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Risas para el paladar

 La humorista toma lo que le duele de su cotidianidad y le saca la parte fea, como a una fruta a punto de pudrirse, para hacerlo comedia y apetecible al paladar de un público como ella.

Por María Florencia Baccello
| 22 de mayo de 2023
Foto: Gentileza.

 La ciencia y la medicina definen al neurótico como un ser que tiene las emociones despilfarradas y con reacciones desproporcionadas. Son irritables, poseen preocupaciones constantes respecto a la salud y muestran dificultades para prosperar. Dalia Gutmann siente que es neurótica para algunas cuestiones donde la obsesión, el orden y el cuidado permanente la invaden. Para eso, la comediante, quien es una de las propulsoras del stand up en el país, utiliza el humor como un bálsamo reconfortante entre tantas perfecciones.

 

Obsesiva y compulsiva pero siempre con la mente abierta hacia los cambios y la innovación, cerró su clásico espectáculo con el que recorrió escenarios de todo el país durante diez años y conquistó los corazones de varias mujeres que se identificaron con lo que proponía arriba del escenario: "Cosa de minas". Para no quedarse quieta y darle uso al humor, su combustible diario, armó un nuevo unipersonal llamado "Tengo cosas para hacer", el que destacó que era más teatrero, con más performances, puesta en escena, vestuario y hasta se animó a cantar y bailar para enfatizar en la importancia de darles prioridad a los deseos.

 

 Después de tantos años de temporada con "Cosas de minas", Dalia descubrió que le gustaba demasiado hablar para las mujeres sobre temas que pasan diariamente y sobre pensamientos que ayudan a liberarse y darle sentido a lo que viven. Con 45 años, la comediante se animó a cantar verdades y, principalmente, generar risas a través de las ocurrencias que salieron de su cabeza. Dalia puso en palabras cosas que les pasan a todas pero que quizás no las cuentan a viva voz.

 

Cooltura tuvo la oportunidad de dialogar con la humorista, quien se presentó en San Luis con su show "Tengo cosas para hacer". En la entrevista, Dalia reflexionó sobre sus comienzos, cómo el humor salvó su forma de ver la vida, los cambios en la comedia a medida que pasan los años y sus proyectos.

 

 

—¿Qué fue "Cosa de minas" para vos?

 

—Duró nueve años en cartel y creció a medida que pasaron los años. Comenzó como un show de stand up tradicional, un unipersonal, y adquirió fuerza con videos, vestuarios y canciones. Lo crié como a un hijo, le di vida y lo dejé volar. Siento que lo solté en el momento adecuado. Un día sentí que nacieron las ganas de cerrar el ciclo para ver qué tenía de nuevo para decir y se fue. Le di el cierre que se merecía y le dije adiós. Fue muy importante para mí porque me acompañó en momentos de total plenitud y otros de oscuridad.

 

 

—¿Cómo te sienta esta nueva etapa en la vida donde el teatro sigue siendo tu prioridad?

 

—Lo que me pasó es que el anterior espectáculo lo hice durante todos mis 30 años. Ahora cambié la cifra, atravieso la década de los cuarenta, entonces tenía ganas de hacer un show ligado a las cosas que me pasan hoy en día. "Tengo cosas para hacer" tiene mucho que ver con la persona que soy ahora y estoy contenta de haberme animado. Siempre que uno tiene ganas de algo está bueno darle para adelante y después, que sea lo que tenga que ser. Siento que es un show que lo voy conociendo cada día más, es maduro, más teatral que el show anterior y me divierte. Igualmente, todos son como mis hijos: los quiero por igual y al mismo tiempo aprendo continuamente de ellos.

 

 

—¿Qué es el teatro para vos?

 

—El teatro me encanta porque es un aprendizaje constante. Con los años aprendí aún más a hacer teatro, a buscarle la vuelta, encontrar nuevos recursos para nutrirme de cosas que pasan en el momento. Espero que me dure para siempre.

 

 

—¿En qué etapa estás de tu carrera profesional? ¿Te gustaría incursionar en otros espacios o medios?

 

—Estoy bien donde estoy y con lo que hago arriba del escenario, porque es un lugar donde me siento demasiado cómoda, aunque siempre estoy en proceso de creación. También les doy mucha bola a las redes sociales, porque es donde más seguidores hay y luego son ellos quienes llenan el teatro. Ahora estoy en un período de incubar ideas nuevas; no tengo algo concreto, pero sí quiero incursionar en pódcast, por ejemplo, y darle bola a YouTube, porque es un medio que llega al mundo entero. Estoy en esa etapa, en un momento en el que descubro nuevos caminos.

