SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Wittgenstein: el elogio de la reflexión

El pensamiento del filósofo austríaco, luego nacionalizado británico, mantiene algunas notables gemas de actualidad a 74 años de su muerte.

Por Pedro Bazán
| 26 de mayo de 2025

Transcurría el año 1951, las últimas palabras de Ludwig Wittgenstein rezumaban optimismo y dignidad: “Dígales a todos que he tenido una vida maravillosa”. El hombre, cuya causa existencial fue la reflexión filosófica, moría con la certeza de haber desentrañado toda la filosofía.

 

 

Para Wittgenstein, los grandes problemas filosóficos no existen, lo que existe es una incomprensión de la lógica del lenguaje. Un elogio de la reflexión es evocar a Wittgenstein, en esta época de incomprensión de la lógica del lenguaje.

 

 

En el Tractatus lógico-philosophicus -editado en idioma alemán en 1921, luego corregido y revisado varias veces- dejó la idea de la estrecha vinculación estructural/formal que existe entre lenguaje y mundo, hasta el punto que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”.

 

Lo que siquiera puede ser dicho, puede ser dicho claramente, y de lo que no se puede hablar hay que callar”, se lee en una obra que la editorial Gaidos le dedicó en 2009.

 

 

En la raíz del pensamiento de Wittgenstein está la lógica, la estructura sobre la cual se levanta nuestro lenguaje descriptivo (nuestra ciencia) y nuestro mundo (que es aquello que nuestro lenguaje o nuestra ciencia describe). La ciencia es un forma del lenguaje.

 

 

La respuesta de Wittgenstein, es la lógica: El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas. La imagen lógica de los hechos es un pensamiento. En lógica, nada es accidental.

 

 

Cuando se habla -sin saber- de lo que hay que callar, no sólo existe incomprensión, sino además distorsión, de la lógica del lenguaje. Lo que hace necesario saber “quién impulsa y por qué” una lógica distorsionada, y por lo tanto una visión distorsionada de la realidad.

 

 

En esta época prima la tentación inmediata de aplastar el pensamiento que no coincide con el propio. La cultura de la cancelación es una forma adolescente de este fenómeno.

 

 

Para alcanzar este nivel de confusión el lenguaje es sometido a experimentos absurdos de superficiales contradicciones, que llegan hasta el punto de negar la realidad.

 

La confusión luego es exaltada, repetida, vulgar, e incivil.

 

 

El diagnóstico es desolador, pero la respuesta es de Wittgenstein: lógica.

 

Reflexión lógica para comprender la realidad por sí mismo. Reflexión para utilizar el lenguaje en su verdadera dimensión.

 

Reflexión para escuchar y comprender.

 

Reflexión para no imponer, ni humillar, ni denostar.

 

 

Wittgenstein pensaba que progreso es una forma de la civilización, pero progresar no es una cualidad de la civilización. Pocas descripciones de la realidad han mostrado tanta vigencia como este aforismo.

 

 

La confusión es grande, el ruido, la imagen y la enésima síntesis digerida, distorsionan la lógica del lenguaje.

 

 

 

La persistente evocación a Wittgenstein puede construir algo mejor con el lenguaje; en San Luis, en Manhattan, en Amsterdam, en El Cairo, y en todo lugar donde humanos se congreguen en torno al diálogo y la palabra.

 

 

Si es escasa la cualidad de progresar de la civilización, no es de buen humano distorsionar la lógica.

 

 

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