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Cecilia Amenábar: rompiendo bloques de hielo y prejuicios

La paleontóloga investiga microfósiles de 80 millones de años y ocupa puestos de liderazgo en la ciencia.

Por Astrid Moreno
| 26 de marzo de 2023
Líder de la campaña. La investigadora pertenece al Instituto Antártico Argentino y presentó su actual proyecto al Conicet. Fotos: Gentileza.

La Antártida tiene una superficie de 13 millones y medio de kilómetros de puro hielo y la labor de la paleontóloga y jefa del Departamento de Paleontología del Instituto Antártico Argentino, Cecilia Amenábar, fue la de encontrar fósiles de especies microscópicas, de entre 30 y 80 millones de años; y así sumergirse en la labor de analizar la última gran extinción por el impacto de un meteorito ¿Cuál es el objetivo? Determinar ecosistemas pasados para comprender los del presente y su futuro ¿Qué tan grande es la probabilidad de que los seres humanos dejemos de existir?

 

 

—¿Cómo fue el camino hasta liderar una expedición a la Antártida?

 

—Estudié Biología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), hacia el final de la carrera me orienté en la paleontología, los ecosistemas y la naturaleza, pero del pasado. Empecé a hacer algunas materias de Geología y como a mí me gustaba mucho estar en el microscopio, empecé a estudiar estructuras del pasado. Es un mundo espectacular. Incursioné en el estudio de los fósiles en precordillera, en la zona de San Juan, con sedimentos fósiles de 300 millones de años aproximadamente. Con eso terminé mi doctorado y se me abrió esta posibilidad de ir a estudiar a la Antártida, también microfósiles, pero un poco más jóvenes, de 30 millones de años hasta 80 millones. Como no había, en ese momento, muchos estudios de ese tema sino trabajos de especialistas de otros países, pero muy esporádicos, presenté un proyecto para poder hacerlo con más rigurosidad, y durante varios años lo llevé al Conicet y ahí lo pude concretar. A su vez, trabajo en el Instituto Antártico Argentino así que esto de las campañas antárticas para mí no es tan raro. Sé que para todo el mundo es algo muy particular porque la logística para viajar es bastante compleja y, a su vez, nosotros tenemos que estar preparados física y psíquicamente para poder afrontar esas campañas.

 

 

—¿Cómo fue esta nueva campaña?

 

—Mi última campaña la había hecho en 2010, pasó mucho tiempo y retomé las actividades este verano con un proyecto para estudiar la gran última extinción desde el punto de vista de los fósiles microscópicos, ver por qué y qué especies se extinguieron y si hay algunas que sobrevivieron. A nosotros eso nos sirve porque somos seres vivos y tenemos que saber si en algún momento tenemos la posibilidad de extinguirnos y cuáles pueden ser estas razones. En esta campaña estoy con este proyecto que lo presenté al instituto, me lo aprobaron y a partir de ahí empecé a formar el grupo. Se compuso de dos estudiantes de geología que hicieron sus tesis y le dimos apoyo a una bióloga que releva musgos y líquenes. Fuimos a un campamento, se sumó un suboficial principal y viajamos en enero.

 

 

En 1968 las mujeres viajaron por primera vez a la Antártida. Fueron  "Las 4 de Melchior"

 

—¿Cuál es el próximo paso?

 

—Lo que hicimos es pasar en blanco nuestra libreta de campo en la que caracterizamos las rocas y qué fósiles encontramos. La carga científica ya volvió, nosotros viajamos antes. Ahora lo primero que hacemos es ir a buscarla para revisar y organizar nuestra actividad para todo el año. Ese material y sedimento lo vamos a procesar y atacar con ácidos así podemos extraer los fósiles. Después, miramos eso por el microscopio y empezamos a escribir para desarrollar el trabajo científico, algo que llevará todo el año, calculo que en julio podremos tener los resultados. Luego, confeccionamos el trabajo y se somete a arbitrajes de pares a nivel internacional en agosto y septiembre. Con suerte puede estar saliendo a fin de año.

 

 

—¿Qué probabilidad hay de que nos extingamos?

