Qatar, la perfección redonda

Desde el aire, las aguas del Golfo Pérsico acomodan con su color turquesa el manto interminable de arena... y de repente ahí está, insolente, colosal y a estrenar; Doha, la ciudad del Mundial.

Qatar, que mutó en el tiempo y dejó la recolección de perlas por el negocio del petróleo y el gas, se fue agigantando con el paso del tiempo tras su independencia del Reino Unido, en 1971.

El país más rico del mundo parece recién sacado del envoltorio.

Huele a nuevo en cada espacio. Todo está pintado, decorado y acomodado en versión planeta fútbol.

La ciudad de Doha, cabecera de un país que se posiciona por encima de Egipto y Arabia Saudita, líderes históricos del mundo árabe, recibe a El Diario de la República a las 17 (las 11 en San Luis).

Ya es de noche en Qatar. La temperatura pega fuerte, con 30 grados. La pelota aún no se puso a rodar, pero fervor, emoción y adrenalina fluyen en el mismo sentimiento de ansiedad: que arranque ya.

Del inabarcable Aeropuerto de Barajas, en Madrid, al sofisticado de Hamad.

El brillo realza hasta lo simple. A cada metro hay un policía o un voluntario dispuestos a ayudar.

Con la visa de La Hayya, que es el portal de acceso al estado de Qatar (sin ese pase no hay luz verde), el transporte público es gratuito.

Subterráneos y micros parecen, o definitivamente son, a estrenar.

Todo es en torno al Mundial. Los pasamanos del subte tienen pequeñas y macizas pelotas de fútbol que se unen a los parantes verticales. Y en el centro de cada unidad los estandartes de metal simulan la forma y el contorno de la Copa del Mundo.

Tomamos el metro hacia el Khalifa Ind Stadium, uno de los 8 escenarios que albergará el torneo.

El viaje en subte es placentero. Se mezclan razas, culturas y dialectos como solamente el fútbol puede generarlo.

Una familia de galeses, papá y los tres niños vestidos con la casaca roja de los dragones que comandará Gareth Bale, contrasta con la kuffiyya que usan muchos hombres árabes (una especie de turbante que va en la cabeza) y el agal (el cordón negro que la sostiene).

Los varones anfitriones están ataviados por la thawb (túnica blanca que llega a los tobillos). Las mujeres musulmanas cubren su cuerpo y cabeza, y se cruzan en los pasillos con las occidentales, descontracturadas.

Cuando bajamos en la estación Aziziyah y las escaleras mecánicas llevan al exterior, emergen hoteles muy pulidos, un estadio fantástico y luces que le dan dinamismo a cada centímetro de aire, cielo y tierra.

Primeras horas en Qatar. Nos sentimos invitados al estreno de la ciudad futbolera. Todo es y está demasiado perfecto. Qatar, más que camellos y desierto... orden, magnificencia y glamour puestos al servicio del fútbol, el deporte pasión de multitudes y el mejor negocio para posicionar a una nación.