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El sueño del vino propio se va haciendo realidad

Por redacción
| 15 de febrero de 2015

Fabricar vino por el placer de degustarlo, de sentirlo propio. Ésa fue la motivación que empujó a 10 amigos, la mayoría rosarinos, a comprar un terreno de 10 hectáreas en Candelaria y largarse a la aventura de plantar vides e ir detrás del elixir violáceo que tantas veces habían tomado sin siquiera soñar con lo que están viviendo hoy.

 

La Finca Candelaria es un proyecto compartido por 10 socios.


“Conocemos de vino porque somos consumidores, todos participamos de un club que está en Rosario y se llama Vino Divino. Visitamos bodegas desde los ’90, por placer y porque es una bebida que ejerce en nosotros una atracción especial”, cuenta Omar Salvañá, la voz cantante de Finca Candelaria, el emprendimiento que armaron en el norte de San Luis con el simple objetivo de hacer buenos vinos, más allá de que en el futuro se convierta en un negocio rentable.
“No vamos detrás del dinero ni de armar una gran empresa. Los que se metieron en este proyecto saben que si hay recupero será a largo plazo. Lo más importante es fabricar un buen vino, con cuerpo y calidad. Y también ensayar variantes, mezclar cepas hasta encontrar algo nuevo, revolucionario, pero sobre todo que nos guste a nosotros, que nos deje conformes”, agrega Gerardo Pesce, otro de los socios, mientras atiza unas brasas que en un rato terminarán de dejar a punto un asado tentador.
Los socios van y vienen de Rosario en tandas, siguiendo lo que requiera la bodega, que recibió el nombre de Punta de los Venados. Hoy están Pesce y Salvañá, quienes tienen un pasado en cierta medida en común: “Mi apellido, Salvañá, es de origen catalán, y estoy casado con una tana de ley. Pesce es bien italiano, pero su mujer tiene antepasados catalanes, así que todo tiene que ver con todo”, se divierte Omar, a quien se lo nota muy a gusto en esta tierra rica e infinita, ignorando los insectos y el calor agobiante que suele proponer Candelaria en verano.
La elección de la tierra para armar el proyecto no fue azarosa, llegó luego de un estudio consciente de las posibilida des y el consejo de los que saben. “Candelaria tiene muy buenas condiciones para desarrollar viñedos, un buen clima, el mejor suelo, bastante agua y mucha sanidad para los cultivos. Además, la Municipalidad está siempre atenta para dar una mano y la Provincia ha hecho muchas inversiones en infraestructura en esta zona, la dotó de electricidad, obras de agua y muy buenos caminos”, dice Salvañá.

 