 

—Somos seres vivos y parte de la naturaleza. Nos va a suceder cuando cambien las condiciones a tal punto que nosotros no podamos adaptarnos o no podamos sobrevivir con el ambiente. La conexión entre los organismos que yo estudio, que son microscópicos, tiene que ver también con el ecosistema. Lo que hacemos es estudiar cómo reaccionaron las distintas formas de vida a ciertos fenómenos que ocurrieron en tiempos pasados. Por ejemplo, en esta última gran extinción, que ocurrió hace 66 millones de años, uno de los eventos que provocó la extinción fue el impacto de un meteorito en la Tierra. Pero hay varias teorías de qué fue lo que ocurrió. Unos dicen que en realidad esa especie ya venía mostrando pasajes de extinción. Entonces, lo estamos estudiando desde lo patológico, la vida del pasado, pero también estudiamos la parte geológica para ver cómo fue la Antártida hace millones de años, cómo podría llegar a ser y cómo reaccionan los seres vivos frente a los cambios que se dan en la naturaleza.

 

 

—Las primeras mujeres que viajaron a la Antártida fueron en el 68…

 

—"Las cuatro de Melchior" fueron porque sus directores confiaron en ellas, pero, por supuesto, no fue fácil. Habían ido hombres a las campañas desde 1920, pero nunca se les había cruzado por la cabeza que podía ir una mujer, estaban más asociadas con las tareas del hogar y las científicas estaban a la sombra de los hombres, pero estas mujeres se destacaban en sus actividades. Muchas de ellas empezaron estudiando medicina y después se volcaron hacia la biología, más que nada al estudio de los organismos de animales y plantas. En lo que tuvieron suerte es que el director del museo de ciencias naturales y el de un área confiaron en su trabajo y fue por eso que pudieron ir. Era una época dificilísima para ir, no estaba aceptado que las mujeres viajaran. Otra cosa destacable de la historia de estas mujeres muy valientes es que eran grandes. Tenían 52 años las dos más jóvenes, 58 la que les seguía y la más grande, 72. Hoy a las personas de esa edad se las menosprecia, en las instituciones se les pide que dejen sus oficinas. Para mí es valiosísimo no solo porque eran mujeres sino la edad que tenían y hacían estas hazañas con ropa que no es la misma que la que tenemos hoy que es mucho mejor. Ellas, además, fueron a una base, Melchior, que había estado cerrada. Entonces, la tuvieron que poner a punto, acomodar, limpiar, sacar los cuatro metros de nieve que tenía. Acomodaron esa base y no le hicieron asco a ningún tipo de actividad.

 

 

—¿Y qué pasó después de esa expedición?

 

—Dejaron de ir mujeres por un tiempo, quedó como una historia que se recuperó ahora en los últimos años, en 2018. La ocultaron. Hace 20 años era muy difícil que fuéramos mujeres porque se consideraba que menstruamos y eso era un problema o que éramos muy sensibles, como si eso tuviera algo de malo. Al contrario, implica estar totalmente consciente de lo que sucede alrededor, pero se veía como sinónimo de debilidad y se creía que no íbamos a aguantar las campañas, entonces iban algunas mujeres, pero a bases y no campamentos porque sostenían que no podíamos cargar peso. Muchas veces no se decía nada, pero era algo que quedaba implícito, entonces, las pocas mujeres que iban trataban de demostrar que eran iguales que el hombre y se cargaban muchísimo peso encima, más de lo que podían soportar, o tenían que estar explicando permanentemente que tienen derecho a hacer a una campaña, que pueden pensar igual que un hombre y tener entereza para afrontar y diseñar proyectos.

 

—¿Cómo es ahora?

 

—Por suerte, cambió mucho, cada vez hay más mujeres, pero todavía en ciertos lugares y bases a veces se ve como un retroceso de algunas personas. Lo que sí se logró es que como se ven más mujeres cada vez, parece más cotidiano que podamos ir a un campamento liderando un proyecto.

 

 

—En tu caso ¿tuviste alguna dificultad?

