"Drácula, el musical" se despidió con un rotundo éxito de San Luis

 La providencia acompaña a Pepe Cibrián y Ángel Mahler hace 32 años, desde que decidieron trabajar juntos en una megaproducción que ya tenía lugar de estreno aun cuando se encontraba en pañales. La dupla, que tuvo sus idas y vueltas con peleas y reconciliaciones, no tenía previsto, o quizá sí, que "Drácula, el musical", la pieza teatral que crearon para estrenar en el estadio Luna Park en 1991, se convirtiera en un suceso histórico a través de los años.

La exquisitez, la excelencia y la prolijidad guiaron los pasos de los creadores y del elenco, que a través de los años mutó, aunque mantuvo algunos aspectos, por ejemplo, el protagonista principal: Juan Rodó, el elegido para interpretar al conde más famoso del planeta que saca sus colmillos para alimentarse de sangre fresca.

Pasaron más de tres décadas, una pandemia, giras interminables para que llegara la despedida, que comenzó el año pasado y promete culminar en agosto, aunque el público así no lo quiera. Entre tantos "hasta siempre", el elenco de "Drácula" se encontró martes y miércoles con los puntanos amantes del teatro y los musicales  en dos funciones colmadas que terminaron con la aclamación de pie ante tanto talento en el Cine Teatro San Luis.

Lo que se vivió en la sala cultural fue un verdadero acontecimiento que marcó, conmovió y sacudió a los presentes. La pregunta de por qué una misma obra perdura en el tiempo y es recordada por generaciones enteras se responde al instante en que las luces se apagan y los actores aparecen en el escenario.

La calidez de cada uno de ellos, desde los que tienen personajes secundarios a los principales, sorprendió como siempre a los espectadores que pagaron sus entradas para que, durante dos horas y media de show, quedaran sorprendidos con el talento, el juego de luces, la escenografía y el majestuoso vestuario.

Rodó es tan buen actor que deja una sensación de odio y desenfreno, así también de temor y algo de compasión en las últimas escenas frente a Mina, su eterna enamorada, que hasta genera ternura en algunos momentos.

Las cuerdas vocales de los intérpretes se mantuvieron intactas en toda la función. No hubo un solo micrófono que fallara y la perfección estuvo presente hasta el último minuto, cuando el elenco salió al escenario y se despidió con los brazos arriba y una sala emocionada hasta las lágrimas.

Celebrar la cultura en tiempos convulsionados es muy importante y "Drácula" fue el fiel ejemplo de que, hasta en los días más rutinarios, dejar que un conde atraviese las fibras del corazón de los espectadores, para bien o para mal, es un muy buen plan para dejarse llevar y disfrutar de las glorias teatrales que aún siguen vivas a pesar de los años.

 Redacción / NTV