La costumbre de vallar edificios públicos y privados en la ciudad está enraizándose, sin sentido. La primera experiencia fue en cercanía al 8 de octubre cuando comenzó en San Luis el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias. El motivo: custodiar las construcciones de un daño que finalmente no ocurrió.
Luego fue curiosa la instalación de vallas antimotines en edificios públicos y privados en la previa de la Marcha del Orgullo que se hizo el 12 de noviembre. Resultó extraño porque se trata de una manifestación que jamás provocó destrucción en ningún espacio.
Las estructuras volvieron a aparecer el fin de semana pasado cuando se realizó el 35º Encuentro Nacional de Mujeres. Resulta que la marcha ni siquiera pasó por edificios religiosos y judiciales emblemáticos.
El ministro de Seguridad justificó la medida: "Son una muy buena herramienta para que no se produzcan actos de violencia y nos permite tener el personal policial a resguardo, sin intervenir y sin provocar".
Las vallas volvieron el viernes, paradójicamente cuando las manifestantes salieron a la calle para el Día de la No Violencia Contra las Mujeres. De violencia precisamente se trata.
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