El acceso por ruta 8, una postal arruinada por yuyos y matorrales
La ciudad recibe con falta de mantenimiento en las banquinas y rotondas a quienes llegan desde Córdoba.
Probablemente no haya impresiones más determinantes que las primeras. Y una de las postales con las que se encuentran los visitantes cuando ingresan a Villa Mercedes por la ruta nacional 8 lejos está de ser la ideal ni la más acogedora, porque el acceso, que fue renovado hace apenas unos meses, ahora se muestra deslucido por la falta de mantenimiento en las banquinas y en algunas de sus nuevas rotondas.
Un equipo de El Diario de la República recorrió los principales tramos del camino que une a la ciudad con otras localidades vecinas con las que existe un tránsito de vehículos continuo y que son, principalmente, de la provincia de Córdoba. Río Cuarto y Sampacho son las principales, pero también es una zona por la que se puede combinar con la ruta 7 para viajar a Buenos Aires y otras muchas partes del país.
En el segundo semestre del año pasado, en un trabajo entre Nación, Provincia y Municipio, lograron culminar la obra de duplicación de calzada. Es decir, lo que antes era una senda de doble sentido fue convertida en una especie de autopista que facilita la entrada y salida de los autos, y ayuda mucho a reducir el peligro de accidentes entre quienes vienen y van. Además, incorporaron rotondas para hacer más fácil la circulación y reacondicionaron todo el trayecto que se transforma en la calle Leandro Alem, y que desemboca en la avenida Perón.
En la actualidad, apenas varios meses después de la culminación, el contraste es evidente. Al asfalto que todavía se lo ve en muy buen estado se le contrapone la desidia a las orillas de ambas sendas. Quienes llegan desde el noreste y entran a Villa Mercedes pueden advertir el panorama metros antes de pasar por el puente de la ruta 7, en un trayecto que pasa por el frente de un organismo clave como el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y que también conduce a una institución de mucho impacto turístico, como el Aeroclub.
Al cruzar por debajo del puente, probablemente pueda encontrarse lo peor. Los yuyos y matorrales sin cortar, energizados por la humedad y el calor de las últimas semanas, crecen sin control. Algunos arbustos, incluso, llegan fácilmente a medir cerca de tres metros y dificultan la vista, tanto en los retornos para cambiar de dirección como en algunos carteles de señalización vial.
Los problemas no finalizan ahí, porque al avanzar todavía más, la ruta se reconvierte en la calle Leandro Alem, en una zona que ya está dentro del ejido urbano y donde las jurisdicciones estatales se mezclan y se confunden.
En el kilómetro y medio, aproximadamente, que tiene de extensión hasta llegar a Perón en la esquina de la conocida estación de servicio YPF, también hay falta de mantenimiento, con terrenos baldíos invadidos por la vegetación. Cuando de vez en cuando el rugido de los motores de los autos se detiene, deja paso a otro sonido incesante: el de los insectos que pululan y que se pueden ver a simple vista.
En tiempos de proliferación de mosquitos y récord de casos de dengue, los accesos a la ciudad que hasta el año pasado eran motivo de celebración son un caldo de cultivo y un motivo más de preocupación.
Redacción/MGE
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