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El dolor de una guerra que jamás debió existir y la necesidad de no olvidar

En la palabra del hijo de un excombatiente, la evocación de las vivencias de muchas familias.

Por redacción
| 02 de abril de 2022
Veterano de guerra. Edgar (Izq.), padre de Enzo, en el desfile de 2018. Foto Gentileza.

Enzo Marturano
Hijo de un excombatiente

 

¡Si quieren venir que vengan!, les presentaremos batalla". Así, con esas escalofriantes palabras, comenzó el inicio de una derrota ensangrentada que nunca vimos o que nunca nos imaginamos vivir. Y así comenzó también la caída de un gobierno militar que venía arrasando con sangre a todo un país que sobrevivía atemorizado bajo sus botas.

 

Escalofriantes palabras de miles y miles de soldados argentinos (entre ellos mi padre, Edgar Omar Marturano, uno de los tripulantes del gran destructor Hércules) que apenas sabían el significado de lo que era llevar una Bandera argentina. No sabían lo que realmente esas palabras subrayaban y el contenido que cargaban. Y lo peor de todo, no sabían tampoco hacia dónde esas palabras los arrastrarían. Pero ahí estaban, postrados enfrente de ellas y bajo sus órdenes, cargando consigo el deber de obedecerlas y cumplirlas. Pero también, cargando en sus mentes la duda, esa temerosa duda de pensar adónde irían, dónde estarían, cómo soportarían, qué comerían, si ganarían, o creo, como muchos pensaron (o todos) si volverían.

 

Detrás de ellos nos encontrábamos nosotros, muchos empujándolos con orgullo para hacer aún más fuerte un país. Otros, sosteniéndolos en sus brazos sin querer dejarlos ir. Pero nadie podía hacer ya nada. La misión estaba en la mira, lo que debían hacer y el rumbo hacia unas islas que nunca vimos y que nunca nadie en toda la historia argentina pisó ya estaba marcado para recorrer. Y así, un día como hoy, partieron, a recuperar algo que nunca tuvimos en nuestras manos y que no sabíamos si lo conseguiríamos. Ahí iban ellos, con el deber de lograrlo y con la promesa también de volver.

 

"Adiós, querido hijo, espero verte pronto", eran las palabras que más se llevaba el viento y se guardaba en cada uno. Todos, hasta la mirada de la esperanza que observaba de nuestro país, los despedimos mirándolos como héroes que iban a conseguir, a cuidar o a respaldar una soberanía, un respeto, un orgullo, un valor, un lugar, no sé cómo llamarlo, no sé cómo nombrarlo. Muchos que iban a buscar algo así, solo encontraron su muerte. Y los que no, solo trajeron una tristeza embarrada en sus trajes, un dolor marcado en sus heridas y en sus ojos una soledad mojada. Lo que más les pesaba y se reflejaba en ellos era esa derrota que traían en sus sueños rotos y en sus deseos desvanecidos, una derrota que venía doblada junto con una Bandera Argentina, aquella que tendría que estar hoy día flameando en los suelos de Malvinas. La traían de regreso, de vuelta a nuestro país.

 

"Nunca estuvimos ganando", dijo uno de nuestros soldados, mostrando en esa exclamación, un terror, un asombro, una realidad, un error, o más bien, un ejemplo a tomar de que esa guerra no debía existir nunca, pero existió. Así también como existió una derrota que nunca olvidaremos, la pérdida de unas tierras que tal vez nunca veremos. Y las cientos y cientos de muertes de aquellos jóvenes e inocentes soldados argentinos que mancharon con su miedo una bandera celeste y blanca. Aquellos jóvenes que nosotros mismos habíamos despedido mirándolos como héroes al partir. Al regresar, sin importar esos abrazos de reencuentro que se veían, muchas miradas habían cambiado en forma de desilusión, de culpa, de rencor, hasta de rechazo, cargándoles sobre sus hombros la explicación del porqué de nuestra derrota. No nos dábamos cuenta de que ellos no tenían la explicación, nunca la tuvieron, porque la explicación solo está en la forma que tenemos de vivir en este mundo, en el que el hombre se inclina siempre para el lado equivocado y hace siempre lo incorrecto.

 

A ellos solamente les fue arrebatada su libertad de la cama mientras dormían y les arrastraron su inocencia hacia un abismo que nunca pensaron vivir. Hasta el día de hoy estamos perdiendo el valor, la importancia, hasta el reconocimiento de eso, ¿y por qué? Será porque no estuvimos en sus botas, porque no miramos lo que sus ojos miraron, o será que no nos gusta vernos perdedores. Nos gusta vernos siempre ganadores y vencedores por el simple hecho de que somos humanos. La verdad no lo sé, pero lo que sí sé es que cada día que pasa nos estamos olvidando de sentirnos orgullosos por ellos y nos estamos olvidando de verlos como alguna vez los supimos mirar, como héroes.

 

No hay que olvidar que fueron ellos quienes se llevaron consigo sus sombras, que fueron ellos quienes se despidieron de nosotros en la luz y marcharon solos hacia la oscuridad para sentir miedo por nosotros. Porque fueron ellos quienes dejaron en nuestras manos sus pañuelos y llevaron consigo sus lágrimas cargándolas de llantos, esos que nosotros mismos mojábamos desde aquí. Nos dejaron a nosotros en la tierra y partieron solos a conocer el mar. Nos dejaron con nuestros sueños de esperanza en nuestras camas, mientras ellos tenían un lugar diferente embarrado de terror para soñar.

 

¿Qué más podría decir? Que fueron ellos prisioneros de llevar sus armas teniendo como condena soportar su sufrimiento. Hasta fueron ellos las víctimas de esa humillación frente a la derrota cuando volvían o cuando cayeron y no se levantaron jamás. Podría seguir diciendo mucho, pero creo que ya está claro por qué no hay que perderle importancia, valor y reconocimiento a ese horroroso encuentro que tuvieron nuestros soldados con la guerra. Porque si aún queremos demostrar que peleamos nuestra soberanía, que aún guardamos nuestro orgullo, que pedimos nuestro respeto, que respaldamos nuestro lugar, por qué no empezar por “no olvidar a nuestros héroes”, que lucharon para defender nuestra Bandera y en el momento de lucha éramos todo un país unido, porque lamentablemente parece que nos estamos olvidando de eso. Lo bueno es que aún lo podemos rescatar. Si queremos demostrar que somos un país unido, que tenemos memoria, que conservamos nuestra historia, en otras palabras, que aún somos argentinos, por qué no empezar primero a no dejar que nuestros héroes se conviertan en el olvido.

 

 

 Redacción  / NTV

 

 

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