SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Los sueños de los artistas y productores que quedaron truncos hace seis meses

Se desatendieron iniciativas y primó la intención de pulverizar la identidad provincial conocida como puntanidad.

Por redacción
| 18 de junio de 2024
Le dieron la espalda. Sueños del Arte, uno de los programas más inclusivos, navega ahora en las sombras. Foto: El Diario.

El desamparo, el olvido y la amarga sensación de que las prioridades quedaron en otros tiempos son el punto coyuntural para la actividad cultural de la provincia, que muestra un preocupante descenso en cuanto a su intensidad, pero también en su contenido. Al desfinanciamiento que anunció aun en campaña proselitista Javier Milei se sumó el sorpresivo (y por eso mismo artero) que inició la gestión de Claudio Poggi.

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El desamparo, el olvido y la amarga sensación de que las prioridades quedaron en otros tiempos son el punto coyuntural para la actividad cultural de la provincia, que muestra un preocupante descenso en cuanto a su intensidad, pero también en su contenido. Al desfinanciamiento que anunció aun en campaña proselitista Javier Milei se sumó el sorpresivo (y por eso mismo artero) que inició la gestión de Claudio Poggi.

 

Ante ese panorama, los artistas de la provincia deben gestionar de manera independiente o privada con los riesgos económicos y artísticos que eso implica, y asumir que en muchos casos el resultado en la relación gastos-ganancias les dará negativo. El contexto de ajuste y sueldos estacionados tampoco colabora.

 

Históricamente en Argentina, la relación entre el Estado y la cultura trascendió la mera ayuda económica que eventualmente podía suministrarse. La participación que un país debería tener sobre su costado artístico es de formación, conceptual, de apego a lo propio y construcción de una identidad.

 

Desde hace más de una década, en San Luis esa forma de encarar una conjunción cultural de identificación se denominó “puntanidad”, un concepto ideado por el exgobernador Alberto Rodríguez Saá que intentaba abarcar la música, la literatura, la escultura, el deporte, la sociedad, la forma de ser, de hablar, de relacionarse, de pensar y de vivir de los habitantes de la provincia. En fin, la cultura puntana.

 

Los métodos de vida que elige o que nacen de una sociedad resisten (o deberían hacerlo) las fronteras ideológicas, por más insalvables que fueran. Cuando un gobierno intenta destruir esa fuerza identitaria está, de modo planificado o de modo inconsciente, en ambos casos igual de grave, pulverizando una esencia que llevó siglos construir.

 

La administración de Claudio Poggi parece empecinada en hacer trizas una política cultural que, con sus matices, fue exitosa, pero sobre todo permitió elaborar un público ahora ávido de recibir manifestaciones artísticas y a hacedores que ya no asoman tímidamente con sus obras, sino que parecen dispuestos a gritar sus creaciones, sus ideas.

 

El primer paso hacia esa destrucción fue la conversión a invisible o la disminución —cuando no la lisa y llana desaparición— de algunos programas, políticas, organismos e ideas que sostenían aquella idea de la puntanidad. En principio, hace seis meses se disolvió la Secretaría de la Cultura y en el organigrama provincial las actividades culturales oficiales quedaron reducidas al amparo de un programa sin sello específico, dependiente, además, de un ministerio que también tiene bajo su órbita la administración turística de la provincia, prioritaria en la idea del ministro Juan Manuel Rigau, aunque no por eso más

 

efectiva.

 

 

Ejemplos del declive

 

Una de las agrupaciones que sufrió con mayor severidad el desdén gubernamental fue Sueños del Arte, el programa creado hace seis años que reúne, a duras penas, a orquestas, ballets, bandas y grupos musicales. Allí se aglutinaron los beneficiarios de planes sociales que tenían inquietudes artísticas con la intención de formar un cuerpo de agrupaciones para actos, intervenciones y otras actividades.

 

Poco a poco, los elencos que participan del programa fueron empujados hacia las sombras a tal punto que en la actualidad, muy de vez en cuando son convocados para demostrar sus habilidades.

 

Otra cuenta del pesado collar es la suspensión del Festival Internacional de la Palabra en Escena, que este año debería celebrar su décima edición. El encuentro es un imperdible punto de reunión de artistas, teatreros, obras de todo el mundo y docentes que recorren la provincia durante tres semanas. Habitualmente ubicado en el calendario cercano a las vacaciones de invierno, la decisión de los organizadores fue, en principio, posponerlo para la segunda parte del año.

