18°SAN LUIS - Miércoles 24 de Abril de 2024

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La cocina de lo nacional

El músico nominado a los Premios Gardel a "Mejor canción de Rock" por su reversión de "Quitapenas" asegura que el amor por Argentina le gana al deseo de vivir sin deudas. 

Por Astrid Moreno
| 03 de agosto de 2022

Todos necesitan un quitapenas, un artefacto, un método o incluso una creencia que les permita sobreponerse a las malas situaciones de la vida, ya sean personales o generales a un país. El de Javier Calamaro es ser abanderado del único género que le interesa: el nacional. Como por ejemplo, con un rock de melodía dolorosa y letra tanguera que se mueve al ritmo de las guitarras y baterías cumbieras de Mala Fama y acompañado de la voz cuartetera de Ulises Bueno. 

 

El artista que horneó su música en "La cocina de los Calamaro", el programa culinario que tiene junto a su familia, está nominado en la terna de “Mejor Canción de Rock” de los Premios Gardel por la reversión de “Quitapenas” —la canción que compuso en los 2000— junto a Ulises Bueno.

 

—¿Cómo nació tu nuevo disco “El Regalo”?
—El 5 de agosto salgo de gira a presentarlo por todo el país. Tiene varias canciones inéditas y algunas versiones de temas míos. Como es un disco hecho durante los dos años que estuvimos encerrados, hay muchísimas colaboraciones virtuales, y una de ellas es con Ulises Bueno y los chicos de Mala Fama. Quería hacerla como una mezcla de cumbia y rock, entonces llamé a los que saben de cumbia y les pedí que las partes de las canciones, los bajos y demás estén hechos por ellos. Esto se lo debemos al encierro, a la necesidad de crear y hacer música. Al ser virtual se escapa del ámbito al que uno está acostumbrado, así fue que empecé a colaborar con todos los amigos que tengo y grabé con un montón de gente, porque era facilísimo. 

 

—¿Y la colaboración con Ulises?
—Me llamó en diciembre de 2019, creo que para su décimo Luna Park me pidió que cante unos temas, entonces le dije que me parecía genial pero a cambio le pedía que hiciéramos una versión de “Quitapenas”. No se me había ocurrido hacer eso, pero pensé que iba a ir bien con su voz y qué mejor manera de probar una canción que en vivo y con cinco mil personas adelante. Así que hicimos algo que no fue ni la versión original ni la que quedó; de hecho, en la final hay un pedazo de lo que fue el Luna Park y empieza con Ulises. Esta fue una de las cosas que salieron bien durante la pandemia. 

 

—¿Cómo fue el reversionar una canción que hiciste hace 22 años y transformar su letra melancólica en cumbia?
—Yo no diría melancólica, sino que la letra es como un tango duro y terrible, habla de un tipo que está en las últimas, e incluso es medio rabiosa por momentos. La canción fue construida de esa manera y ahora le dimos un poco más de gracia, por decirlo así. Me parecía algo muy natural, la verdad que ni lo pensé. Lo mejor que podés hacer con una canción que tiene una letra melancólica es que la acompañe una melodía melancólica, digamos, de manera medio cínica, que es lo que hicimos. Es que a una letra dura la llevé a una música viva y alegre, justamente para que equilibre.

 

—Hay un sector del rock nacional, tanto del que lo hace como del que escucha, que es muy tradicionalista, pero vos no tenés miedo a fusionar con otros géneros.
—Mi concepción del género es el punto de vista de la música, liberal y de la cultura nacional, no del rock nacional. Lo que más disfruto de cantar en la vida es el tango, me cansé de hacerlo para mis amigos, con uno de ellos armamos un proyecto de tango y dimos la vuelta al mundo dos veces. Me muevo de esa manera, no quiero pertenecer a una elite, ni a un tempo o género, ni a nada. Mi sentido de pertenencia es al país y siempre lo viví así, sobre todo desde Los Guarros. Pero a nivel personal, crecer tiene que ver con eso, con evolucionar hacia otro lado, y yo me expando a otros géneros que me gustan. Cuando esté del otro lado no me quiero arrepentir de lo que hice o no hice. 

 

—¿Siempre que componés el objetivo es crecer?
—No, creo que es algo que viene implícito. No se puede decidir no crecer y a medida que eso sucede, uno va buscando los límites, continuar con otras cosas y aprender. De un tiempo a esta parte, incorporarme a otros terrenos me enriquece en el aprendizaje. Es sencillamente mi punto de vista personal, yo no voy a decirle nada a los Rolling Stones que toda la vida tocaron las mismas canciones. Quizás no es el mejor ejemplo, pero no quiero estar toda mi vida haciendo lo mismo, porque me aburre. No es que lo hago para crecer, sino porque me aburriría. Es una curiosidad que me mueve y, como consecuencia, crezco. 

 

—¿Cómo era ese Javier pequeño?
—Mi hermana fue el pilar musical para mí, la hija de mi madre con su matrimonio anterior al de mi padre. Me lleva 22 años, ella fue el primer músico de la familia y cuando yo nací, ella ya era una gran artista. Después, por cuestiones personales, se fue a vivir afuera de Argentina y nunca volvió. En el 76 la agarró el golpe de Estado y la dictadura, aprendí mucho de lo que vivía de ella y sobre todo de cómo se crea música, desde el instrumento a la voz. 

