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Un narrador en la colina de la vida nacional

Luego de un largo silencio, el trovador de las batallas pacíficas se encontró con que tenía muchas cosas por decir y muchos amigos a los que invitar. El resultado fue "El hombrecito de mar", un disco en el que un hombre de siete décadas repasa y proyecta.

Por redacción
| 02 de enero de 2023

Once años es mucho tiempo para un cronista de la realidad que tiene el don de presentar los hechos en canciones que se convierten en clásicos de un país atormentado, dolorido, que si evita el colapso es porque 23 futbolistas se inspiran y llenan de alegría los corazones. Una década y un año fue el tiempo que León Gieco se tomó para mostrar sus nuevas canciones, audaces descripciones del mundo (ya no del país) en el que vive.

 

“El hombrecito de mar”, el disco que el autor nacional presentó hace pocos días, es un compendio de 14 canciones donde el gen del compositor de Cañada Rosquín permanece tras sobrevivir a una pandemia y a un inconveniente en sus cuerdas vocales, una de sus herramientas de trabajo. La otra es su mano, su pluma, esa hábil compañera que supo describir la historia del país desde el lado que intuyó correcto.

 

Que a los 71 años el Rey León se muestre activo, corajudo y dispuesto a seguir pidiéndole a Dios que la indiferencia no llegue con el futuro es una señal de alivio para el rock nacional y sus intenciones parentales. Con Luis Spinetta en el recuerdo y Charly García con su salud disminuida, Gieco, como Litto Nebbia y pocos más, aflora como el sobreviviente de la génesis, el testigo hablador que no transpira nunca porque sabe que sus verdades tienen el sustento de su conciencia. Y a esta altura, para un artista como él, eso no es poca cosa.

 

Durante años, la figura de León fue reivindicatoria para una camada de cantantes de todo el continente que tomaron cualquier colaboración que el autor pudiera hacer en sus discos como un asentamiento ideológico. Es decir, que la voz, la guitarra, la armónica o la firma de Gieco saliera en las obras de músicos consagrados, camino a la consagración o emergentes significaba un apoyo aún mayor al que de por sí un artista da a un colega cuando acepta una colaboración. Estar bajo el manto de alguien con la carga política, social y cívica del autor era entrar en una liga de pensamiento y aceptación de un pretendido progresismo.

 

Para su nuevo disco, es León quien convocó a una gran cantidad de artistas —no todos con la necesidad de aprobación que se presume puede tener alguien con una carrera por delante— sin buscar nada más que el consenso musical y artístico, un gesto que enaltece aún más su trayectoria.

 

La lista es abrumadora y tiene su punto máximo cuando consigue el impensado tridente entre él, Victor Jara y Roger Waters para “Gira, gira, girasol”, una de las canciones menos políticas del autor chileno desaparecido y una de las dos que no son de su autoría. La otra es “Sueño con serpientes”, el clásico de Silvio Rodríguez presentado con una pátina pop que hace más digerible su asfixiante letra.

 

El paseo de Gieco por diversos estilos musicales, que fue un signo de su carrera, también permanece en “El hombrecito…”. El disco empieza por un rock duro e incendiario desde su nombre, “Todo se quema”, que tiene la voz de Jaime López, un polémico músico mexicano que es reconocido en su país por ser el autor de “La chilanga banda”, un viejo tema que revalorizó Café Tacuba.

 

En esa canción, destinada a aquellos que no hacen más que observar con cierto placer las llamas devastadoras de un país, León produce la primera autorreferencia a su extensa obra con un segmento de “Los salieris de Charly”. La otra llega un poco más tarde, en “La amistad”, el tema que comparte con Gustavo Santaolalla y en el que recuerda a Mercedes Sosa y Sixto Palavecino, con una mención a “La colina de la vida”.

 

A las preocupaciones globales que el autor mostró a lo largo de su vida (la libertad, la paz en el mundo, la memoria, la trascendencia) le sumó en esta etapa algunas más concretas y cotidianas. El ejemplo claro es “Alimentación.com”, una canción sin verbos en las que enumera —con métrica y rima algo forzadas— los componentes en las comidas que pueden producir efectos adversos.

 

Por el resto, el nuevo disco de Gieco tiene canciones sobre la muerte y sus negociados, las ausencias, la naturaleza, las heridas curadas y el orgullo de ser. E invitados que van desde Hilda Lizarazu a la murga uruguaya Agarrate Catalina; de Sara Correia a Ligia Piro, de Emma Shapplin a Lilia Downs. Ninguno en busca de más reivindicación de ser parte de un trabajo de un artista fundamental para la cultura popular latinoamericana.

 

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