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Redescubriendo a José “Pepe” Mujica

Revista El Campo mantuvo una charla sobre diferentes temas con el expresidente del Uruguay.

Por redacción
| 23 de abril de 2023
José "Pepe" Mujica. Foto: Gentileza

Días atrás tuvimos la posibilidad de conversar con el expresidente de la República Oriental del Uruguay, José “Pepe” Mujica. Una charla que tocó, y profundizó, sobre diferentes temas: la actualidad argentina y uruguaya, la política internacional, el futuro de los jóvenes y el verdadero ejercicio del poder, entre otros temas más que queremos compartir en esta tradicional columna de la revista El Campo.

 

 

-¿Cómo ve el campo hoy, Pepe?

 

-Cuando me tocó ser presidente de Uruguay rezongamos mucho con los productores agropecuarios, pero de alguna manera nos entendimos siempre. Conozco a los productores argentinos y deben ser técnicamente los más desarrollados de América Latina. Son bastante corajudos, tienen una altísima productividad, siguen plantando soja a pesar de que tienen un bruto descuento. Si será productiva la Argentina.

 

Nosotros acá también tenemos (impuestos), pero somos más elusivos. Acá tenemos poco atraso cambiario, entonces tenemos un dólar desfigurado, le estamos sacando más o menos 10-12 pesos por dólar. Son maneras de equilibrar las finanzas del Estado, pero no llegan a los niveles que tienen en Argentina, desde luego. Tampoco tenemos la productividad de la Argentina.

 

 

-¿Cómo hacía para que los uruguayos comieran carne y también la exportaran?

 

-Hicimos de todo. Por ejemplo: pudimos hablar con los frigoríficos y convencerlos de que había que vender un asado relativamente barato, porque teníamos que vender para afuera, pero teníamos que comer carne porque para nosotros es casi cultural. Y la fuimos llevando. Porque en definitiva el asado se consume acá en el Río de la Plata.

 

 

-¿No tuvo problema con los precios en el mercado interno?

 

-Un poco se iban, pero rezongando y rezongando, logramos lo que llamábamos “el asado del Pepe”. Y aparecieron las carnes alternativas porque, obligados, comíamos un poco más de pollo, pero eso es parte de nuestra cultura…

 

 

-¿La gente no le protestaba por eso?

 

-La manera de voltear un gobierno en Uruguay es metiéndose con la carne y con la yerba. Esas son cuestiones sagradas, por eso hay que andar en el filo de la navaja. Yo vi caer al Partido Colorado que había gobernado 90 años en mi país, porque se puso a racionar la carne cuando en la década del 50 los precios se vinieron abajo y se le armó un lío que le costó el gobierno.

 

 

-¿Cómo manejó el tema con la cantidad de argentinos que decidieron ir a invertir a Uruguay?

 

-Acá hubo un momento de eclosión. Nosotros sembrábamos muy poca soja, ustedes vinieron con una agricultura más avanzada, e hicieron un buen negocio. Subieron los arrendamientos, pero lo más importante es que sembraron la tecnología a diestra y siniestra y, en realidad, nos benefició.  Ojalá que los que vengan sean siempre agricultores.

 

 

-¿Cómo está Uruguay hoy?

 

-Uruguay está relativamente equilibrado. Hemos sufrido muy mucho con esta sequía, que nos va a afectar durante dos o tres años, porque vamos a tener una parición embromada, porque las vacas están debilitadas. Pero tenemos este problema, se nos viene el cambio climático y nos estamos durmiendo. Tendríamos que incentivar mucho la cruza de ganado. Ya que no lo podemos evitar, tendríamos que tener políticas para mitigarlo. Eso va a significar un cambio racial seguramente, vamos a tener que ir a las razas sintéticas, al brangus y al braford, y tendremos que organizar en cada potrero ganadero un potrero de verano con sombra y agua asegurada, porque el calor para los bovinos es peor que el frío. 

 

Habría que estar preparándose ya y, al mismo tiempo, dar batalla para tener algún pedacito para regar, para tener algún forraje de emergencia cuando las papas queman. Pero estamos lloriqueando y haciendo poco, tenemos que hacer más.

 

 

-¿Y cómo ve a la Argentina hoy?

 

-La Argentina es un caso aparte en el mundo entero. La he visto cuatro, cinco veces con problemas que parece fundida y después sale adelante. ¿Cómo hacen? No sé, es mágica la Argentina.

 

 

-¿La ve muy distinta a Uruguay?

