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Tras 36 días de internación, dos hermanas superaron el coronavirus

Como la menor tiene síndrome de Down, les permitieron entrar y salir juntas. Se aferraron a la fe y a la familia.

Por redacción
| 11 de julio de 2021
Listas para volver. Virginia, de 36 años, y Dolores, de 56, agradecieron el buen trato que recibieron del personal. Foto: Gentileza.

En un hogar del pasaje Juan José Paso, en el corazón del barrio Independencia, habita una de las tantas historias que ha escrito el coronavirus en Villa Mercedes. Ahí residen Dolores y Virginia Suárez, dos hermanas que también convivieron a lo largo de treinta y seis días de internación en el Policlínico Regional "Juan Domingo Perón", durante los que sufrieron los más crueles embates de la enfermedad. Y aunque todavía cargan con secuelas, lograron superar la peor parte y gozan de una renovada alegría por estar cerca de sus afectos.

 

El primer vínculo directo de la familia con el virus fue trágico. "El suegro de mi hija se contagió y al tiempo falleció", contó Dolores, la mayor, que tiene 53 años. De esa cadena de contactos estrechos, empezaron a aparecer los primeros síntomas en la casa y la incertidumbre de los hisopados, hasta  que finalmente llegó la confirmación de los positivos.

 

A los días, ambas tenían malestares y una fiebre constante. En el Hospital de Referencia "Eva Perón" les hicieron una radiografía y les diagnosticaron un principio de neumonía. Sin embargo, la mayor preocupación llegó cuando la médica de turno les midió los signos vitales. "Me tomó la saturación de oxígeno y me dijo que tenía que llamar a la ambulancia", contó. El aparato indicaba 58, cuando el nivel mínimo debería ser de 90.

 

Pero Dolores no quería internarse. "Yo tenía miedo porque decían que muchos morían, y era muy reciente lo del suegro de mi hija. Pero además, no quería alejarme de Virginia, no sabía quién la iba a cuidar", admitió. Sin embargo,  Vicky, como le dicen con cariño, quien tiene síndrome de Down y está bajo la tutela de su hermana desde hace 18 años, corría con la misma suerte: también tenía COVID-19 y necesitaba oxígeno.

 

La neumonía las afectó de tal forma que todavía deben usar oxígeno en su casa.

Cristina, la otra hermana de las mujeres, fue quien intervino para pedir ayuda. "Yo estoy muy agradecida con mi jefe del Plan Solidario y con el doctor Daniel José, quien es el responsable del Servicio de Emergencias Médicas Provincial (Sempro), porque yo los contacté a ellos y en una hora tenía las dos ambulancias en la puerta. Hicieron todo muy rápido", expresó.

 

Una vez que ya estaban en una de las salas del servicio respiratorio del policlínico, cuando transitaban el noveno día de la enfermedad, las cosas tampoco fueron muy sencillas. Porque si bien contaban con cuidados permanentes, Virginia no dejaba atenderse ni quería recibir los medicamentos.

 

El personal de salud autorizó entonces a que Cristina ingresara y se quedara con la chica de 36 años. Aunque estaba vacunada con las dos dosis, contó: "Yo le tenía mucho miedo al virus, durante toda la pandemia no me juntaba con nadie y trabajaba sola en una oficina. Pero cuando ellas estaban tan mal, no me importó arriesgarme. Me hisoparon tres veces y por suerte no me contagié".

 

A ella le tocó un calvario diferente, un sufrimiento que no tenía que ver con los malestares físicos, sino con el dolor de ver a sus hermanas en muy mal estado. "Estaban entregadas, no querían comer ni nada. Por eso, trataba de levantarlas, de que se movieran y animarlas", dijo. Los momentos más duros llegaban a la madrugada, y fue en esas horas que Cristina vio a Dolores descompensarse tres veces y otras dos a Virginia, a tal punto que pensó que las perdía para siempre.

 

La percepción de quienes estuvieron enfermas es totalmente distinta, porque no tienen pleno recuerdo de todos los días y los episodios se les confunden. Pero coinciden en algo: la estadía se les hizo eterna. Nunca tuvieron que pasarlas a terapia intensiva, pero necesitaron respirador artificial prácticamente todo el tiempo.

 

Tan afectados estaban sus pulmones, que hasta hoy, ya en su casa, las dos deben utilizar oxígeno en diferentes momentos del día para poder respirar mejor.

 

Amor fraterno. Cristina (con tapabocas) se internó con ellas para cuidar a la más pequeña de las hermanas. Foto: Luciana Iglesias.

 

Dolores se aferró entonces a la fe para salir adelante: "Cuando empezó la pandemia, rezábamos en familia por las almas que no pudieron despedirse de sus seres queridos. Pero últimamente siempre andaba a las corridas y había dejado de hacerlo. Entonces le pedí perdón a la virgen y le pedí que me diera otra oportunidad", relató.

 

Además, ambas manifestaron su pleno agradecimiento al personal del "Juan Domingo Perón", porque consideran que la atención fue excelente. "Todo el tiempo estaban pendientes y tenían mucha paciencia", dijeron.

 

El día del alta fue de pura emoción porque a pesar de que deben tener muchos cuidados, pueden estar juntos de nuevo. "Estoy muy feliz porque puedo estar reunida con mis hijos y toda mi familia. Y me enteré que voy a tener otro nieto", expresó.

 

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