 

La directora del festival, Dahiana Calabrese, publicó la semana pasada que siguen a la espera de que el gobierno provincial o el municipal respondan algunos de los múltiples pedidos que se hicieron para que el encuentro teatral pueda llevarse a cabo. Mientras tanto, habilitaron una cuenta para que el público haga donaciones de dinero y ayude a la realización. A esas iniciativas gestivas empuja el gobierno de Poggi.

 

Pero la muestra del mayor desinterés por activar la vida cultural de la provincia está en la muy escasa oferta que proponen los diversos espacios diseminados por todo el territorio puntano. Recién en el último mes, edificios como el Museo de la Poesía Escrita de La Carolina, el Museo del Vidrio en La Jarilla, la Casa de los Gobernadores en Renca, el Muhsal y La Nave Cultural, entre otros, programaron tímidamente muestras y encuentros con muy escasa respuesta popular. Solo en algunos de los casos mencionados, porque en otros la inactividad lleva más de medio año.

 

Si la excepción es la Casa del Poeta, en Merlo —que tiene una agenda semanal nutrida—, la confirmación a la triste regla es el Centro Cultural Puente Blanco, un espacio donde las muestras fotográficas y pictóricas de años atrás cayeron en el cruel olvido y que solo tiene vida gracias al interés de algunos productores privados que, ante el freno de shows en el auditorio “Mauricio López” y en la sala “Jorge Laffue”, recurren como última opción al espacio estatal, que cobra el alquiler más caro que las otras.

 

Suena paradójico que sea el Cine Teatro San Luis —un espacio cuya construcción, puesta en funcionamiento e inauguración fue cuestionada con dureza por el poggismo durante la campaña electoral— el epicentro de la política cultural del Gobierno. Allí están las oficinas de los funcionarios más encumbrados y allí se desarrollaron los recitales y encuentros más importantes en lo que va del año, en su mayoría, propuestas por empresarios privados.

 

 

Municipios, en el mismo tren

 

El panorama se vuelve aún más desolador con un repaso por la actividad municipal en las tres ciudades más importantes de la provincia. Tanto en San Luis como en Villa Mercedes y Merlo, las acciones para promover la cultura y el arte han sido nulas desde diciembre, y en algunos casos, desde antes.

 

La excusa tan expuesta por los funcionarios en los primeros meses de una nueva gestión sobre el acomodamiento de las cuentas públicas y otras explicaciones con más olor a ineficacia que a realidad sería válida, en este caso, solo para Gastón Hissa, un intendente que desde que dio el primer paso en el edificio de San Martín y Belgrano desdeñó brutalmente las actividades culturales. El intento de disolución de la Orquesta Infanto-Juvenil que esbozó a poco de asumir fue la muestra más cabal de sus intenciones, que se ven reflejadas en la abulia que muestra el Centro Cultural “José La Vía”.

 

De allí tuvieron que mudarse, por ejemplo, las juntadas frikis, que habían conseguido establecer una base de operaciones, con un público fiel que ahora tiene que acomodarse a otro lugar.

 

En el caso de Maximiliano Frontera y Juan Álvarez Pinto, jefes municipales de Villa Mercedes y Merlo respectivamente, el freno de la vida cultural no puede esconderse en esos subterfugios acomodaticios, sino, por el contrario, se evidencian imposibles de ocultar en el desinterés o la abulia de los intendentes y su gabinete.

 

Ferias del libro, recitales de poesía, encuentros de pintores, concursos para artistas emergentes, capacitaciones para bailarines, facilidades para el alquiler de los espacios, ayudas económicas para viajes, becas para el desarrollo, festivales de teatro, caminos acortados para la publicación de autores noveles, permisos para montar muestras en espacios públicos y cualquier otra colaboración para los artistas y el público será bienvenido por parte de un sector que en lo que va del año ha sido muy golpeado e ignorado.

 

Si no se cambia a tiempo, el riesgo que se corre es que los hacedores culturales, los gestores, el público y la sociedad completa (al fin la puntanidad está conformada por todos) verán que sus reclamos caerán en la sordera, la misma que conforma el aturdidor silencio que hay en los vacíos espacios culturales dependientes del Gobierno que hay en toda la provincia.

 

El desamparo, el olvido y la amarga sensación de que las prioridades quedaron en otros tiempos son el punto coyuntural para la actividad cultural de la provincia, que muestra un preocupante descenso en cuanto a su intensidad, pero también en su contenido. Al desfinanciamiento que anunció aun en campaña proselitista Javier Milei se sumó el sorpresivo (y por eso mismo artero) que inició la gestión de Claudio Poggi.

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