 

—Querés que tu música sea nacional, pero ¿alguna vez pensaste en irte del país al igual que tu hermana?
—Sí, hay veces que sí y creo que a todos los argentinos, o a la gran mayoría, que tenemos cierto nivel cultural o de educación, se nos cruza irnos a otro país donde las cosas no sean tan duras e ingratas. Y no me refiero a aquellas íntimas o personales, sino a nivel general. Pero sí, en algún momento lo he pensado.

 

—¿Y qué te retuvo?
—El amor por este país, que está más allá de los gobiernos. Lástima que hemos estado tantos años mal, y no me refiero a este. Justamente en esta temporada no es tan terrible como la otra. El país, el barrio, los amigos son cosas que en otro lugar no están. Sería hermoso vivir sin deudas, pero lo más lindo es estar acá.

 

—¿La gran cultura que tiene Argentina se desprende en parte de las crisis constantes?
—No particularmente, sino que creo que somos un pais de luchadores y con una capacidad para expresarse personalmente increíble pero no exclusivamente en el arte, va más allá, al deporte y la ciencia por ejemplo. Hay referentes argentinos en todo el mundo y siempre los hemos tenido. Artistas ni hablar, es impresionante. 

 

—¿Cómo fue que llegaste al show Buenos Aires en vivo de 1999?
—Un día suena el timbre de mi casa y había una limusina en la puerta que había mandado Charly García. Me dijeron que me suba, cuando me bajé estaba detrás de un escenario con 250 mil personas. Esa fue mi participación en un recital de Charly, fue el show más grande de mi vida, fue de película. 

 

—¿Cómo fue la experiencia de cantar frente a tanta gente?
—Estaba bastante cagado hasta las patas. Sí había cantado ante mucha gente, unas 50 mil personas, al menos diez veces, pero esto era un mar de gente. Fue como lo que me pasó con Ulises en el Luna Park, cuando hicimos esa versión de "Quitapenas", esto de cantar con un público prestado. 

 

—Estás conduciendo “La cocina de los Calamaro".
—Sí, fue otro proyecto "cuarentennial" en pandemia. Tengo algunos antecedentes en la tele, con documentales, pero cuando todavía estábamos en la cuarentena me llamaron para convencerme de hacer un programa por América. Me propusieron cocinar y quedé reembalado. Un programa sin salir de mi casa era mucho más sencillo, y yo acababa de tener una bebé. Era un programa familiar y donde invito amigos músicos. Después la idea era que sea como una costumbre muy típica de las familias argentinas, que reciben amigos para la comida, hacen charlas de sobremesa y cantan. Así era en mi casa, "La cocina de los Calamaro" es lo que hicimos toda la vida pero con cámaras adelante y algunos invitados particulares.

 

—Usas el término “cuarentennial”. Hace un tiempo dijiste algunas cosas referidas a la pandemia que causaron revuelo… ¿Cómo viviste la cuarentena?
—La verdad que la cuarentena la viví muy bien, me trajo mucha inspiración. Grabé muchas cosas y mucho más de lo que hacía normalmente. A nivel personal, viví así, con la pérdida de conocidos y amigos. Sí me recalenté un día que me agarraron de sorpresa, hablé de la muerte y las vacunas, que mis conocidos que murieron por COVID-19 lo hicieron después de darse la vacuna. Hubo gente que le agarró un paro cardíaco o tenían cáncer y no los atendían porque decían que los hospitales estaban llenos. Todo eso se me mezcló. Hacía unos días habían vacunado a una amiga y al otro día de la segunda dosis, falleció. Yo no soy científico ni médico, pero eso le pasó a mucha gente, por lo menos, de los que yo haya conocido. Digamos que en mi entorno falleció más gente por causas desconocidas que por COVID-19. También hay gente que padeció muy seriamente la enfermedad y sobrevivió, entonces piqué y me agarraron con la guardia baja. Después pedí disculpas porque muchos interpretaron esto como que yo decía que el virus no existía o era mentira. 

 

—¿Por qué decidiste hablar de la COVID-19?
—Lo que sucede es que a mí cuando se habla mucho de algo y se da tanta información para disimular a mi me suena al Mundial '78, que Argentina estaba ganando la Copa Mundial y a tres cuadras se secuestraban embarazadas, diciendo que eran terroristas subversivas. En general opino que ya no nos creemos ciertas boludeces, la historia oficial es justamente eso, una historia oficial, no una realidad ni una verdad. El que no lo ve es porque no quiere y es un boludo que se cree todo lo que le dicen.

 

—¿Cuál es tu vínculo con San Luis?
—Me une un cariño enorme a la provincia, hace poco tiempo estuvimos tocando en la ciudad y me quedaron muchas ganas de volver. Tengo amigos, vamos, hacemos trekking, vida sana y la pasamos genial. El público es divino. Tengo un cariño muy especial por todo lo puntano.

 

—¿Hay planes de venir con tu último disco?
—Sí, pero no podría decir las fechas exactas por los viajes en el medio y las grabaciones del programa que me dan bastante laburo. Pero vamos a ir tirando fechas hasta fin de año.

 

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