La fructífera introspección de Federico Olguín

Parte de una camada de músicos puntanos llamados a revolucionar el folclore local, Federico Olguín sabe que primero está la búsqueda y luego, el camino. Por eso, pese a que acaba de lanzar un disco y que una investigación sobre los orígenes de la música cuyana le cambió la vida, su producción no cesa.

A los 41 años, con un hijo de 5 y una formación musical que comenzó con lo clásico, pasó al jazz, durmió confortable en los ritmos peruanos y ahora reencontró el folclore de raíz; Olguín direcciona su contrabajo y su guitarra hacia nuevas expresiones. “Siempre quise desarrollar mi música y sabía que en algún momento lo iba a conseguir”, dijo en su casa del barrio La Ribera, en Villa Mercedes, donde se radicó hace siete años.

Una oportunidad que tendrán los puntanos para reencontrarse con las melodías de Olguín será hoy en la vinería Mutante, de Mitre 390, donde el músico mostrará, en el ciclo Música y Copas, algunas de las siete canciones que componen “Vertiente”, el álbum que después de tres años de trabajo lanzó en julio pasado. Como es parte de su marca, también habrá en el show algunos temas compuestos después de la edición del disco.

“Quiero mostrar lo que grabé, pero también lo que pasó después de esa grabación. Nunca me quedé quieto”, dijo el músico, quien se define como contrabajista, aunque también es guitarrista, compositor y arreglador.

El concierto de hoy será el último del año que Federico brinde con ese formato, antes de cerrar 2024 con la presentación formal de “Vertiente”, que será el 16 de noviembre en el Boliche Don Miranda de Villa Mercedes, con una banda que incluye a Matías Serrano, Carlos Cabrera, Silver Cardona y otros músicos y músicas de la provincia.

Nacido en San Luis, criado entre el barrio Sargento Cabral y el 292 Viviendas, un proyecto de investigación llevó a Federico a San Juan y luego a Villa Mercedes, donde se quedó a vivir, atraído por la vida folclórica y musical de la localidad. Aunque le costó ingresar al férreo ambiente mercedino, con el tiempo se fue amoldando y ahora es bien recibido por sus colegas.

Parte de las dificultades que tuvo en un principio se deben a que el contrabajo no es un instrumento de base en la música cuyana y que su formación entre clásica y jazzera lo alejaba un poco de las reuniones tonaderas. Una contradicción al hecho de que Olguín vivió de chico el folclore cuyano muy de cerca.

“Mi viejo y mis tíos eran muy tonaderos”, aceptó el contrabajista, quien vivió la etapa en la que transcurrir la música cuyana era ser parte de un contexto “muy agresivo y muy machista”. A Federico le llevó muchos años superar y perdonar esas situaciones, y compenetrarse exclusivamente en lo musical.

“Con el tiempo me di cuenta de que mi raíz estaba ahí, que mi camino es la música cuyana y que debía responder a ese llamado. Pero también me di cuenta de que no la tocaba igual que los folcloristas tradicionales, que yo tenía un estilo que se emparentaba con el jazz”, dijo el compositor, quien recordó que durante un tiempo mostró sus creaciones a un grupo íntimo hasta que, avalado por sus profesores de guitarra, se animó a dar el paso exterior.

En parte, ese aval también fue sostenido por un grupo de músicos amigos que Olguín cosechó a lo largo de su vida y con quienes comparte similitudes estéticas. Daniela Calderón es una de ellas: “Nos veníamos todas las semanas en su auto a Villa Mercedes para tocar donde nos dejaran”, recordó.

Otros compañeros que pasan por su vida musical son Cándido Sanz, Matías Serrano, Verónica del Río, Juan Ponce, Kike Zavala, con quienes compartió en distintas etapas varios proyectos musicales: “Bichofué”, “Dúo Sumergente”, “Ensamble Serrano” y “Urbe”.

“Somos parte de la misma búsqueda, pero ahora sin los grupos, porque después de la pandemia no nos volvimos a juntar”, agregó Olguín, quien aprovechó aquel tiempo de introspección forzada para encarar su nuevo horizonte y darle forma a su carrera en solitario.