Predicar con el ejemplo
No le falta razón, se ven suelos con buen escurrimiento, la zona tiene una amplitud térmica comprobada de unos 20 grados (promedio por día tomando en cuenta todo el año) y una excelente exposición al sol. Tan buenas son las condiciones y tan veloz el crecimiento de la finca que, ya es un secreto a voces, al parecer un grupo inversor va a comprar los campos vecinos para poner viñedos. “Ojalá, está bueno que la vitivinicultura de San Luis crezca, no es competencia, es compañía para poder sacar nuevas conclusiones y compartir experiencias”, se entusiasma Pesce.
Finca Candelaria empezó con muy poco. Primero fueron tanques de plástico, luego pasaron a los de acero inoxidable de 500 litros y así fueron creciendo: llegaron los de mil y hoy tienen almacenando la primera cosecha en dos tanques de 5.000 litros y uno de 2.500, más otros dos de cinco mil en camino.
La edificación que hace las veces de oficina y casa para los que se vienen de Rosario a verificar la marcha del proyecto ya estaba construida. “Pertenecía a un español, un aventurero como nosotros que decidió vender y entonces la bodega comenzó a tomar cuerpo”, recuerda Pesce.
A pocos kilómetros del centro de operaciones están las vides, 10 hectáreas con riego por goteo, método de conducción por espaldera alta y prolijamente cultivadas, con amplios pasillos de 2,5 metros entre hileras y 1,20 entre plantas que originaron un crecimiento asombroso.
“¿Podés creer que estas parras las plantamos en setiembre del año pasado?”, plantea Omar, mientras muestra unas de la variedad syrah de más de un metro de altura con una fortaleza llamativa.
Según Omar y Gerardo, la distancia entre hileras es fundamental para absorber mejor el sol: “En Mendoza, la tierra del vino por excelencia, están más apretadas para buscar un mejor rendimiento, nosotros buscamos el mejor vino”, aclara, con un guiño.
En la recorrida nos acompaña Juan Carlos González, el encargado de la finca, un hombre muy conocido en Candelaria por su honradez y capacidad de trabajo.
“Es nuestra mano derecha, el que se encarga de todo, no para de pensar en la bodega, si ves mi celular tengo 50 llamadas por día de Juan Carlos, fue fundamental desde el arranque”, lo elogia Salvañá sin retaceos mientras el hombre conduce la camioneta por los contornos de la viña en busca de mostrar las mejores parras para fotografiar. En el camino se cruzan dos gatos monteses, síntoma de que atravesamos tierras vírgenes en las que se respeta la fauna y la flora autóctona de monte, retratada en añosas moras híbridas, caldenes, breas y chañares.
La bodega Punta de los Venados cuenta con el entusiasmo de sus 10 inversores y con la sabiduría de dos enólogos y otro par de ingenieros agrónomos. Santiago Silva y Juan Agostini se encargan de elaborar el mejor vino, pero antes Rito García y Alfredo Castellone, un ingeniero especialista en viñedos, les entregan las mejores uvas en busca de lo que parece una utopía, pero que ellos, porfiados, quieren convertir en realidad: “Estamos buscando la uva emblemática de la zona y la vamos a encontrar”, pone el sello Pesce.
“Hace falta mucho ejercicio, paciencia, trabajar sobre prueba y error, pero vamos detrás de distintos blends para terminar encontrando el mejor de todos”, agrega Salvañá, mientras señala una barrica de roble que guarda una combinación de Syrah, Malbec y Petit Verdot. Si no es ésa, probarán con otra, y así hasta sacar el vino que ellos quieren, sin importar lo que pida el mercado. “Me siento pionero, es lindo y desgastante a la vez”, asegura el hombre de raíces catalanas, que con una bermuda caqui y borcegos, a pesar del calor, parece un expedicionario en busca de la esmeralda perdida.
Tienen plantadas parras de Malbec, Syrah, Cabernet, Bonarda y Petit Verdot, mientras esperan la llegada de otras de la variedad Ancellota, por supuesto que avaladas por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), ya que están ins criptos como bodega lisa y llana, lo que implica un gran desafío de producción para cumplir con todas las normas. “La primera cosecha de Malbec nos dio un vino joven, delicado y armonioso; el Syrah, en cambio, es más agresivo. Depende del paladar de cada uno”, cuenta Salvañá.
Finca Candelaria participa de la incipiente asociación de viñateros puntanos que preside Claudio Anzorena, el encargado de la bodega Los Coros y que cuenta con una decena de emprendedores de distintos tamaños, desde los que hacen vino artesanal para consumo propio hasta proyectos ambiciosos como el del vino Calígula o Viñas Puntanas, que está en la zona del Valle del Conlara. Justamente Manuel Quiroga, el propietario de la bodega que está en Bajo de Véliz, tiene un litigio que está en manos de los abogados ya que el nombre de fantasía elegido, ‘Célebres Puntanos’, entra en aparente colisión con el de ‘Viñas Puntanas’.
“Es una lástima, porque estamos en la misma asociación y todos queremos que progrese la vitivinicultura de San Luis. El término puntano me parece que le cabe a los dos vinos, pero ya lo vamos a arreglar, conversando y llegando a un acuerdo”, cierra el tema Omar.

 


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