23°SAN LUIS - Jueves 28 de Marzo de 2024

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La mañana que murió Juan Perón

Todavía recuerdo aquel frío 1º de julio de 1974. Cursaba tercer grado y estábamos por dirigirnos al comedor de la escuela para el almuerzo. Tenía doble escolaridad y esa era una rutina invariable: los que vivían cerca se iban a la casa y volvían a la tarde, los demás compartíamos el enorme salón en mesas de seis comensales, en las que casi siempre mandaban las risas entre un piberío lleno de inocencia.

 

Pero nunca llegamos a destino, mientras acomodaba el portafolio entró mi papá al aula. No fue el único, lo hicieron varios. "Vamos a casa" fue la orden perentoria. Miré a la señorita Amanda y asintió con la cabeza, el ambiente estaba raro, había una pesadumbre poco habitual. Guardé todo rápido y obedecí sin preguntar nada. El pasillo hasta la salida me pareció lúgubre y eterno, tanto como el silencio pesado y serio de mi papá.

 

Ya en el auto, la radio me puso al tanto de la noticia: había muerto el general Perón. Con 8 años, no tenía dimensión de la tragedia, pero el entorno me decía a los gritos que era grave. Perón era el Presidente de la Nación, aunque ya le había trasladado el mando a su esposa y vice, Isabel Martínez, 48 horas antes. Cuestiones políticas que estaban alejadas de mi conocimiento. Yo solo sabía que eras peronista o antiperonista, porque lo discutía a diario con mis compañeros. De grande iba a entender que la Argentina siempre se manejó en los extremos.

 

Vi gente llorar en las veredas camino a mi casa, mientras mi viejo manejaba taciturno, ensimismado en sus pensamientos, quizá adivinando que se venían tiempos difíciles para el país, que ya vivía entre los atentados de la guerrilla y los que perpetraba la Triple A. La muerte era cosa de todos los días en la Argentina de los 70.

 

En la radio solo se escuchaban voces apesadumbradas, locutores engolados describiendo una enfermedad rara que se había llevado al general.

 

El vespertino Crónica resumió todo en una palabra: tituló "Murió". No hacía falta agregar nada más, ni siquiera nombrar a Perón. El diario Noticias, que dirigía Miguel Bonasso y en el que trabajaba, entre otras plumas notables, Rodolfo Walsh, optó por un camino similar: puso en portada con letras tamaño catástrofe: "Dolor".

 

Hoy, con 48 años más y una carrera en el periodismo, la muerte de Perón me sigue estremeciendo. Fue un hecho trascendental de la vida política del país. El peronismo, con sus diversas vertientes, lo trascendió con sus aciertos y errores, con sus giros ideológicos y su eterna raigambre popular.

 

Perón sigue sobrevolando a un país que no lo olvida. Las clases populares porque lo idolatran, las más acomodadas porque aún reflejan resentimiento. Solo los que peinan canas vivieron en carne propia lo que significó para varias generaciones de argentinos. A un niño de 8 años que fue sacado de clase antes de tiempo solo le queda el recuerdo de esa mañana fría en la que todo cambió para siempre.

 

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