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Prisión para un joven acusado de intentar abusar de dos nenas

Por redacción
| 21 de octubre de 2016
A prisión. La mujer de Lucero lo tapa para que no salga en la foto. Foto: José Sombra.

“Vení. Mirá. Acá hay unos gatitos que te quiero mostrar…”, le habría dicho Rodrigo Ezequiel Lucero a L.L. La nena de 11 años y su amiga un año menor lo siguieron y se internaron con él en la penumbra del baldío. Ahí, cuando consiguió tenerlas donde quería, el “señor joven y barbudo” –como lo describieron las víctimas– le enseñó a L.L. lo que, en verdad, quería hacerle. Intentó violarla, pero no pudo. Una pareja de vecinos que vio lo que pasaba lo impidió. Pero las ganas de Lucero de aprovecharse de una criatura, al parecer, no murieron con ese escarmiento. Al día siguiente, casi a la misma hora, en otro barrio de Villa Mercedes, manoseó a una niña de 8 años, según la acusación del  juez Penal N° 1, Alfredo Cuello, que lo procesó y envió al penal.

 


Antes de que los policías lo subieran a la camioneta que lo trasladaría a la Penitenciaría de San Luis, su hermana, su esposa y su nena de 3 años fueron a despedirlo a la jefatura. Mientras lo besaba, su pareja le repetía que sabía que él no tenía nada que ver con esos abusos.

 


El imputado, de 26 años, no le decía nada. Tenía el rostro y los ojos enrojecidos de tanto llorar. “¿Cuánto hay que pagarte para que no salga la foto?”, le preguntó la hermana del acusado al periodista. La mujer no consiguió la respuesta que esperaba, pero su cuñada se las ingenió para que en los diez metros que quedaban de recorrido el fotógrafo de El Diario no pudiera captar la cara del imputado. Se puso delante de su pareja, con su hija en brazos.

 


La esposa y la hermana se despidieron de Lucero insistiendo en su inocencia. Sin embargo, no fueron pocos los elementos que convencieron al juez para procesarlo por “abuso sexual simple” y “abuso sexual con acceso carnal en grado de tentativa”. Sus argumentos los plasmó en las 32 páginas que conforman la resolución.

 


El primer intento de abuso ocurrió el viernes 7. Ese día, según contó L.L., su amiguita y los dos vecinos que las socorrieron, el imputado vio que las dos nenas caminaban por Buenos Aires y Landaburu y detuvo su moto frente a ellas. Corrían las 19:30, y las niñas se dirigían a un quiosco de su barrio. Lucero estacionó, bajó y se les acercó. Con la excusa de los gatitos las llevó al baldío, de media manzana, que allí hay, detalló el subcomisario Martín Estrada, jefe de la Comisaría 10ª.

 


Una vez en el descampado, tomó del brazo a L.L., la tiró al suelo, le tapó la boca con la mano y empezó a desvestirla. Enseguida, comenzó a quitarse su ropa.

 


La otra nena empezó a gritar. L.L. lo hacía cuando podía, cuando Lucero dejaba de taparle la boca. Un vecino de apellido Muriño, que vive en frente, escuchó sus gritos. “¡Hey, hey, soltá la nena. Soltala!”, le gritó el hombre.

 


El imputado se dio vuelta. Muriño vio que el otro tenía algo brillante en la mano y se asustó. Volvió a su casa, a buscar un palo con que defenderse, relató el testigo. En el trayecto, se sumó su esposa. Cuando ella empezó a gritar “¡violador, violador!”, el acusado se subió a su moto, la encaró con el vehículo y le dijo “señora, la nena se cayó”. La mujer se quedó helada.

 


Lucero fue visto por segunda vez al día siguiente, cerca de las 22, en el barrio 960 Viviendas.

 


Estacionó su moto y subió hasta el primer piso del monoblock 8. En el palier jugaban A.P., de 8 años y una amiga de la misma edad. Ese hombre que no habían visto antes se paró frente a lo de una vecina llamada Esther. “Se hacía el que golpeaba la puerta y miraba para todos lados. Me miraba…”, contó una de ellas.

 


Cuando A.P. se acercó a la baranda, el joven “ojos de gato” pasó a su lado y le tocó la cola. Asustada, la criatura corrió a lo de sus abuelos y les contó. Sus padres salieron detrás del hombre, pero lo perdieron de vista. A los pocos minutos lo vieron pasar de nuevo por el frente del monoblock y, un rato después, lo hizo por tercera vez. En esa última ocasión lo detuvieron, en Olloqui y Salta, luego de abandonar su moto.

 


Los testimonios de las víctimas tan detallados, coherentes y veraces y el hecho de que varios testigos reconocieron al acusado como el abusador convencieron a Cuello para enviar a Lucero al penal. No surtieron efecto los argumentos que el imputado dio las dos veces que declaró. Dijo que el viernes 7 se cayó a un pozo y por eso estaba tan sucio y que al otro día habían intentado robarle la moto. En medio de esas explicaciones, se puso en el rol de víctima y denunció que fue golpeado y violado por los policías de la Comisaría 10ª.

 


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