11°SAN LUIS - Sabado 04 de Mayo de 2024

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Hernán Cattaneo: el sueño del DJ

El productor argentino de electrónica más famoso del mundo adjudica su éxito a algo que va de la mano con su género: crecimiento progresivo.

Por redacción
| 06 de noviembre de 2023

Por:  Sofía Jaimez Bertazzo

 

En medio de su gira por Oceanía, desde la ciudad de Melbourne en Australia, el DJ argentino Hernán Cattaneo conversó con Cooltura. Fueron cuatro las sedes que visitó para reunir a los latinos en comunidad al ritmo de sus tracks: Auckland, Melbourne, Sydney y Brisbane, sitios donde el público argentino abunda.

 

El artista cuenta su recorrido musical, y artístico, desde ser un niño de los '80 que hacía escuchar a otros discos para que vivan experiencias sonoras y sensoriales, hasta tocar ante más de 50 mil personas en Londres. Además, se adentra en el libro de su vida “El sueño del DJ”.

 

 

―Estuviste en Nueva Zelanda y Australia, un lugar de migración de muchos argentinos. ¿Te sentís un representante de la cultura?

 

―Vengo a Australia hace más o menos 20 años y siempre hubo algunos argentinos, pero, obviamente, en los últimos años muchos más. Como DJ está buenísimo, porque de la misma forma que a ellos les encanta que yo venga, a mí me encanta llegar y encontrarlos, porque los argentinos somos personajes ideales para el festejo, para el entretenimiento. Obviamente que si hay más argentinos, está garantizado que la fiesta va a ser más divertida: se juntan esa noche y sienten que están un rato de vuelta en casa, se sienten locales otra vez. Es una situación que te da un poco de nostalgia, un poco de tristeza, que tanta gente se tenga que ir, pero yo también viví 15 años fuera de Argentina y sé lo que es, lo que aprendí, lo que perdí, lo que extrañé. Pero, más allá de entrar en esa discusión, creo que para mí, como DJ, y para la gente, como público, está rebueno que nos podamos encontrar en distintas partes del mundo.

 

 

―¿Cómo nació este Hernán que decide ir a perseguir sus sueños y radicarse en otro lugar del mundo?

 

―Fue buenísimo. La diferencia fue que yo no me fui por una necesidad de exilio, como se ha vivido en los últimos cinco años, porque la Argentina está tan mal; en ese momento yo me fui porque trabajaba con un DJ inglés, que se llama Paul Oakenfold. Esa fue la razón que me sacó a mí de Argentina, no tanto porque la estuviera pasando mal; de hecho, era el DJ del Pachá de Buenos Aires, que en ese momento no solo era la mejor discoteca de Argentina, también era elegida una de las mejores del mundo. Pero me había dado cuenta de que había mucho más para crecer dentro del mundo de la música. Entonces me fui a vivir a Londres. Después, un verano volví a Argentina y conocí a mi mujer, nos casamos y decidimos que queríamos un lugar en Europa, pero con un poco de mejor clima, y terminamos en Barcelona: nacieron nuestras hijas ahí y la pasamos superbién. Luego, volvimos a Argentina, fuimos a Uruguay y ahora andamos de acá para allá. Cualquiera que se va un tiempo afuera aprende y valora más las cosas buenas nuestras y mejora las malas.

 

 

―¿Cuánto sacrificio llevó esta aventura de ser el DJ que sos hoy?

 

―Soy un privilegiado por tener una pasión muy marcada desde muy chico. Ahora que tengo hijas me doy cuenta de que no todos los chicos a los 15 años ya saben qué quieren hacer de su vida. A mí no me iba bien como DJ, pero era feliz con la música. Lo hacía sin pensar tanto en cómo me iba a ir después. Obviamente, empezaban los cuestionamientos en mi casa, porque mi papá, quien era de la primera generación de universitarios de su familia, cuando yo le decía que no iba a estudiar, sino que iba a ser DJ, se enojaba. Fue una época un poco difícil, pero empecé a darme cuenta de que no alcanzaba con ser DJ, sino que te tenía que ir bien. Durante años fue difícil, porque en Argentina no había una escena de música electrónica. A mediados de los '80, enterarme de que había un mundo mucho más grande que existía en Estados Unidos, en Inglaterra, en Alemania y en otras partes me hizo dar cuenta de que me faltaba. Y, obviamente, como no tenía un mango, tenía un auto, lo vendí para ir a aprender de estos tipos; había un mundo mejor y yo quería ser parte de eso.

