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Científicos, productores y una relación asimétrica

Lo que se investiga, en general, no coincide con lo que demanda el agro. Apuntan a rendimiento, genética y calidad de grano; pero el productor pide control de adversidades.

Por redacción
| 28 de marzo de 2021
Preocupaciones. Los productores quieren más investigaciones sobre malezas. Fotos: Revista Ria/gentileza Lucas Vanesso.

El agro es un sector clave para la economía argentina, ya que provee cerca del 10% del PBI y es la principal fuente de divisas. Y sobre todo en los últimos años, la manera en que se lleva a cabo la producción agropecuaria se encuentra muy marcada por los avances del conocimiento científico. Van de la mano investigación y producción aunque, al parecer, no siempre es así.

 

Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) caracterizó, para las últimas dos décadas, la investigación científica vinculada al agro y analizó cómo acompañó la producción de los principales cultivos de granos. Los resultados mostraron que la ciencia abordó temas distintos a los que demandan los productores, por lo que sería necesaria una mayor coordinación entre ambos sectores.

 

 

En trigo, maíz y girasol, el país aporta trabajos de manera proporcional a su producción. En cambio en soja deberían ser más", dijo Diego Rotilli, docente de la cátedra de Ceralicultura de la Fauba.

 

 

“La producción agropecuaria siempre se nutrió de los avances de la ciencia. Por eso analicé las características del sistema científico y tecnológico agropecuario nacional, y observé su vínculo con la producción de trigo, maíz, soja y girasol. Por un lado, relevé los temas que las ciencias agrarias más investigaron, y por el otro, los temas que los productores más pidieron. Luego, los contrasté para ver si coincidían. Y la verdad es que hay diferencias”, explicó Diego Rotili, quien hizo el trabajo como foco central de su maestría en Agronegocios de la Fauba.

 

Rotili señaló que mientras que la ciencia investigó mayormente el rendimiento, la genética y la calidad industrial de los cultivos, un sector de los productores del agro requirió información vinculada al control de adversidades -plagas, malezas y enfermedades- y a la fertilización de los cultivos. 

 

 

Estudios. Las universidades son las más activas, pero el INTA siempre aporta lo suyo.

 

 

Los productores y sus necesidades
Para estudiar qué piden los asesores y los productores, Rotili examinó más de 15 mil consultas realizadas en el sitio Agroconsultas Online entre 2011 y 2019. A partir de la información, indicó que el control de malezas, plagas y de enfermedades dominó el pedido de asesoramiento en los cuatro cultivos. En soja y en girasol representó alrededor del 80%; en maíz el 62% y en trigo el 57%. En los tres primeros se consultó más por el control de malezas, y en trigo, por el control de enfermedades.

 

“Hay una demanda de los productores agropecuarios que sería muy bueno satisfacer. A futuro, lo ideal es tratar de generar espacios en los que los productores y los investigadores se junten e interactúen más y mejor. Responder a las inquietudes de los asesores y productores sería uno de los impactos positivos de la investigación científica argentina”, reflexionó Rotili, quien es docente de la cátedra de Cerealicultura de la Fauba, y añadió que hay muchas aristas más para examinar.

 

 

La ciencia tranqueras adentro
“Medí el impacto del sistema científico en temas agropecuarios, y lo hice en términos de publicaciones en revistas del área”, explicó Rotili, y agregó que tal impacto se relaciona con la cantidad y la calidad de los trabajos publicados. Resaltó que el mayor número de publicaciones se dio en trigo, maíz, soja y girasol, los más producidos en el país. En cuanto a los temas que más se abordaron en los trabajos científicos, si bien variaron en función de cada cultivo, en general el tópico más frecuente fue la genética vinculada a la determinación de los rendimientos.

 

En otro aspecto de la cantidad, tomó a los 10 principales países productores de trigo, maíz, girasol y soja, y analizó la relación entre el volumen de granos que aportan a nivel global y la cantidad de trabajos científicos que publican sobre cada cultivo.

 

“En el caso de trigo, maíz y girasol, la Argentina aporta trabajos científicos de manera proporcional a los volúmenes que produce, mientras que para la soja la relación es distinta. La Argentina a escala mundial es el principal exportador de harina y aceite de soja, y el tercer mayor exportador de grano, sin embargo solo genera el 3% de los artículos científicos”. Por eso sugirió que la investigación debería encarar más el estudio de la oleaginosa.

 

 

Las universidades nacionales, con la UBA a la cabeza, son las que más estudios publicaron. Luego siguen INTA y Conicet.

 

 

Por otro lado, Rotili afirmó que el país produce conocimiento de alta calidad. Por detrás del primer pelotón que conforman Estados Unidos y Francia, entre otros, la Argentina lidera un segundo grupo de países. Naciones que cuentan con niveles de producción de grano similares al de la Argentina, como Ucrania, Rusia e Indonesia, publican trabajos científicos de menor calidad. A partir de este resultado, Rotili consideró que las y los científicos argentinos conocen las estrategias para publicar estudios en revistas de primer nivel.

 

Rotili contó que entre 2000 y 2018, 175 organizaciones diferentes produjeron conocimiento científico agropecuario y remarcó que solo cinco generaron más de la mitad de los trabajos. “Las universidades nacionales, con la UBA a la cabeza, fueron las que más estudios publicaron. Luego, siguieron el Conicet y el INTA. También hubo numerosas colaboraciones con instituciones extranjeras de más de 80 países. En particular, con Estados Unidos, Brasil y España”.

 

A Rotili le llamó la atención la forma en que funciona la publicación de papers en la investigación agropecuaria: “Más que producto de una política institucional, parecería que en diferentes instituciones hay grupos de investigadores que producen mucho conocimiento”. Para finalizar, destacó que, a nivel general, la producción científica en las últimas dos décadas aumentó cuando el Estado invirtió más presupuesto en investigación y desarrollo agropecuario, y que, para el nivel de inversión destinado al sector, se producen trabajos científicos de gran calidad”.

 

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