Obeliscos en La Toma, enigma en el cementerio

Siempre me atrajo el mundo de los símbolos, su interpretación y sus significados en diferentes escenarios. Aun de niño, cuando mi mente apenas graficaba el universo, distintos íconos despertaron en mí la curiosidad de un acervo infinito. De toda esa observación, destaco un monumento singular que me movilizó cuando recorría el cementerio de La Toma.

Se trata de un obelisco que, si bien no sobresale en altura frente a los mausoleos, se teje contundente y destacado en su forma geométrica. Nunca pude indagar fehacientemente el origen de estas obras en mi pueblo, pero el tiempo me dio algunos indicios que al menos valen la pena para pensar.

En el cementerio de La Toma hay dos obeliscos claramente levantados. Uno se ubica a metros del ingreso, por la derecha en sentido hacia el sur. Está hecho de mármol ónix, el mineral que destaca a los tomenses en el mundo. En lo alto tiene una cruz. El otro es aún más intrigante, se ubica hacia el norte y está perdido entre las tumbas, no es algo que se vea a simple vista. Tiene algunas inscripciones prácticamente ilegibles, por el paso del tiempo, y una cruz.

¿Qué función cumplen estos obeliscos? Es un misterio que más allá de posibles explicaciones, da lugar al planteamiento de diferentes posibilidades.

La palabra obelisco deriva del latín obeliscum y de acuerdo al diccionario de la Real Academia Española, significa “pilar muy alto, de cuatro caras iguales y terminado por una punta piramidal muy achatada, que sirve de adorno en lugares públicos”.

En el mundo los ejemplos sobran. El más representativo para los argentinos es el de Buenos Aires, que está ubicado en el cruce de las avenidas Corrientes y 9 de Julio, en la llamada Plaza de la República (más precisamente en avenida Corrientes 1066, Ciudad de Buenos Aires).

Asimismo, hay otros hitos a lo largo y ancho del globo, como el caso del obelisco de Luxor, en la Plaza de la Concordia, París; el obelisco de Tutmosis III, Estambul, Turquía o el propio monumento a Washington, en Estados Unidos.

Según las referencias históricas, generalmente se erigían sobre una base de piedra prismática; los más antiguos se tallaban de un solo bloque (monolitos). Uno de los primeros de los que se tuvo referencia, data de la época de Userkaf, faraón de la dinastía V de Egipto.

El significado abunda. Pero por lo general está ligado a conocimientos espirituales y esotéricos. Si se rememora a Egipto, por ejemplo, implicaban la representación de los rayos del dios solar Ra y se alzaban en templos y en tumbas.

Estaban pensados para generar impacto por su altura y por la durabilidad, que se presumía eterna.

Varias reseñas aseguran que el origen de los obeliscos es de alguna manera el mismo que el de las pirámides y no en vano estaban coronados por un pequeño piramidión.

Para algunos, eran símbolos de Baal o de Nimrod, pero lo general es asociarlos al culto con el dios Sol, gran otorgador de vida. Aunque no faltan las características fálicas.

Visto este mínimo acercamiento a los obeliscos. ¿Qué quieren significar los que están emplazados en La Toma? En principio, uno podría suponer que, al igual que los que se registran en tumbas del siglo XIX en varios cementerios del mundo, se traten simplemente de un símbolo de luz, una forma de rememorar, por parte de los deudos, a los que ya partieron a la vida eterna.

Pero no deja de ser curioso el levantamiento de estos íconos en un cementerio de una localidad del interior puntano. Fundamentalmente en un predio sencillo en el que, a diferencia de lo que se puede advertir en las grandes ciudades, no hay grandes monumentos. Y aun si hubiese razones fundadas y ajenas al misterio, quedará abierta la puerta como una incógnita infinita: ¿Se habrá tratado de algún tipo de honra iniciática?