23°SAN LUIS - Viernes 29 de Marzo de 2024

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Violencia y sociedad

Estamos todos conmovidos con el caso de Fernando Báez. En un momento que ya pasó, nueve jóvenes mueren, de diferente manera, pero mueren todos. Produce una gran conmoción, tantos chicos muertos, tantos padres destruidos. Y tanta gente apresurada por juzgar, haciendo una apología del odio, olvidándose de sus propias miserias. Seguro alguno levantará la mano diciendo: ¡yo no maté! Claro, dependiendo de qué sea para cada uno de nosotros matar.

 

La cuestión social exige mirar el trasfondo. Si de culpas y cargas se trata, no sería justo socializar los cargos y las penas. Al momento del hecho, todos eran adolescentes. Como trabajadora social, una pregunta me lleva a otra… ¿quién cría a estos chicos? ¿Quién les enseña a decir " negros de mierda"? ¿Quién "caduca" la vida del otro en variados hechos simbólicos, que van desde matar a dejar sin dignidad al otro por su condición étnica, (¿es una condición?) económica o social? ¿Qué bajaban estos padres como modelo de crianza? ¿Cómo tratan al personal doméstico y a las maestras?

 

Y el padre ¿cómo trataba a la madre? Es más fácil decir: “Caducó. Ya está, están presos”.

 

Cómo conmueve ver a ese chico desmayado con su futuro anulado, sin respuestas. Y más aún los padres, los de Fernando serán realmente más plenos con esto del bien común, de la justicia social, del amor...

 

Nos llama esta experiencia como sociedad, a pensar y repensar muchas cosas. En todos los ámbitos, desde los núcleos familiares, hasta las escuelas, instituciones, medios de comunicación ¿Qué nos muestran estos adolescentes que nosotros tenemos en la piel y no vemos? ¿Qué nos hacen, ellos, estallar en la cara? ¿Qué puntos ciegos tenemos como padres, madres, docentes y sujetos activos en la comunidad? ¿Qué replican ellos, que nosotros transmitimos con nuestro lenguaje, sensaciones y acciones?

 

Estamos presentes, como adultos, en la vida de estos chicos, de nuestros hijos o estamos presentes, pero sin mirarlos realmente, en su dolor, en su transición, en su despertar. Los y las adolescentes nos necesitan.

 

Invito a todas las escuelas, instituciones y organismos que se animen a pensar y poner en acción una mirada más genuina, menos prejuiciosa y más humilde frente a esto que nos convoca, llamado juventud.

 

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