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Miriam Ávila, una jocketa que se acostumbró a ganar clásicos

Con una gran conducción llevó al triunfo a Liberty Tili. Sueña con el "Gran Premio Vicente Dupuy".

Por Daniel Valdés
| 17 de septiembre de 2019
Con el brazo en alto. Miriam con la sonrisa a flor de piel. Festeja la gran victoria que consiguió el domingo con Liberty Tili.

Cuando Liberty Tili cruzó el disco primera, a Miriam Ávila, su jocketa, se le pasaron un millón de imágenes. Se acordó de su infancia en La Ensenada, donde los caballos eran sus juguetes preferidos. De los viejos, burreros los dos. Del esposo, que la acompaña a todos lados. De toda la familia, la que siempre está. Una lágrima corrió por su mejilla. Hasta Bogador -su primer pingo y con quien festejó su primera carrera- se le vino a la mente.

 

Respiró profundo. Miró el cielo.  Apretó el puño. Levantó la mano y se fue a festejar con su gente.

 

Se impuso en muchas carreras, pero tenía dos sueños, uno lo cumplió el domingo, cuando se adjudicó el "Clásico Marina Lezcano". El otro por cumplir: el "Vicente Dupuy".

 

Y vaya paradoja del destino, cuando Miriam tenía 10 años miraba los recortes de los diarios donde salían todos los logros de Marina Lezcano. Hoy son amigas.  Y ganó una competencia con el nombre de su gran espejo en el turf.

 

Cuando comenzó a correr a los 19 años, seguramente habrá soñado con ganar muchas pruebas. Y son muchas las alegrías que le dio esta bendita profesión. Pero el trabajo no es solo estar en la silla de algún pingo. Es levantarse todos los días a las 6 de la mañana para ir al hipódromo a varear los caballos. No importa si hace frío o calor. Si es Navidad o Año Nuevo. Los pingos necesitan del día a día; y ahí está siempre Miriam. Al pie del cañón.

 

Baticorsa fue el mejor ejemplar que corrió. Tuvo la chance de viajar a Brasil para ser parte de un certamen de jocketas. A los 49 años todavía siente que tiene mucho para darle a esta profesión.

 

Los triunfos no le nublan la vista. Mientras habla se acomoda el cabello. Mira hacia atrás y se acuerda de esos días en La Ensenada. En esa infancia feliz. A la par de los viejos. Dando una mano en lo que sea.

 

Hace magia para dividir el tiempo entre el trabajo y la familia. "Cuando uno hace lo que le gusta no siente el cansancio. El turf es parte de mi vida. Me crié entre las patas de los caballos. No me imagino mi vida sin ellos. De chica abracé esto y voy a seguir mientras tenga cuerda", dijo con voz firme y segura.

 

Hoy vive un presente de novela. Ganó el "Clásico Marina Lezcano". Supo festejar en el "Santo Patrono San Luis Rey de Francia". Corrió en los mejores hipódromos, pero le queda un sueño: ganar el "Gran Premio Vicente Dupuy. Miriam sabe que a los sueños, para alcanzarlos, hay que perseguirlos.

 

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