 

 

 

 

—¿Cómo ves al humor con el paso del tiempo, después de tantos años en el ambiente? ¿Cambiaron los paradigmas?

 

—El humor tiene que ser fresco como la fruta. Lo que fue una fruta bárbara hace una semana ahora está podrida. Eso mismo pasa con el humor. Por ejemplo, algo que en 2004 era muy gracioso y efectivo ahora es una antigüedad total. A medida que pasa el tiempo uno tiene que innovar. Me gusta decir que el humorista o el comediante crece y se fortalece en su profesión cuando es honesto. A mí, por ejemplo, me gusta hacer un show teatral que tenga que ver con quien soy en el momento que lo estoy haciendo, por eso este cambio. Todo el tiempo estoy en constante cambio y rompo paradigmas. Es lo que me define.

 

 

—¿Cómo ves a la mujer dentro del humor en la actualidad? ¿Tiene su lugar, su público y su reconocimiento?

 

—Cuando empecé con el stand up había pocas mujeres, eran dos o tres. Ahora está bastante equiparado el ambiente. Hay tantos comediantes masculinos como femeninas, o eso es lo que veo adonde voy o en los lugares donde comparto mis espectáculos. Hay mucho por recorrer como mujeres, pero también siento que hay muchos recursos que hacen del humor algo natural. Nos encontramos en varios espacios y no solo en el teatro o la televisión. Las humoristas estamos en redes y en plataformas también. Siento que todo es más equitativo.

 

 

—En tu vida personal, ¿también el humor te acompaña en la mayoría del tiempo dentro de tu rutina, las relaciones o en la forma en la que te expresas comúnmente?

 

—Como a todos, hay días que sí estoy a pleno con el humor como caballito de batalla y otros en los que no aparece ni por casualidad. En general, como los monólogos que hago tienen que ver con cosas que me hacen sufrir o me arruinan la existencia, siento que de todo eso tengo que rescatar algo, transformarlo y darle un sentido humorístico. Esta forma de tomarme el humor es un mecanismo que encontré y que me hace la vida más llevadera. Trato de poder hacerlo siempre, transformar lo que me pasa en una risa, un chiste o algo desopilante que la gente no espera que tenga su lado gracioso. Siempre con mucha humanidad y respeto. Si hay algo que me duele mucho no estoy en busca del chiste. Primero espero que sane, lo lloro, atravieso el duelo y luego, si lo amerita, le busco la forma. Creo que es la manera de transitar mi vida. Hago el esfuerzo para transformar todas las cosas que por algún motivo me la arruinan en, al menos, algo divertido para compartir con la gente. El humor es mi manera de descomprimir.

 

 

 El humor tiene que ser fresco como la fruta. Lo que fue una fruta bárbara hace una semana ahora está podrida.

 

—¿Qué te llevó a vincularte con el humor y trabajar de esto totalmente de lleno? ¿Cómo fueron tus comienzos?

 

—Mi historia comienza cuando mis padres me obligaron a estudiar una carrera y, por descarte, arranqué diseño gráfico, pero claramente no era lo mío. Luego descubrí mi vocación como locutora y me dediqué los primeros años al periodismo, una profesión que me copa y me gusta mucho. Al humor lo vivía como un hobby, algo pasajero que si me lo tomaba en serio tal vez se transformaba en mi trabajo personal, pero que lo veía un poco lejano. Hasta que un día me animé y lo primero que hice fue tomar algunas decisiones como renunciar a mi trabajo de periodista para tener un poco más de tiempo, dedicarme de lleno y, principalmente, crear. Fue algo que se dio paulatinamente y mi familia, al principio, no entendía nada sobre mis decisiones.

 

 

—¿Tuviste una familia que te inculcó o consumía el teatro de comedia?

 

—Nadie de mi familia viene del ámbito artístico; más bien, todo lo contrario. Fue para ellos como un balde de agua fría encontrarse con este nuevo rol, pero yo estaba dispuesta a seguir por donde quería ir sin escuchar a nadie. Al principio todo fue muy raro, pero lo positivo es que éramos una familia que veía programas de humor, que concurría al teatro y frecuentaba la noche humorística de la ciudad. Ahora, al verlo con tanta lejanía a mis primeros años, siento que me animé y tuve el coraje de seguir con lo que me gusta, me hace bien y de alguna forma me fortalece.

 

Redacción / NTV

 

 

 

 

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