 

 

Mi papá venía de gente más humilde, me decía ‘nunca vas a poder mantener una familia con esto de ser DJ'

 

―¿Adónde te fuiste?

 

―Cuando llegué a Londres era otro mundo: era increíble el apoyo que te daban y cómo se interesaban la gente y las revistas. Después, obviamente, viene eso que no es una crítica, pero nos pasa a todos los argentinos, que todos esos 20 años que yo trabajé en Argentina nunca nadie me dio bola y, de golpe, viví en Inglaterra y me llamaban de Clarín y de La Nación. Entonces, sacaban notas del “DJ argentino que triunfa en Londres” y pensaba que el año pasado era el mismo; no es que ahora de golpe soy bueno. Yo después terminé un poco siendo profeta de mi tierra, porque cuando volví no paré de recibir cariño, éxito y reconocimiento. Sentí que era un poco injusto, no para mí, sino en general, decir “si estás en Inglaterra de golpe sos buenísimo y cuando estaba en la costanera, no”.

 

 

―El reconocimiento llegó solo cuando explotaste a nivel internacional…

 

―Claro y creo que los argentinos, si bien el público apoya, yo me siento apoyado en todos lados, pero a veces es como que en general el estatus pesa más y debería ser antes, ayudarte a que te reconozcan, siendo que tenemos muchísima gente valiosa.

 

 

―¿Hacés el balance de decir: “Si me hubiese quedado en Argentina, creo que hubiese sido diferente”?

 

―Sin duda, hubiera sido diferente. No me lo planteo, pero lo voy a responder de otra forma: a todos mis amigos DJ de Argentina que considero que son buenos les digo “vos te tenés que ir a vivir afuera para hacer tu carrera; después, si querés, volvé”. No es un tema de anti-Argentina, es un tema de que la escena internacional es básicamente en Europa y Estados Unidos. Después volvés todas las veces que querés; yo hago cuatro shows enormes al año en Argentina y cada vez me va mejor. No tiene nada que ver con la nacionalidad, tiene que ver con lo mismo que pasaría con un futbolista: Julián Álvarez en River era buenísimo, pero se fue a Europa y mirá lo que es ahora.

 

 

―¿Pesó el mandato familiar?

 

―Te marca dónde uno se cría. Pesó, pero no fue determinante, porque, de hecho, soy DJ. Toda mi adolescencia estuve en contra de mi papá y siempre estábamos medio peleados y discutiendo. Por supuesto, era perfectamente consciente de lo importante que era para él, pero yo estaba tan convencido... era una especie de optimista medio cabeza dura. Mi papá venía de gente más humilde, me decía "nunca vas a poder mantener una familia con esto" y yo no estaba pensando en mantener una familia, sino que pensaba en qué discos iba a poner el sábado siguiente. Si bien entiendo ahora, que soy padre, su punto, también soy un buen ejemplo de que si tenés una pasión fuerte, hay muchas más posibilidades de hacer eso que te gusta, hacerlo bien y después que te vaya bien.

 

 

―¿Pudiste hablar con él ya siendo adulto?

 

―Cuando mi papá murió, a mí ya me iba bien, o sea, se murió contento, en paz. Nací en 1965, mi adolescencia fue en los '70 y '80, cuando la mayoría hacía lo que decían los padres y tenías que ser médico, abogado, ingeniero, contador. Hoy hay otra cabeza: querés que sean felices, no me importa si va a ser ingeniera hidráulica o tatuadora.

 

 

―Hay una palabra que nombrás, que es la pasión. ¿Sos apasionado en la música y en tu vida en general?

 

―Tengo distintas pasiones, pero la pasión que tengo por la música solo la podría tener por mi familia, a ese nivel. No es una comparación, pero, por ejemplo, me encanta el fútbol y me gusta la comida, pero el tiempo, las ganas, el cariño y todo lo que le pongo a la música no se lo puse nunca a nada. Creo que eso me salvó la vida o me trajo hasta acá. De hecho, mi vida son mi familia y mi carrera. Al nivel en el que trabajo, no me queda mucho tiempo para otra cosa. Hago entre 80 o 100 shows internacionales al año. Me dicen “che, ¿no te cansás, después de tantos años, de estar viajando?” y juro que no me canso.

 

 

En los 20 años que trabajé en Argentina nadie me dio bola. Viví en Inglaterra y me empezaron a llamar de todos lados

 

―¿Cuál es la búsqueda sensorial y cómo hiciste para mantener tu identidad durante tantos años en tu trayectoria?