 

—No hubo ninguna objeción ni nunca se me cuestionó como mujer por el hecho de liderar un equipo. Nunca hubo una queja o sorpresa porque en realidad tampoco es algo que se plantea. La gente joven lo tiene más asumido, los más grandes, de más de 50, tampoco tenían problema en que una mujer los dirigiera. Muchas veces tiene que ver con la mentalidad y no con la edad. Sin embargo, en algunas otras bases sí hay problemas con que las mujeres lideren o no se las escucha. Es verdad que podemos viajar más, pero no necesariamente llegamos a cargos más altos. En la base ahora hay más mujeres que se dedican a carga, que manejan camiones, pero no hay todavía en cargos jerárquicos importantes. Salvo una mujer que está como jefa de base en la Carlini. Así que, en lo personal, me tocó una buena experiencia y personas con mente abierta.

 

 

—¿Cómo es acampar en la Antártida?

 

—Las condiciones del campamento son muy diferentes a la base porque lo que hacemos es elegir un lugar del mapa en el que queremos quedarnos en base a las rocas que queremos estudiar. Ahí armamos nosotros carpas para dormir, de cocina, de laboratorio y de baño. Una vez que nos vamos tiene que quedar todo absolutamente limpio, como si nunca hubiésemos estado allí. Es extremo porque el baño no es cómodo, la cocina es muy escasa y cuando hay muy bajas temperaturas se siente el frío en la carpa, no tenemos sillas, sino que nos sentamos en cajones de madera. Es lindísimo para la gente que le encanta la aventura o estar al aire libre, pero no deja de ser un esfuerzo físico y emocional porque es una convivencia de 24 horas con personas que uno no conoce bien.

 

 

—¿Y la parte física?

 

—La preparación es personal, cada uno sabe que tiene que ir a la Antártida, entonces, intenta hacer bicicleta, deporte y fortalecerse a nivel muscular y aeróbicamente. Pero, al dedicarnos a la ciencia, al menos en mi caso, estoy mucho tiempo sentada con el microscopio y la computadora. Nos cuesta un poco llegar a la preparación física óptima. A veces se va dando día tras día en el campamento. También nos hacen estudios, desde mamografías, todo lo que es ginecológico, de corazón, ecografías de abdomen, ergonométricas de esfuerzo y una batería de estudios muy fuerte. También análisis de sangre y entrevistas psicológicas.

 

 

—¿Con la maternidad hay alguna limitación?

 

—No, ninguna. Uno puede tener hijos chicos o grandes, lo único no se puede viajar embarazada por una cuestión de cuidar a la persona que, obviamente, allá hay muy buenos médicos, pero es una sanidad muy básica. Uno puede tener bebés y después ir. No es una traba ser madre, de hecho, muchas compañeras son madres y han estado y no hay ningún problema. Lo que pasa es que a una como madre le da cosa dejar a chicos tan pequeños porque la logística tiene su organización propia, el viaje depende del clima para establecer las fechas de salida y llegada. No son fijas, tenemos estimaciones y eso genera mucha expectativa en los chiquitos, entonces, en general, mis compañeras viajan cuando tienen hijos más grandes.

 

 

—Comentabas que hay pocas mujeres en puestos de liderazgo ¿y en el ámbito académico de la ciencia?

 

—Pasa en la universidad a las que se inscriben mujeres pero cuando ya tienen que llegar a directoras de departamento, estar dirigiendo comisiones o en cargos más altos, disminuye mucho la proporción de mujeres en comparación con los hombres. Ha ido cambiando la tendencia, pero después de muchos años y lucha. Las mujeres siempre tenemos que estar explicando de que somos capaces y durante mucho tiempo recayó en nosotras toda la dinámica familiar del cuidado de los hijos y de la casa. En comparativa se nos reduce y si, encima, tenemos que ocuparnos solas de todo el quehacer doméstico se complejiza. Se ha logrado mucho, pero aún así, no es parejo. Los lugares de poder los tienen los hombres, para poder generar cambios necesitamos mujeres en los cargos de toma de poder y también hombres que nos acompañen en estas luchas y hagan fuerza para que podamos llegar a la igualdad de que los puestos realmente los ocupen las personas por su capacidad y no por su género.

 

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