseverancia. Cada día que pasaba recordaba parte de nuestra historia. Pensaba que San Luis le dio más de 3.500 hombres a la gesta libertadora del General San Martín y que nunca más volvieron. Todo me servía, todo era útil para el cometido, ponía todo el empeño que es de imaginar”, puntualiza.

 

Diana Mabel, su señora, quien lo acompaña en todo momento, va aportando datos sobre la construcción de la figura. “Nuestras hijas eran chicas y siempre estaban al lado de Alfredo. Eran y son su cable a tierra. Además, en la casa siempre había alguno de sus amigos, quienes de alguna manera colaboraban”, reconoce.

 

El escudo fue inaugurado el 25 de agosto de 1979 en la iglesia Catedral, donde se escuchó el poema “Destino de luz”, de Juan Miguel Bustos, musicalizado y con arreglos corales del profesor Rafael Carlos Rosa. Durante aquella ceremonia, Calderón Battini manifestó: “En este pedazo de madera que un día Dios me dio les traigo a 3.500 granaderos que acompañaron al ‘Padre de la Patria’ para dar la libertad a medio continente. Eran mis hermanos, los puntanos. También representa al maestro puntano que, con una tiza en la mano, va a los cuatro puntos cardinales del país a enseñar a leer y escribir”.

 

 

En la galería de su casa, indicando una réplica del escudo.

 

 

Todo el proceso de la nueva ubicación del escudo lo llevó a recordar bien cómo se gestó. “Estuve cuatro años de mi vida golpeando y tallando esa noble madera, con todo el afecto y el cariño, y empujado por la fuerza de mis hermanos sanluiseños. Una vez que lo terminé, le dije a mi señora 'lo hice con toda la sinceridad posible, con la ayuda de Dios, que me dio sabiduría para tallar la madera, y con todo el cariño que me brindaron mis amigos y nuestro pueblo, tan noble, humilde y laborioso', recordando aquella gesta inolvidable del libertador San Martín".

 

El artista confiesa que hoy se le caen las lágrimas de la emoción inmensa que siente. "Nunca pensé que iba a recibir tanto cariño y afecto de la gente. Hoy siento que me puedo ir de esta vida satisfecho por lo que hice”, señala, con voz temblorosa.

 

“Hice la donación a la provincia. El obispo Gabriel Barba prestó su consentimiento y lo llevamos a un lugar donde no genere problemas. No quiero soldados ni armas cuidando esa obra, quiero la paz y la hermandad entre los sanluiseños, porque, en definitiva, somos todos hermanos. Hoy me siento pleno, satisfecho y agradecido al Gobierno de la Provincia por permitir que ese escudo que nos identifica tenga un lugar visible”, recita con orgullo.

 

El último lunes, en el Salón de la Puntanidad, se desarrolló el acto donde la obra fue colocada para que se pueda visitar. El movimiento surgió para ser exhibida en un lugar de fácil acceso, ya que la iglesia Catedral está en remodelación. La ceremonia estuvo encabezada por el gobernador Alberto Rodríguez Saá, quien, entre otras cosas, manifestó: “El escudo de Calderón Battini es determinante para esta representación simbólica. Están las sierras de San Luis, las sierras de todos. Tiene los dos venados, símbolo de nuestra fauna autóctona y de nuestra geografía; tiene esa pradera o ese valle que nos insinúa los ríos de San Luis, los arroyos cristalinos, y los laureles que le dan señorío y lo magnifican. Este escudo tan importante está en la historia de San Luis”.

 

Más adelante agregó: “Calderón Battini es un personaje de nuestra historia, de nuestro presente y de nuestro futuro. Este escudo está en la historia de San Luis, en la historia de un hombre que tiene un amor enorme por nuestro pueblo y es la representación más noble de nuestra puntanidad”.

 

El final estuvo a cargo del Sistema de Sueños del Arte y San Luis Lírica, que realizaron una interpretación coral del poema “Destino de luz”, una obra que compuso Bustos en la década del ‘70, en homenaje al escudo.

 

El escultor estuvo acompañado por el presidente de la Junta de Historia de San Luis, Raúl Fourcade, y el obispo de San Luis, familiares y mucho público. “Por un momento me sentí importante. Yo diría que los puntanos estamos bañados de gloria, lo comprobé después de más de cuarenta años en el Salón de la Puntanidad y agradecí en silencio tanta bondad por parte del Gobernador y del público que acompañó el acto, que me saludó y me aplaudió de pie como nunca antes”, se emociona.

 

Finalmente, dice: "Estoy orgulloso y satisfecho por lo hecho. Sé que de ahora en adelante mi obra será custodiada por mi pueblo y visitada por quienes no tuvieron la oportunidad de hacerlo desde que se inauguró, en 1979. Estoy en paz".

 

En otros momentos de su vida, Calderón Battini fue docente, juez de Paz, ciclista y jugador de snooker y también de básquet tanto en la Escuela Normal como en el club Universitario y en la selección provincial. Entre sus compañeros, recuerda al “Gallego” Blasco y a Petit de Mervelli. “Jugando éramos bravos. Mi orgullo me llevaba a definir los partidos en los últimos segundos, yo entraba y definía. Entrenaba solo en mi casa, donde había construido un aro y la pared era mi rival”.

 

También dice que se destacó jugando al billar en el Centro Comercial de calle Colón, entre Belgrano y Pringles, propiedad de los hermanos Sheppard, con quienes tiene una linda amistad que aún hoy perdura.

 

La familia de Calderón Battini está compuesta por su señora Diana Mabel Dato, sus tres hijas: María Laura, María Paulina y María Eugenia, y siete nietos: Ulises, Uma, Vito, Carmela, Rocco, Aquiles y Margarita. “Uno de ellos ya está en la universidad y eso es todo un orgullo”, saca pecho.

 

MM

 

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