 

―Tuve mucha suerte en mi vida en muchas cosas: en tener esta pasión desde chico, en conocer a mi mujer, en tener la familia que tengo. Porque no es que hice algo; solo pasaron. En ningún momento pensaba “che, quizás esta música no está buena”. Me acuerdo que, en los '90, trataba de conseguir algunos espacios en radios en Buenos Aires porque pensaba que faltaba difusión; nunca dudaba de que estuviera buena o no. Es más, desconfiaba de que la gente no la estaba escuchando bien o no le prestaba atención. No hubiera sabido qué otra cosa hacer con eso, con esa pasión, y estar tan convencido de eso me ayudó. Si hubiera tenido que mantener una familia con eso, tampoco hubiera podido; tuve suerte con el timing también. Recién me casé y empecé a tener hijos cuando ya estaba muy bien parado y tenía una carrera muy estable; si hubiera pasado antes, no sé qué hubiese pasado.

 

 

―¿Esa sensación fue la misma desde el comienzo hasta hoy?

 

―La de compartir la música que me gusta a mí con los demás y hacerles pasar un buen momento a otras personas con la música siempre fue la mejor sensación. Desde que era chiquito invitaba a la gente a mi casa, a que escuchara discos. Esa sensación, para mí, era fantástica: ver que ponía un disco y ver la reacción del otro. Esa sensación antes de ser DJ a mí ya me llenaba por completo, porque era como tener algo que a mí me encantaba y lo compartía con los demás.

 

 

―¿Cómo fue ese cambio de empezar rudimentariamente desde lo tecnológico?

 

―Otra vez tuve suerte, porque al tener una carrera larga, viví todas las etapas de empezar con vinilos con equipos muy básicos. Pero eso te hace aprender el oficio, como esos chicos que aprenden a jugar a la pelota en un potrero que está lleno de pozos y juegan con zapatillas todas rotas, después, el día que están en el pasto cortadito y con una pelota profesional, hace que sea aún más bueno. Esto es parecido: arranqué con nada y tardé años en mejorar, comprar equipos y más tecnología.

 

Después, a partir de los 2000, ya viviendo afuera, empezó internet, los vinilos medio que quedaron de lado, empezó la parte digital y las redes sociales. Además, en 2001 empecé a hacer el programa de radio “Resident”, que hago todos los sábados, esté donde esté. Tuve la suerte de ir acompañando todos esos cambios de forma bastante paulatina. No pasó de un día para el otro y lo mismo sucedió con el éxito. A veces, ves cómo chicos de 19 años, de golpe, están en la cima del mundo; qué difícil debe ser eso, porque no sabes cómo manejar el éxito, el dinero, la atención.

 

Lo mío fue lento: primero, puse música para mis dos hermanas; después, para cinco amigos; luego, 100 en el club; después, 500. Luego, en Villa Gesell, a 2.000, y así; Inglaterra, primero 5.000 y después, 50 mil. Entonces, el aprendizaje es más largo y profundo. También, la valoración de lo que vas logrando hace que seas muy consciente de que hoy tenés todo, pero hace no tanto no tenías nada y lo cuidás.

 

 

―Siempre ocupaste el rol de comunicador, atrajiste ciertas audiencias. ¿Cómo te sentís en el rol de ser influyente?

 

―Uno sabe que está en un lugar donde mucha gente presta atención a lo que hacés, entonces tenés que ser responsable. Por otro lado, sí soy muy consciente de que estoy en un lugar de privilegio donde la gente te escucha, entonces está bueno compartir buenas experiencias. Cuando era chico fue cuando apareció el primer "Star Wars" y desde entonces me volví loco con una frase de "Yoda", que le dice a "Luke Skywalker": “Enseña lo que aprendiste”. No entendía bien lo que significaba, pero siempre me quedó en la cabeza y ya más grande entendí mucho más lo profundo que puede ser eso. Desde pasarles música a chicos más jóvenes o ahora, como una especie de manager ad honorem de un montón de chicos que me llaman para mostrarme lo que hacen y me encanta ayudarlos.

 

 

―Haciendo honor al nombre de tu libro, ¿cuál es tu mayor sueño?

 

―Mi sueño de DJ es esto: empieza con una pasión por la música, el libro no habla tanto del DJ celebrity, sino de cómo una pasión desde chiquito te puede llevar a dar la vuelta al mundo 50 veces, seguir haciéndolo y ser feliz en el camino. Entonces, ese soy yo, y después viene la parte familiar: cuando tenés hijos, es como que todo pasa a segundo plano. Soy un apasionado por la música.

 

 

 Redacción / NTV

 

 


 

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