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"Lo último que recuerdo son los golpes y su cara de odio"

Susana Quiroga evocó la paliza que le dio su expareja, José Jiménez, previo a arrojarla a un canal. Él es juzgado por el hecho.

Por redacción
| 18 de marzo de 2021
Llanto. Susana Quiroga declaró asistida por su psicóloga, Flavia Pereyra. Foto: Martín Gómez.

Lo último que recuerdo es que me empujó al canal, su cara de odio y sus manos hundiéndome en el agua. Después perdí el conocimiento. Lo recobré cuando un señor me sacó del canal, me sentó en el piso y empecé a vomitar agua", evocó Susana Quiroga y lloró sin consuelo. Todos los fantasmas que aún la atormentan parecen embestirla sin piedad cuando rememora la feroz paliza que le propinó el expolicía José Jiménez, el hombre de quien se había separado por violento, la mañana del 1º de enero de 2018, en Quines. Mientras ella hablaba, él la miraba con desdén, a través de una pantalla. Sigue el juicio en su contra desde el Penal.

 

Susana, una docente oriunda de Quines, contó que padeció violencia de género durante el año y medio que duró la relación. Esa madrugada de Año Nuevo él le propinó una andanada de trompadas y, luego de pegarle, la arrojó a un canal de riego, en las afueras de la localidad.

 

Jiménez —exsubcomisario— enfrenta un pedido a 13 años de prisión por “Homicidio en grado de tentativa agravado por el vínculo y por mediar violencia de género”. Ayer se desarrolló la segunda audiencia del debate oral que lleva adelante la Cámara Penal 1 de San Luis.

 

Jiménez escuchó el relato detallado de la víctima desde una oficina de la Penitenciaría Provincial, a través de videollamada. En la sala de debates orales estuvieron sus defensores, Diego de la Cruz Domínguez y Oscar Amado Vílchez. También estaban el fiscal de Cámara 1 provisorio, Maximiliano Bazla Cassina, la abogada de la víctima, Karina Mantelli, y los jueces Silvia Aizpeolea (presidenta del tribunal) y Jorge Sabaini Zapata. José Luis Flores, el camarista, participó de la audiencia por vía remota.

 

La intensa jornada contó con la participación de cinco testigos que estuvieron presentes en la sala: además de Quiroga declararon su psicóloga, Flavia Pereyra; los policías Diego Núñez y Franco Gil; el hombre que salvó a la víctima, Domingo Palacios; y Juan Manuel Valdez Quiroga, hijo de Susana. Otras dos personas dieron testimonio a través de videollamada: el médico de guardia que la atendió, Marcelo Roldán, y un sobrino, Ariel Becerra.

 

La actividad comenzó con la testimonial de Pereyra, la psicóloga que atendió a Quiroga luego de que ingresara herida y shockeada al Hospital de Quines. Ella la asistió y contuvo, y lo sigue haciendo en la actualidad. "Mi primera intervención fue el 2 de enero de 2018. Llegué y Susana estaba acostada en la habitación del hospital. Tenía sus labios hinchados, morados, la cara y el cuello súper hinchados. Eran uno solo. Y en su espalda y piernas había moretones por todas partes. Así estaba desde lo físico, pero en la faz psicológica claramente estaba en shock, producto de una situación de estrés postraumático. La noté confundida, en shock, con algunas lagunas mentales y en permanente estado de alerta. Había vivido una situación que la colocó en claro riesgo de muerte", explicó Pereyra. "Después del alta, ella continuó con el tratamiento hasta la fecha. Hoy sigue con evidentes muestras de estrés postraumático, sufre pesadillas, ataques de pánico y depresión", enumeró la psicóloga.

 

 

Cortó con él por violento

 

Tras las palabras de la terapeuta, la víctima estuvo cara a cara con los jueces. Con valentía, Quiroga comenzó a responder las primeras preguntas de la jueza Aizpeolea, pero revivir el hecho repercutió en sus nervios y la psicóloga Pereyra, que aún estaba en la sala, se sentó a su lado para contenerla. Unos sorbos de agua también ayudaron para que la mujer continuara su relato. "No éramos más pareja. Yo había decidido cortar porque él había mostrado rasgos de violencia contra uno de mis hijos y eso no lo permití. Tuvimos un año y medio de relación en las que fui víctima de violencia de género. Pero había decidido dejarlo y se lo conté a mi hijo menor. Igual, tras la cena de Año Nuevo, me escribió un mensaje amenazante por un emoji de un vasito de fernet que yo compartí por WhatsApp. Me dijo 'seguro vas a brindar con otro'. Le dije 'nada que ver'. Entonces me preguntó si podía venir hasta la casa de mi madre, donde yo estaba con mi familia, para saludarnos. Le dije que sí. Y vino. Brindamos y había venido mi hermano de Punta Alta que nos invitó a salir al boliche. Al principio dije que no. Pero como iba mi hermano con su pareja y un sobrino con su mujer, me convencieron. Fuimos todos y él vino con nosotros", recordó Susana.

 

"De inmediato, como hacía siempre, agarró las llaves de mi auto y manejó hasta el boliche. Allí bailamos y tomamos alcohol. Yo tomé, pero no como para perder el control de lo que hacía. Ya cuando bailábamos con mi cuñada, él se puso mal y me tironeaba del brazo. No quería que bailáramos en una mini plataforma que tenía la pista. En un momento mi hermano le dijo 'dejala que baile tranquila'. Todo el tiempo estuvo al lado mío, controlándome. Hasta que nos fuimos. Ahí se desató todo", evocó la víctima.

 

"Llevamos a mi hermano y a su pareja hasta la casa de mi mamá, y él quiso seguir hasta el hospedaje donde alquilaba, quería que nos fuéramos juntos. No acepté, le pedí que me dejara y se llevara el auto. Pero enfureció y comenzó a pegarme en el interior del auto. Me pegó trompadas en la boca, en la cabeza, en los brazos. Y con una mano me tomaba del cuello. Yo lo insultaba y le pedía que me dejara. Pero él siguió. Llegamos al hospedaje y sacó las llaves del auto. Me quise quedar arriba, pero abrió la puerta del acompañante y me bajó a tirones. Yo me agarraba de donde podía y lloraba y gritaba pidiendo ayuda. Me tironeó y me llevó adentro. Una vez allí siguió golpeándome, me defendí, pero ya tenía moretones. Me pegó en la cabeza y la espalda. Yo empecé a gritar pidiendo auxilio, que me dejara ir. Hasta que una mujer vecina escuchó y empezó a golpear mucho la puerta mientras preguntaba ‘¿Qué pasa?’. Cuando dijo ‘¡Abran o llamo a la Policía!’ me soltó, porque me apretaba muchísimo el cuello. Ahí logré zafarme y me fui corriendo, descalza, para la calle", narró mientras lloraba.

 

Con todos los presentes en silencio, Susana continuó su testimonio desgarrador. "Cuando salí corriendo miraba para atrás, para ver si venía. Miré y no vi a nadie. Por eso me frené y empecé a caminar. Me dolía todo. Cuando me di vuelta de nuevo, lo tenía detrás de mí. Quise huir, salir corriendo, pero él me empujó unas dos veces. Una vez en el piso, me tomó de las dos piernas y me arrastró. Me tomó del cuello y me llevó hasta el borde del canal. Me empujó para que me golpeara con el borde del canal, que venía lleno de agua. Yo no sé nadar y siempre le tuve terror al agua, él lo sabía. Lo último que recuerdo es que me empujó al canal, su cara de odio y sus manos hundiéndome en el agua. Después perdí el conocimiento", dijo entre lágrimas.

 

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