 

-Es mucho más emprendedora,  pero despilfarra mucho. Son medio agrandados como alpargata de pobre. Y cuando hacen un peso ya gastan demasiado y vienen y se hacen un rancho en Punta del Este para venir un mes al pedo a tirar plata. No desconfían del mañana. Lo mejor que tienen es que es el único pueblo donde mis paisanos emigran y pasan para allá y prácticamente sentimos una identidad común. Pero empresarialmente tenemos muchas cosas para aprender de la Argentina.

 

 

-¿Somos tan distintos a los uruguayos?

 

-No, creo que no. Ustedes creo que son un poco más italianos. Nosotros somos bastante también. Yo soy cruza, vasco por parte de padre e italiano por parte de madre. Eran emigrantes que vinieron a Colonia, Carmelo.

 

 

-¿Perdió a su padre cuando era muy chico?

 

- Sí, a mis ocho años. Mi mamá era una vieja antigua de las que amasaban pan e inventaba comidas. Fuimos pobres pero nunca pasamos hambre.

 

-¿Es decir, clase media baja como llamamos acá?

 

-Sí. Y a los quince años de haber muerto mi padre empezó a cobrar una pensión, porque antes era peor que ahora. Teníamos una chacrita chica y nos revolvíamos con eso, y en el fondo fue una infancia feliz.

 

 

-¿Socialmente, Uruguay cómo está?

 

-Está envejeciendo demasiado. Tenemos una tasa de natalidad muy baja, vivimos más, y esto es un problema que se traslada hacia adelante. Y tenemos este desafío: o somos capaces de cargarle las pilas a las generaciones que vienen o vamos a quedar en el pelotón de los irrelevantes. Porque nos cuesta incorporar la idea de que no estamos en una época de mucho cambio, sino en un cambio de época. Si el capital ha sido clave, ahora empieza a ser cada vez más decisivo el conocimiento. Y eso obliga a una clasificación general, una inversión muy grande en la capacitación de la gente. Y si no, no vamos a estar a la altura de los tiempos que se nos vienen.

 

Yo no voy a vivir esos tiempos, tengo casi 88 años, pero lo veo venir. La agricultura del futuro será con unos robots que van a ir sembrando sin gente por el campo. Eso es lo que viene.

 

 

-En ese mundo futuro ¿quién va a hacer el trabajo manual?

 

-Es un gran problema porque la alta especialización que impone el desarrollo tecnológico nos amputa el horizonte, entonces estamos muy calificados  en un sector pero perdemos la amplitud y entonces usted se encuentra con un sabio en alguna materia que no se da maña para cambiar la rueda del auto.

 

 

-¿Cómo lo vamos a cambiar?

 

-No sé, la vida se va a hacer cargo. Al final habrá gente que hace tareas simples que va a haber que premiarla. Como ya pasa. Tengo un amigo que está haciendo alambrados en Alemania porque allá ya perdieron la idea del alambrado tirante. ¿Qué me dice? Exportando el atraso a Alemania. O los esquiladores uruguayos que en la pandemia vinieron a buscarlos en avión para que vayan a España a esquilar. ¿Podés creer eso? Ese es el mundo que viene. El mercado se va a encargar, al final esos trabajos van a valer.

 

 

-¿Usted cree en el mercado?

 

-El mercado es una manera de distribuir las penas y las amarguras, y los frutos también.

 

 

-¿Pero hay equilibrio?

 

- No, es un equilibrio frágil, está siempre en movimiento.

 

 

-Y el Estado ¿qué tiene que hacer ahí?

 

-El Estado tiene que regular algunas cosas, cuando nos pasamos de la raya, cuando entramos a especular en vez de trabajar demasiado, pero tenemos que cuidarnos de que el Estado no caiga en burocratismos. Esto es mutuo, todos podemos ser burócratas, y no es nuevo, ya lo padeció Roma. Es la tendencia al menor esfuerzo. ¿Si la tengo seguro para qué me voy a matar?

 

En la vida precisamos premio y castigo. Pero tiene que haber de las dos cosas. Se necesita el Estado y el Estado tiene que cumplir su parte. Alguna conclusión tenemos que sacar de lo que pasó en China, que en 30/40 años lograron hacer lo que llevó 200 años en Occidente. 

 

Esa asociación de que el Estado cobra dividendos con la actividad privada, le da seguridad a la actividad privada y recursos al Estado. En lugar de poner impuestos, cobra dividendos. Claro, tiene otros métodos que nosotros no podemos aplicar, por supuesto. Si usted le roba al Estado la va a pasar mal. Pero a usted le conviene tener semejante socio.

 

Entrevista de Carlos Echepare

 

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