Las pruebas que acorralan a los acusados y el tramo decisivo que se viene en el juicio
El juicio por el crimen de Zoé entró en una etapa clave. Con el paso de las audiencias, el debate fue dejando al descubierto un entramado de testimonios, pericias médicas y análisis tecnológicos que, según la querella, reconstruyen minuto a minuto lo ocurrido durante la madrugada del hecho y colocan a los imputados en el centro de la escena.
Esteban Bustos, abogado de la familia, describió que la primera semana del debate estuvo marcada por declaraciones técnicas que resultaron determinantes. Peritos de Delitos Complejos expusieron el análisis de los teléfonos celulares y confirmaron la existencia de un video grabado cerca de las 4:30 de la madrugada, donde se observa a Zoé con vida junto a los acusados, jugando a videojuegos. Esa imagen fijó un punto temporal preciso: a esa hora, la víctima aún estaba viva. También permitió advertir que uno de los imputados no presentaba lesiones visibles, marcas que aparecerían más tarde.
A partir de allí, el juicio comenzó a reconstruir lo que sucedió después. Varios testigos relataron haber visto a uno de los acusados caminando solo por la zona, con una actitud extraña. Una comerciante declaró que lo notó con la cabeza gacha, la mirada oscura y manchas rojizas en el rostro, como si tuviera sangre. Otra vecina lo describió apurado, con aspecto macrado y tocándose el cuello. Para quienes lo conocían, nada de eso era habitual.
En la segunda semana, los testimonios médicos terminaron de cerrar el círculo. El profesional que constató el fallecimiento explicó que Zoé llevaba entre tres horas y media y cuatro horas muerta cuando fue hallada y remarcó las lesiones en el cuello. La médica que examinó a los imputados tras su detención fue categórica: ambos presentaban arañazos y marcas compatibles con forcejeos.
La prueba tecnológica volvió a ser central. Bustos explicó que Delitos Complejos logró determinar que uno de los imputados, pese a negar saber dónde estaba Zoé, tenía su teléfono compartiendo datos y conectado a la misma antena que el del otro acusado cerca de las 9 de la mañana. En ese mismo lapso, dio versiones contradictorias sobre el último lugar donde la había visto. Para la querella, esa coincidencia técnica demuestra que ambos estaban juntos cuando la víctima ya había muerto.
A esto se sumó el resultado de genética forense: una gota de sangre hallada en la ropa de uno de los acusados dio compatible con el patrón genético de Zoé. Las cámaras de seguridad, en tanto, mostraron que uno de ellos nunca salió del domicilio, pese a haber dicho que se fue, mientras que el otro apareció recién más tarde, escoltado por la policía.
El juicio también revivió el clima de furia social que se desató tras el crimen. Policías declararon que una multitud rodeó la escena, arrojó piedras y exigió justicia, al punto que fue necesario retirar a uno de los imputados por un camino alternativo para evitar una agresión directa.
Con la suspensión de una de las jornadas por la ausencia de la jueza, el debate quedó momentáneamente en pausa, aunque la etapa probatoria sigue abierta. Bustos anticipó que aún restan declarar cerca de treinta testigos, entre ellos la médica forense que realizó la autopsia y más efectivos policiales. Esos testimonios, adelantó, terminarán de exponer pericias médicas sensibles y detalles clave del procedimiento.
Para la querella, el juicio avanza hacia su tramo decisivo. Consideran que la prueba reunida es sólida y que el proceso podría concluir antes de fin de año, incluso con habilitación de feria si fuera necesario. Lo que viene, aseguran, no hará más que confirmar una reconstrucción que ya empieza a cerrarse sobre los acusados.
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